La naturaleza tiene repercusiones distintas según el grupo poblacional al que pertenezcas en el país. Si eres de los 27.1 millones de mexicanos afortunados que corresponden al sector “no pobre y no vulnerable”, quizá los estragos que causa el clima no afectarán tus intereses inmediatos.
Pero si perteneces, como la mayoría de los mexicanos, a los 100 millones que padecen algún tipo de carencia social en mayor o menor medida, las implicaciones del temporal de lluvias, año con año, son distintas.
La clase trabajadora es empujada a vivir no en las mejores condiciones, sino en el lugar que sea equivalente a su exiguo poder adquisitivo, generando los tan sonados cinturones de miseria en las urbes del país.
Al momento que escribo, los habitantes del municipio de Chalco en el Estado de México llevan quince días inundados y en contacto directo con “aguas puercas”. Todas las familias han perdido muebles y enseres domésticos a causa de la inundación provocada por las fuertes lluvias, pero fundamentalmente por el nulo mantenimiento al colector pluvial Solidaridad, que genera un tapón e impide que el agua se drene.
También, a la fecha, suma un muerto y 159 el número de viviendas afectadas por el desbordamiento de una presa en el municipio de Zapotlanejo, Jalisco, ocasionadas por el mal estado y nulo mantenimiento por parte de las autoridades competentes.
Para los afectados, en cualquiera de los dos casos, será tardado y difícil recuperar y reconstruir su patrimonio, en algunos casos dañado y en otros más, destruido por completo.
Cuando la exposición a las inundaciones y la pobreza se juntan, la situación se agrava; la clase trabajadora rara vez tiene ahorros, no porque no quiera, sino porque su salario la imposibilita a realizar dicha operación, y, en definitiva, no tiene la capacidad para revertir su desgracia en un tiempo perentorio.
Según el informe de “Derecho a la Vivienda” del Coneval, en el país existen alrededor de 37 millones de viviendas, de las cuales sólo 17 millones de hogares tienen condiciones favorables para el desarrollo humano, social y económico de quienes los habitan.
Por otro lado, 20 millones viven en condiciones rezagadas, sin servicios y con la utilización de materiales endebles para edificar su hogar, teniendo una calidad de vida paupérrima.
Usted puede imaginar el calvario para quien tiene un hogar de lámina y cartón cuando llueve. Ya no saben si salirse o quedarse dentro; llueve con la misma intensidad en un lugar u otro.
Los pobres están más expuestos a los peligros naturales, pierden una porción mayor de su patrimonio y a menudo no encuentran apoyo gubernamental de ningún tipo.
El problema de la vivienda no es ajeno a la injusta distribución de la riqueza producida en México. Es una de las tantas manifestaciones de tremenda desigualdad.
La clase trabajadora es empujada a vivir no en las mejores condiciones, sino en el lugar que sea equivalente a su exiguo poder adquisitivo, ya sea para adquirir una vivienda o rentarla, generando los tan sonados cinturones de miseria en las urbes del país, ahí donde no hay inversión en infraestructura por parte de los gobiernos en turno.
La temporada de lluvias es esperada con ansiedad por todos. Ayuda a aliviar el desabasto de agua e irriga los campos de cultivo.
Pero en nuestro país no contamos con una infraestructura hidráulica eficiente para aprovechar las aguas pluviales ni para encauzar y disminuir sus torrentes, que resultan desastrosos para los más desprotegidos de esta patria.
Mientras los ricos, que son muy pocos, viven en lugares seguros y desde sus residencias disfrutan del espectáculo que brinda la naturaleza, a los pobres les cala hasta los huesos al ver cómo, de manera repentina, pierden el producto de su trabajo de muchos años, viven con la incertidumbre de si les cae algún rayo o son aplastados por el desgajamiento de un cerro.
En esta situación de incertidumbre, es importante recordar que una de las obligaciones de los Gobiernos, del color que sean y en el nivel que sean, es construir la infraestructura pública suficiente y efectiva para enfrentar cualquier embate natural. ¿Y lo han hecho?
Gobiernos van y Gobiernos vienen, y la situación no cambia. ¿Se les habrá olvidado? No, de ninguna manera; solamente que no forma parte de las prioridades de Gobierno; las prioridades son ayudar a incrementar la riqueza de los ya ricos, como Germán Larrea, que en el sexenio de la 4T incrementó su fortuna en 1076 %, y la clase trabajadora abandonada a su suerte.
Todos los infortunios de la clase trabajadora corresponden a los intereses que promueven y defienden los gobernantes en turno en cualquier parte del país, como señalaba al principio en el Estado de México y en Jalisco, y han demostrado con creces que defienden a la clase acaudalada de México.
Ante tan infame defensa, ¿qué le queda a la clase trabajadora? Identificar a los demás mexicanos que padecen la misma suerte, tener claro la causa de su desgracia y decidirse a luchar resueltamente, hombro con hombro, hasta obtener el fruto de su trabajo diario.
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