MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Alfredo Bermúdez Lara, ejemplo para trabajadores sinaloenses

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Nació en Culiacán, Sinaloa, el 29 de septiembre de 1961. Ahí cursó su educación primaria, en su pueblo, Emancipación; luego, más de una década trabajó en el campo, en la parcela familiar; se casó a los diecinueve años, emigró a Tijuana, San Luis Río Colorado y a los Estados Unidos, lugares donde trabajó por más de 25 años para mantener a los cuatro hijos que ya tenía.

Los empleos en que se desempeñó en todo este peregrinar fueron: cortador de lechuga, peón, albañil, chofer y obrero en diversas fábricas, antes de volver al trabajo del campo. “Don Alfre”, pues, era un auténtico proletario, que trabajaba por un salario para vivir él y los suyos. Sus manos gruesas, pesadas y callosas no dejaban lugar a dudas sobre su origen de clase.

La clave en la mejoría del trabajo organizativo de don Alfre fue el estudio constante, que le mostraba cada vez nuevos horizontes, y el trabajo disciplinado que solía desempeñar, gracias a su convicción en el triunfo final de la lucha de los pobres.

Hasta aquí podemos ver reflejada en él la vida de un trabajador cualquiera: emplearse por un salario, sufrir, mantener una familia en las mejores condiciones posibles y morir.

La mayoría de los mexicanos, al no ser propietarios de medios de producción que les permitan explotar a otros para enriquecerse, deben enriquecer a quienes sí los poseen dejándose explotar a cambio de un pago que muchas veces sólo alcanza para sobrevivir lleno de deudas.

Pero la vida da vueltas; en una de ellas, Don Alfre, después de veinticinco años de casado se divorció y poco después regresó a su natal Emancipación, donde retomó el trabajo en la parcela familiar. 

Acuciado por la necesidad de vivienda, se acercó a un grupo antorchista que en aquel entonces atendía el activista social Fernando Coronado. Entabló amistad con este, pues se identificó con los ideales de Antorcha y siguió participando en el grupo durante años, encabezando la lucha por vivienda y, entre otras, por un telebachillerato para la comunidad, mismo que hoy existe y educa a docenas de jóvenes.

Fue en el año 2017, cuando Alfredo Bermúdez, apoyado en su experiencia, sensibilidad e inteligencia, respondiendo a la invitación de Pergentino Cortés, se decide a convertirse en activista. Al iniciar esta nueva etapa de su vida, contaba ya con 56 años.

Su actividad vital cambió radicalmente: de ocuparse sólo de problemas personales y familiares, pasó a trabajar para los demás; ya no vivía su vida solamente, sino la de todos por los que luchaba. 

Ahora se dedicaba de tiempo completo a llamar a la gente a organizarse y luchar por mejorar sus condiciones de vida; había comprendido que no bastaba su participación a nivel de la base y se atrevió a ser un líder con mayor capacidad de acción.

Con esta idea trabajó en Mazatlán, modestas tiendas de abarrotes en Culiacán y zonas campesinas de Culiacán, El Fuerte y Juan José Ríos. Últimamente se dedicaba a organizar culiacanenses que habitan en la capital.

La capacidad de liderazgo que tenía Alfredo Bermúdez fue evolucionando positivamente. A pesar de su inicio tardío en estos menesteres, fue aprendiendo cada vez mejor cómo hablarle a la gente y llamarla a organizarse para la defensa de sus intereses.

En su etapa como activista en el norte del estado y las colonias populares de Culiacán, volvió a poner de pie a grupos que antes de su llegada estaban inactivos; también, logró contactar gente en comunidades o en zonas de comunidades que antes no contaban con gente organizada; es el caso de Tres Garantías, San Blas, cabecera municipal de El Fuerte, colonia República Mexicana, colonia Lázaro Cárdenas, un grupo de desplazados por la violencia que llegaron de la sierra a vivir a la capital del estado, entre otros.

Que esto es cierto lo comprobé cuando, del 20 al 23 de noviembre pasados, celebramos reuniones de líderes de grupo en diversos puntos del estado a las que asistieron elementos que él contactó o contribuyó a consolidar y que se mostraron muy activos en las mismas, comprometiéndose a seguir trabajando para engrandecer Antorcha.

Esto emocionó particularmente a don Alfre, quien clausuró una de las reuniones gritando a voz en cuello el triunfo de Antorcha que él preveía. La clave en la mejoría del trabajo organizativo de don Alfre fue el estudio constante, que le mostraba cada vez nuevos horizontes, y el trabajo disciplinado que solía desempeñar, gracias a su convicción en el triunfo final de la lucha de los pobres. A sus hermanos y padres les platicaba, vibrante, que el gobierno de México finalmente llegará a manos de los trabajadores.

Pero esto no es todo. Esposa e hija, impulsadas por el esposo y padre, también incursionaron en la lucha organizada: Margarita trabaja noble y esforzadamente en el desarrollo de las finanzas de la organización y Alondra, estudiante de preparatoria, ágil de mente, baila, canta, declama, actúa, incursiona en el estudio del materialismo dialéctico y participa en la lucha estudiantil como vocera estatal de la FNERRR; si se lo propone, se desarrollará y será motivo de orgullo de su padre que, de alguna manera, la verá satisfecho. Una es ya colorida flor, que aromatiza; otra, capullo que anuncia flor grande y hermosa.

El 28 de noviembre pasado el corazón de Alfredo Bermúdez dejó de latir. Pero su ejemplo de hombre sencillo, bueno, trabajador, de hijo auténtico del pueblo que se eleva para convertirse en líder del mismo, late hoy más fuerte que nunca. 

Quienes trabajábamos en su entorno cercano nos esforzaremos por descubrir e impulsar a más sinaloenses como él; sólo así alcanzaremos su sueño, que es el nuestro, de ver que un día el poder político de México lo tengan los trabajadores, para construir con él una patria justa, generosa con todos sus hijos, diametralmente opuesta a la que hoy existe.

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