Según la teoría del marxismo, para saber cómo funciona la sociedad hay que saber que está formada por la estructura económica y por la superestructura; la estructura económica está formada por las fuerzas productivas y las relaciones de producción: las primeras se refieren a la fuerza de trabajo del hombre, las materias primas, las herramientas, máquinas, etcétera, de que dispone la sociedad para producir, y las segundas indican que, en la sociedad, el hombre, al trabajar para producir los bienes materiales que necesita para vivir, llámese ropa, calzado, vivienda, etcétera, genera ciertas relaciones llamadas relaciones sociales de producción.
La clase gobernante abiertamente exhibe el derroche de dinero y la vida de lujo que se da, mientras millones de compatriotas no tienen para comer ni tienen una vivienda para sus hijos.
Dentro de estas relaciones destaca la relación de propiedad, es decir, la propiedad de los medios de producción (fábrica, tierra, herramientas, materia prima, etcétera) y a quién pertenecen. Esta relación es fundamental porque determina a qué clase social pertenecen los medios de producción, si es una clase explotadora o explotada.
Por ejemplo, en la sociedad capitalista la burguesía es la clase social dueña de los medios de producción (materia prima, herramientas y la tierra) y de la fuerza de trabajo, y por ello pone a trabajar al obrero o proletariado, generándose una relación de dependencia. Digamos entonces que se llama estructura porque, una vez que se suman los dos elementos —fuerzas productivas y relaciones de producción—, la sociedad está preparada para producir todo lo que el hombre necesita para vivir.
La superestructura está constituida por la política, la religión, el derecho, la sociología, la filosofía, la ética, etcétera, también se conoce como la ideología de una sociedad. Podemos decir que la superestructura o la ideología es una necesidad de la estructura económica; también es conocida como conciencia social porque se refiere a la conciencia de la sociedad en que habita el hombre.
Vemos entonces que la superestructura es una necesidad de la estructura económica que refleja cómo se ve y cómo se piensa a sí misma una sociedad determinada. Entendiendo lo anterior, pienso que se pueden entender muchas cosas de la política mexicana, que es a lo que quiero referirme en esta ocasión.
Desde hace tiempo he notado que los políticos mexicanos, no todos pero sí un buen número de ellos, han estado haciendo una política vulgar y chantajista, abusando de la poca educación política de nuestro pueblo, que, en lugar de politizarlo y hacerlo más agudo para mejorar nuestra sociedad, lo hace más ignorante y lo ata de manos ante la problemática social tan grave por la que atravesamos.
Por ejemplo, todo mundo vio cómo el gobernador de Nuevo León, Samuel García, hace algunos meses “difundió en las redes sociales un video donde muestra el lujoso clóset de Mariel, de apenas dos años, que incluye más de 120 pares de zapatos, vestidos, lentes y otros accesorios infantiles” (Infobae, 4 de julio de 2025).
Más del mismo político. El mismo mes de julio subió una foto de él semidesnudo y con su bebé. Y la forma de actuar de este político se observa también en presidentes municipales, diputados y senadores de Nayarit y de otros estados de nuestro país, de tal manera que cunden por todos lados las acciones sensibleras de nuestros gobernantes, pero ya no tocando los problemas graves que tienen sus pueblos y colonias: la falta de servicios públicos como drenaje, vivienda, calles pavimentadas sin baches y la inseguridad de sus habitantes, sino que ahora le hablan al pueblo de su estado de embarazo, exhiben fotografías de sus pequeños e inocentes hijos, del lujo en que viven sus hijos, de zapatos y la ropa de marca que usan.
En una sociedad donde más de 100 millones padecen de múltiples carencias, la clase gobernante abiertamente exhibe el derroche de dinero y la vida de lujo que se da, mientras nuestros compatriotas no tienen para comer ni una vivienda para sus hijos.
Por último, tenemos el show reciente de Alito y Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores, donde los poderosos medios de comunicación que forman parte de la ideología de este país, en lugar de analizar con seriedad la situación —es decir, en lugar de señalar que los políticos han traicionado al pueblo que los eligió porque los eligió para que conduzcan bien al país, no para que estén presentando espectáculos que, más que educar a la sociedad, la distraen de los verdaderos problemas sociales—, presentan a Alito como el héroe, casi casi como el candidato para cambiar a México.
¿Será esto lo que necesitamos para cambiar a México? No lo creo. ¿Acaso los políticos no se darán cuenta de la brecha tan insultante que hay entre ricos y pobres en México? Yo creo que sí.
Y entonces, ¿por qué no tienen miedo de que su actuar sea condenado enérgicamente por nuestro pueblo? La respuesta es sencilla: porque los políticos son, más que representantes del pueblo, portavoces de la burguesía mexicana y utilizan las redes sociales y los medios de comunicación para apuntalar el sistema social, sustituyendo la conciencia social crítica y política por lo vulgar y trivial.
Por eso, la clase en el poder y sus servidores, los políticos sensibleros, nunca le hablarán a la gente de la lucha de clases, de los problemas sociales y de cómo resolverlos, porque para ellos la sociedad tan injusta en que vivimos es perfecta, es la mejor, y tratarán de eternizarla engañando al pueblo para que la acepte. De los pobres depende que sigan los agravios o que comience una nueva sociedad.
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