Los defensores del presidente y Morena aciertan cuando dicen que en el terreno educativo (al igual que en el resto de los renglones del quehacer público) el rezago es producto de más de treinta años de políticas neoliberales; tienen razón cuando culpan de la situación actual al Estado, que renunció a velar por el bienestar de las capas más desprotegidas de la población e implementó políticas públicas inmediatistas, electoreras, destinadas a manipular a las mayorías para mantener el estado de cosas favorable a los poderosos en lugar de planificar una sociedad más justa, moderna, libre de violencias, en la que se enaltecieran los valores de la cultura nacional.
Es verdad: el actual atraso educativo es producto de un largo proceso de empobrecimiento de métodos y contenidos, de sucesivas "reformas” que no consistían más que en verter vino viejo en odres nuevos, de una política de compadrazgos que más bien sirvieron para legitimar, una y otra vez a una élite en los puestos de dirección. Pero también es una verdad redonda que esto no cambió en absoluto con el ascenso al más alto poder de la nación de un "nuevo” partido, que llevara a la silla presidencial a Andrés Manuel López Obrador.
Muy por el contrario, los vicios acumulados en más de tres décadas de neoliberalismo en la educación pública se han profundizado en los dos años transcurridos del sexenio morenista: deficiente formación del profesorado en todos los niveles; sueldos por debajo de los estándares recomendados por organismos internacionales como la OCDE; precarias condiciones en gran parte de las escuelas, y no solo de los niveles básico y de las áreas rurales, sino en todo el territorio nacional; en pocas palabras, nula inversión en infraestructura educativa y en la contratación de personal capacitado a quien se le remunere dignamente por sus servicios.
Y en estas condiciones de abandono estaba la educación cuando la pandemia "sorprendió” al Gobierno federal; no es que no hubiera especialistas que advirtieran lo que se venía sobre el pueblo mexicano ni que cualquier esfuerzo hubiera sido en vano; es que nada se quiso hacer; ni se implementó una política de distribución de alimentos para impedir que los contagios y fallecimientos alcanzaran las escandalosas dimensiones actuales; ni se hicieron esfuerzos extraordinarios para resolver el rezago tecnológico, proveyendo con urgencia de dispositivos móviles a los estudiantes; ni se convino con los magnates, dueños de emporios telefónicos y de Internet, para que facilitaran el acceso al espacio radioeléctrico nacional al estudiantado y así garantizar la educación por la vía digital desde sus hogares; esta política de inmovilidad frente a la desgracia de las mayorías es la culpable de la actual plaga de reprobación y deserción escolar, que profundizará el rezago educativo ya existente, significará una catástrofe en términos de desarrollo tecnológico, condenándonos a largos años de dependencia económica de las naciones más desarrolladas.
Y como si no fuera suficiente la calamidad, hace unos días, el Congreso de la Unión, de mayoría morenista, aprobó sin chistar y sin modificar una coma, el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF 2021) enviado por el jefe del Poder Ejecutivo. Dicho presupuesto incluye, entre otros rasgos negativos para el pueblo mexicano, nuevos recortes a los recursos destinados a la educación pública y a la investigación científica.
Sin escuelas que formen científicos de primer nivel, sin docentes formados en un sistema educativo de vanguardia al que puedan reproducir, sin recursos para invertir en aulas, laboratorios, bibliotecas, espacios deportivos y de recreación escolar, está a punto de ponerse el sol para el estudiantado mexicano. Y todo esto sucede cuando apenas han transcurrido dos años de un sexenio que se vendía como la solución definitiva a los males de México y cuyos más altos funcionarios siguen culpando de todos los males habidos a los gobiernos anteriores.
En efecto, Morena no inició la decadencia del sistema educativo nacional, pero con su insensibilidad y sus malas políticas ha venido a darle la puntilla a la educación pública. Está claro que Morena no es igual que los gobiernos anteriores: en realidad ha demostrado que su forma de gobernar es lo peor que pudo pasarle al pueblo mexicano.
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