MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La realidad impone no repetir el pasado

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La manera en que los poderosos de México y del mundo han organizado la vida de las sociedades modernas, incluida la nuestra, no es útil para los pobres y los desheredados: en la actual pandemia nos ha dejado a nuestra suerte, sin consideración alguna, sin ayuda de ningún tipo, faltando a todas las promesas que durante décadas nos hicieron sus autores, sin ningún tipo de previsión, sin fondos para programas gubernamentales de auxilio y ayuda elemental, tan elemental como la propia alimentación. Aquellos que hoy todavía, por fortuna siguen trabajando, no están en una burbuja impenetrable, porque sus propios hermanos y familiares, sus propios amigos, su propia clase social, pues, también han sido víctimas de esta desgracia y lo que ganan, casi seguro que allí lo perderán. Los poderosos del mundo, con su actitud en esta pandemia, le han demostrado hoy a los miles de millones de humildes que habitamos este planeta que no les importamos ni un tantito así, más que para generarles ganancias. Ya es tiempo de que los trabajadores comprendamos que tenemos que cambiar la forma en que está organizada la sociedad, que ya no podemos volver atrás, a padecer otra vez esa forma de vida (si es que le podemos llamar así), a repetir el pasado, que ya no podemos heredar nuestro insufrible destino a nuestros hijos y nietos, que tenemos que cambiar el modelo económico que privilegia sólo la ganancia de los más poderosos, que el mundo construido sobre el individualismo y el egoísmo de los ricos, ya no debe ser, ya nos demostró que no tiene entrañas.

Nos han dado la espalda, nos han condenado a un infierno en vida, nos han puesto en la más vergonzosa pobreza, a pesar de que los mexicanos, según organismos internacionales como la OCDE, somos los que más horas trabajamos al día en el mundo, no nos pueden decir que estamos así por flojos. Así nos lo han dicho por decenios, echándonos esa tierra a los ojos para cegarnos, pero hoy la realidad del hambre del "quédate en casa", de la inseguridad y la enfermedad, del riesgo en que nos han puesto con sus imprevisión egoísta y despreocupada, hoy esa realidad nos grita que todo fue un gigantesco engaño de un siglo para mantenernos sumisos, obedientes y enriquecerse desorbitadamente con el trabajo de nuestros bisabuelos, abuelos, padres y el de nosotros mismos.

Todo el México impresionante que hoy vemos a nuestro alrededor, con sus grandes edificios, puertos, carreteras, puentes, aeropuertos, fábricas, bodegas, minas, agroindustrias, barcos, flotillas de aviones, de trenes, de tráileres, toda esa riqueza, todo eso que hemos construido desde tiempos de nuestros tatarabuelos de nada les sirve hoy a los humildes para enfrentar la covid-19 y el desempleo forzado. Todo eso nos es ajeno. Ese México no es nuestro. Es propiedad privada.

Y la propia vida social nos da, cuando menos, si no cerramos los ojos, dos realidades distintas que prueban que otro mundo es posible: la forma en que China, Vietnam y otras sociedades han vencido a la enfermedad de la covid-19 y protegido a sus poblaciones, acostumbradas por decenios a luchar contra sus agresores, nos habla claramente de ese otro mundo posible. No afirmo que hagamos igual en todo a esas naciones, sólo retomo lo que se han visto obligadas a reconocer las propias organizaciones internacionales como la OMS, la UNESCO, la ONU y otras: que por lo menos hasta el momento, esas sociedades han sido las únicas que exitosamente, sin graves riesgos para su población, sin exponerla, han superado ese tipo de coronavirus: sin hambre, amigos, sin hambre, y ya están trabajando otra vez, ¿cómo le hicieron?, ¡qué tienen una varita mágica o qué? Pues no, simplemente se han organizado como sociedad de una manera diferente, no es que sean sobrehumanos, son tan humanos como nosotros, pero tiene capacidades sociales distintas que les dan décadas y décadas de movilización popular que les ha dado experiencia para enfrentar como un solo hombre los males, mientras que aquí, en nuestro país, los gobiernos llevan décadas desorganizando al pueblo, inutilizándolo, rechazando su gestión colectiva y criminalizándola, llevándonos al extremo de rechazar algo tan básico como nuestra propia estructuración interna como pueblo.

Chinos y vietnamitas han sido más eficaces para defender a sus poblaciones: las espeluznantes cantidades de muertos y contagiados en los países que siempre consideramos modelo mundial demuestran su ineficacia: Estados Unidos, Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, supuestas democracias que encabezan hasta el momento la vergonzosa lista de gobiernos que dejaron a sus poblaciones sumirse en el dolor previsible, gobiernos que están a las órdenes sólo de los grandes capitales y no preparan fuertes y poderosos sistemas de salud pública, porque para ellos la salud es sólo otro negocio más. Y si lo obreros despedidos, sus viejos, sus discapacitados y sus enfermos no producen riqueza, entonces no tiene caso invertir en ellos, no tiene caso construirles hospitales, ni guarderías, ni albergues de ancianos, ni escuelas especiales, ni nada. No son negocio, son improductivos, su longevidad es un riesgo financiero, sólo representan costos y hay que eliminar costos: esa es la base de su bestial contabilidad: en realidad, como a López Obrador para controlar personalmente el presupuesto del país, covid-19 también les vino a los grandes burgueses como anillo al dedo para eliminar costos.

En estos meses nos hemos enterado de que ya había pronósticos de asombrosa calidad científica, que recomendaban desesperadamente tomar medidas urgentes para prevenir lo que hoy está sucediendo: los gobiernos capitalistas, el gobierno federal mexicano y los legisladores de Morena no hicieron nada a tiempo, pero sí quieren todo el poder, para eso sí legislan.

En términos de preparativos en favor de sus poblaciones los gobiernos capitalistas como el mexicano son un lamentable fracaso. Si no ven posibilidades de hacer negocio no dan solución alguna al dolor humano, al hambre. Hoy hay cientos de vacunas para todo tipo de coronavirus, pero todas son para animales, porque la salud de los cerdos, las aves, vacas sí es negocio. Hoy se cuelan noticias terribles de científicos que ya estaban cerca de lograr desde hace meses vacunas que hoy podrían aplicarse al covid-19 exitosamente y que fueron frenadas por esos gobiernos y compañías capitalistas, porque la prevención médica no es negocio, sólo es discurso: el negocio consiste en vender curas, la gente sana no es negocio en esta forma de organización social. En México, como en los países capitalistas, el mercado es el que manda, no la razón, ni la ciencia, ni mucho menos el humanismo.

Cito a Heinz Dieterich: "La pandemia es el resultado de la inoperancia y de las mentiras de los gobiernos neoliberales y socialdemócratas europeos y americanos, que permitieron, que un evento natural controlable se convirtiera en una apocalipsis mundial" (tomado del artículo publicado en aporrea.org. "Acusan los muertos del Covid-19"). Esos gobiernos y esas formas de organización social, se convirtieron en el medio perfecto para diseminar el mal por todo el mundo y a esas formas de organización social culpables son a las que no podemos volver, amigos: aquí están sus resultados, en el desempleo forzado, en la falta de seguridad social, en la violencia e inseguridad a cada esquina...en el hambre. ¡qué fácil es ordenar a la gente que se quede en su casa, pero no darle ayuda y que se las arregle como pueda, aunque no reciba un salario, y si quiere salir a buscar qué comer, se le multa! Jean Valjean es el nombre que resuena amenazador en el horizonte, pero ahora de dimensiones inconmensurables.

Una lección invaluable nos dan China y Vietnam: vencieron a la enfermedad, por lo menos hasta el momento, gracias en gran medida a la movilización social y al hecho de tener un grado de organización social superior, de tener organizada su economía de modo distinto al que nos obligan Estados Unidos y su corte de imperialistas. Repito que sin proponer la imitación irracional, pero los humildes de México debemos organizarnos de forma tal que nos garanticemos la participación social efectiva para cambiar a México de rumbo y eso sólo haremos, como lo propone Antorcha, gobernando los humildes a la nación para bien de ellos mismos y para sobrevivencia misma de los ricos, para salvarlos incluso a ellos de su infamia. Se puede, sólo miremos a nuestro alrededor y un poco más lejos.

Pero hoy, en concreto, dos y medio millones de antorchistas formamos parte de los 91 millones de mexicanos que padecen hambre, y no saben cómo le van a hacer pues sigue la cerrazón del gobierno federal de Morena para atender a los urgentes llamados y ni los gobiernos estatales ni los municipales tienen alguna eficacia para mitigar el hambre de los desheredados ni hacen esfuerzos estructurales reales, de verdadero ajuste financiero a fondo, para acudir en ayuda de los hambrientos. ¿Le queda a usted claro que esa obstinación se desprende de la forma en que tienen organizada a la sociedad? ¿Ya le queda claro a usted a dónde nos están conduciendo con esa política?

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