El reciente capítulo de la guerra entre Palestina e Israel, que estalló el pasado 7 de octubre, confirma la urgente necesidad de la humanidad de construir un mundo multipolar, para acabar no sólo con la pobreza, sino con los caprichos de los que se consideran “dueños del mundo”.
El origen del Estado de Israel se debe a una decisión de Gran Bretaña —país que derrotó al imperio otomano y ocupó Palestina—, y determinó que el Estado judío se estableciera en esas tierras del Medio Oriente.
La decisión británica se remonta a 1917, año en que mediante la llamada Declaración de Balfour reconoció “el derecho de los judíos a reconstruir su antigua patria en Palestina”. Gran Bretaña dijo que el objetivo era crear un "hogar nacional judío", pero lo estableció en tierras árabes, muy lejos de las inglesas.
Posteriormente, esa declaración fue refrendada por la Sociedad de Naciones (predecesora de la Organización de las Naciones Unidas, ONU), y Estados Unidos impuso su voluntad a las naciones del mundo, sin importar que pertenezcan o no a ese organismo internacional, que sirve para legitimar la voluntad del imperialismo.
La Biblia dice que desde hace más de 3 mil años, los judíos andaban en busca de su “tierra prometida”, la cual había sido prometida por Dios a Abraham, Isaac y Jacob, sucesivamente.
Pero las ideas religiosas no hicieron posible eso, sino que fueron la Gran Bretaña y Estados Unidos, países reales y con fuertes intereses económicos, quienes dieron su apoyo a los judíos para que asentaran el Estado de Israel en territorio palestino. Así, el 55 por ciento de esa tierra quedó en manos de los judíos y el 45 por ciento en manos de los nativos de la Palestina histórica y Fenicia.
Desde 1917, año en que se publicó la Declaración de Balfour, los ingleses tomaron el control de Palestina, pero desde siempre se han opuesto los nativos, quienes no desisten en su intento de expulsar de su territorio a los judíos, y quienes constantemente agreden a los primeros con el fin de expulsarlos definitivamente de sus tierras.
El Estado de Israel se creó oficialmente en 1948. Desde entonces, han muerto miles de palestinos, sin importar si eran niños, mujeres, adultos mayores, civiles o militares. Los palestinos son víctimas de la colonización del Estado de Israel, con el apoyo militar y económico de Estados Unidos.
Ahora se dice que las armas que utilizan los judíos provienen de Ucrania, el país que actualmente libra una guerra contra la Federación Rusa, pues pretrende invadir territorio ruso para instalar bases militares en beneficio del imperio gringo. Se dice también que los gringos entregan armamento a los neonazis ucranianos para que, a su vez, estos lo entreguen a los judíos.
En este último capítulo del conflicto Israel-Palestina, en tan sólo una semana los muertos ascienden a mil 800 palestinos y mil 300 israelíes.
La reciente embestida sin precedentes, fue protagonizada por el grupo radical Hamás, quien gobierna la Franja de Gaza. De acuerdo con las noticias emitidas por la agencia Rusia Today en español, los árabes entraron a territorio israelí por tierra, mar y aire, a fin de “responder a los ataques a las mujeres, la profanación de la mezquita de al-Aqsa en Jerusalén y el permanente asedio a Gaza”.
Esto último, se dio así de acuerdo con declaraciones del comandante militar de Hamás, Muhammad Al-Deif, quien llamó a la operación "Tormenta de Al-Aqsa", en referencia a la mezquita al Aqsa en Jerusalén, foco de tensión entre judíos y musulmanes.
La agresión que recientemente sufrió la mezquita Al-Aqsa consistió en que la Policía de Israel entró violentamente al complejo religioso e intentó evacuar a los fieles, lo que generó gran indignación en el mundo musulmán.
Esa agresión se suma a la constante violación a los derechos humanos de los palestinos, a sus instituciones y a sus mujeres. Por las constantes agresiones a los palestinos, la organización Hamás, respondió con un ataque nunca antes visto, que “sorprendió” al sofisticado sistema de defensa israelí y su equipo de inteligencia.
Tras la acción bélica de Hamás, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, amenazó a los palestinos con la frase: "Nuestro enemigo pagará un precio nunca antes conocido". No fue sólo una amenaza verbal: inmediatamente Israel dio inicio a las acciones represivas en contra de la Franja de Gaza.
Los gazatíes no sólo sufren ataques aéreos: tampoco tienen agua ni electricidad ni alimentos. Israel está provocando una crisis humanitaria que incluye hospitales abarrotados y cada vez más infraestructura destruida por los israelíes. Asimismo, hay acoso a la sociedad civil, a las organizaciones y todo aquel que defiende los derechos humanos y la autodeterminación del pueblo palestino; también a los periodistas de otras naciones los golpea y les destruye sus equipos.
Estados Unidos tiene grandes intereses económicos y estratégicos en la región del Medio Oriente: está interesado en los recursos energéticos y, sobre todo, tiene un interés estratégico en los territorios palestinos para, desde ahí, frenar a Rusia y su trabajo con países de África y Latinoamérica en la construcción de un mundo multipolar —que desarrolle económica, política y culturalmente a los países aliados—, en contraparte al cruel e inhumano mundo unipolar que lidera Estados Unidos.
Al país norteamericano no le importa matar a sangre fría a niños, mujeres, ancianos o a cualquier ser humano que se le cruce en el camino con tal de lograr su objetivo de expulsar a los árabes y entregarle la tierra a los judíos, sus aliados de siempre, e instaurar un régimen político que desde esas tierras lejanas proteja y defienda los intereses imperialistas occidentales.
La grotesca conferencia telefónica entre el jefe de los judíos y de los gringos —algo nunca antes visto— también transmitida por todos los medios, donde se mira a un Netanyahu lloriqueando al presidente gringo, Joe Biden, confirma la tenebrosa relación entre israelitas y el imperialismo estadounidense. El anciano Biden ofreció todo el apoyo gringo para vengar la que consideran una afrenta a sus aliados israelíes.
Desde hace 75 años los palestinos luchan por defender su territorio, y lo hacen en condiciones terribles: siempre bajo la amenaza de los ataques aéreos judíos, que tienen la intención de obligar a los palestinos a abandonar sus territorios para que el sionismo se apodere de ellos.
El asedio de que son víctimas los palestinos, los obliga a vivir en la pobreza y sin esperanzas de mejorar su situación: “Más de 80 % de la población vive en situación de pobreza. El Programa Mundial de Alimentos considera que 63 % de los habitantes de Gaza está en ‘inseguridad alimentaria’ y depende de la ayuda humanitaria”.
Según Naciones Unidas, “casi 600 mil refugiados en Gaza viven en ocho campamentos abarrotados”, de los que prácticamente es imposible salir, por lo que dicen que la Franja de Gaza es una gran prisión al aire libre.
De seguir así las cosas, se estaría fortaleciendo el mundo unipolar que encabeza Estados Unidos, lo que significa que un solo país progrese, se desarrolle unilateralmente o, mejor dicho, se enriquezca a costa del hambre y riqueza del resto del mundo, como hasta ahora lo ha hecho, con el respectivo sufrimiento de millones de seres humanos.
Manifiesto mi solidaridad con los palestinos; mi respeto y admiración por su valiente desafío a la más grande alianza del poder imperial; por la defensa de su territorio, su cultura y valores. Urge la construcción de un mundo multipolar para acabar con tanta injusticia y sufrimiento.
Años van y años vienen y el conflicto Israel-Palestina no se acaba ni se acabará mientras la codicia de Estados Unidos no se satisfaga, lo que sucederá cuando los palestinos accedan a desalojar su territorio ante el invasor judío que quiere establecer un régimen político afín a los Estados Unidos y, desde ahí, frenar a la Federación Rusa para someter a los países del Medio Oriente.
Por todo lo anterior, es necesario acelerar la construcción de un mundo multipolar, con respeto a los derechos humanos, a las naciones, a su cultura: un mundo que permita desarrollar economías nacionales en beneficio del ser humano y que trabaje por hacerlo feliz.
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