De las todas las sugerentes ideas que rondan el texto de Enzo Traverso en Melancolía de izquierda hay una que llama especialmente la atención de quien escribe: la correspondiente a definir cuál es el punto de vista de aquellos que han sido derrotados en algún momento de la historia por sus correspondientes contrarios.
El famoso escritor George Orwell hizo conocida aquella frase que reza “la historia la escriben los vencedores”, y en cierto sentido así es. Pero no hay que olvidar a la dialéctica, si no queremos correr con el riesgo de que después nos cobre el precio por hacerla a un lado. Aquí también aplica aquello de que los extremos no son buenos, por lo menos cuando queremos encontrar la forma más certera de entender un fenómeno, por lo que hay que explorar no solamente aquello que los vencedores escriben desde su postura de vencedores, sino las condiciones en que los vencidos siguen su actividad; esta es la perspectiva que Traverso explora.
Y es que si bien después de la caída de la URSS hubo una gran desbandada, producto de un periodo de depresión del que fueron víctimas aquellos que creían en un mundo mejor —aunque más como si de un acto de fe se tratara y no de un estudio a profundidad del estado de cosas real— también hubo quienes se mantuvieron en el barco del socialismo, solo que se vieron obligados a adoptar un punto de vista distinto, pues claramente ya no podían asirse de aquel proyecto (el de la URSS) que encarnaba todos los deseos de terminar de una vez y para siempre con el sistema de producción que se había identificado como el causante de los grandes problemas de pobreza y desigualdad: el capitalismo.
Los vencidos siguen viviendo. Si están lo suficientemente preparados seguirán con su lucha por otros medios. Contrario a lo que los vencedores quisieran, los vencidos no se limitan a agachar la cabeza ante los opresores en turno, sino que buscan la manera de reorganizar sus fuerzas.
Analizando la derrota y trazando el plan de acción a seguir, podríamos decir que en este caso se aprende más del fracaso que de la victoria, pues es necesario un análisis más científico que el anterior para poder entender a profundidad la razón del movimiento. Lo que antes era un simple deseo se vuelve ahora, por necesidad, el conocimiento científico de que solamente transformando de raíz el estado de cosas actual podemos aspirar a una sociedad más libre, justa y equitativa.
Por todo esto es que, tomando como base las expresiones artísticas salidas de la izquierda derrotada, Traverso nos dice: “Su arte radica en la organización del pesimismo: extraer lecciones del pasado y reconocer una derrota sin capitular frente al enemigo, con la conciencia de que un nuevo comienzo tomará ineludiblemente nuevas formas, caminos desconocidos. La vista de los vencidos es siempre crítica.”
Pero ¿cuántas veces puede la izquierda consecuente fracasar? Mientras haya mundo existe la posibilidad de combatir por el bienestar de todos. Pero he aquí el problema, mientras no sea el pueblo trabajador el que gobierna para los intereses de la mayoría, son los dueños del capital los que imponen su lógica, que es la lógica de la máxima ganancia. Por esto la participación cada vez más activa de las masas es necesaria, por esto es por lo que se hace cada vez más apremiante un cambio de rumbo en la política y la economía del mundo. El fracaso enseña importantes lecciones y nos hace estar alertas en cada paso que damos, pero debemos tomar en cuenta que el capital no descansará hasta consumir todo lo consumible, aún a riesgo de terminar con la humanidad.
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