MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La situación del trabajador morelense

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El panorama laboral en Morelos revela una situación que, aunque pueda parecer estable en términos de desocupación, esconde profundas desigualdades. A simple vista, una tasa de desocupación de 1.93 %, por debajo del 3 % nacional, podría interpretarse como una señal positiva. No obstante, esta cifra no refleja toda la realidad: en Morelos, sólo el 58 % de la población en edad de trabajar está incorporada a la población económicamente activa (703 mil 192 de un total de 1 millón 212 mil 401 personas).

Morelos enfrenta una gravedad que nadie puede negar: la falta de empleo, la informalidad, la inseguridad y la sumisión sindical ante los intereses empresariales.

Esta diferencia porcentual implica que miles de personas en Morelos simplemente han salido del mercado laboral, ya sea por falta de oportunidades, desaliento o carencia de condiciones adecuadas para incorporarse al empleo. A esto se suma una alarmante normalización de jornadas laborales ilegales: el 27 % de los trabajadores, alrededor de 239 mil 770 personas, labora más de 48 horas a la semana, excediendo el límite establecido por la Ley Federal del Trabajo. Es decir, trabajan más tiempo del legalmente permitido, probablemente sin compensación justa ni condiciones dignas.

La escasa oferta de empleo de calidad se agrava con la lenta recuperación pospandemia. Aunque en lo que va del 2025 se han generado más de 2 mil 600 empleos formales, esta cifra aún está 4 mil 200 puestos por debajo de los necesarios para atender la creciente demanda.

La informalidad laboral alcanzó el 67.7 %, lo que significa que casi siete de cada diez trabajadores no cuenta con seguridad social ni prestaciones de ley. Además, se le suma la subcontratación y los “convenios perjudiciales”, como retiros voluntarios forzados o indemnizaciones injustas, que afectan a 6 mil 258 personas al año, según datos del Inegi, colocando a Morelos en el decimoquinto lugar nacional en este tipo de conflictos laborales.

Morelos enfrenta una gravedad que nadie puede negar: la falta de empleo, la informalidad, la inseguridad, el aumento de los homicidios dolosos, donde los únicos perjudicados son los trabajadores, donde no se les garantiza un trabajo bien remunerado, donde los sindicatos obedecen a los dueños de las empresas y no a los intereses de los trabajadores.

En este escenario sombrío, la clave está en la organización y la educación de la clase trabajadora morelense. Mientras exista un estado que dé privilegios al capital, el trabajador aislado será vulnerable. Pero el trabajador consciente y organizado tiene poder para transformar su entorno y construir un mundo mejor.

Morelos necesita más que empleos: necesita justicia laboral. Y esa no llegará sola. Vendrá de la fuerza que tiene la gente cuando se une, con conciencia de clase y actúa. El verdadero motor del cambio no está en las oficinas ni en los discursos, sino en las manos de quienes, día a día, levantan al país con su trabajo.

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