MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La disputa sobre las reglas de origen del T-MEC

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Hace un par de semanas, la Secretaría de Economía de México hizo una solicitud de “consulta” a las autoridades comerciales de los Estados Unidos para revisar la aplicación de las reglas de origen en la industria automotriz definidas en el T-MEC. De acuerdo con el tratado en cuestión, solo los automóviles ligeros y de pasajeros con 75% de su valor producido en los tres países miembros -a lo que denominan el “contenido regional”- podrán comercializarse libres de aranceles al interior de este mercado común. Las autoridades mexicanas han pedido esta reunión formal porque hay diferencias en el modo en que unos y otros calculan este valor: autos que desde México se considera que cumplen con el 75% de “contenido regional”, para las autoridades estadounidenses no lo cumplen y para comercializarse en ese mercado deben pagar un arancel de 2.5% de su valor. 

En México la industria automotriz es una de las ramas de la manufactura más exitosas de la política económica neoliberal. En 2019, el país era el séptimo productor mundial y el tercer exportador de automóviles. El valor de su producción equivale, en promedio, a 3% del PIB en los últimos años. Representa uno de los principales atractivos de la inversión extranjera directa que recibe México (20% del total) y, a la vez, su volumen de exportaciones lo coloca entre uno de los principales generadores de divisas para nuestro país. Por otro lado, concentra 22% del empleo de las manufacturas y 1.8% del empleo total.

El peso de la industria automotriz en México no es nuevo. Se detonó con el TLCAN no por casualidad, sino porque el principal atractivo nacional es precisamente la proximidad y el acceso sin aranceles al mercado de Estados Unidos. De cada 10 automóviles que se producen en nuestro país, se exportan 9; y a Estados Unidos va 77% del total de la producción. Todo este cuadro no está completo si no decimos que por cada 100 pesos que se exportan en automóviles, 57 se atribuyen a la manufactura y 43 a la parte del diseño, publicidad, etc. De los 57 de manufactura, 10 son atribuibles al trabajo de ensamblado y los 47 restantes son los insumos, de los cuales 27 son producidos al interior del país (aunque con insumos internacionales) y 20 en otro. Menos de la tercera parte del valor de las exportaciones en automóviles y camiones que hace México generan aquí. 

La dependencia y el subdesarrollo de los países periféricos en el mundo capitalista no son una aberración del sistema mundial, tampoco son estadios del desarrollo por el que los países “deban” transitar y del que saldrán a fuerza de sumar cambios cuantitativos en la acumulación de factores: de capital físico y humano. Por el contrario, el subdesarrollo es causa del desarrollo del capitalismo mundial; es orgánico a éste. Los países subdesarrollados cumplen una función en la producción y reproducción del capital global. Esta función no es más que acelerar el proceso de acumulación en los centros de desarrollo. Así ha sido históricamente. En un primer momento de la historia, la periferia (dependiente tanto económica como política, dado su carácter de colonias) aceleró el proceso de acumulación mediante el comercio abusivo de materias primas y bienes de consumo, así como de oro y plata. Este comercio permitió a las metrópolis europeas disminuir los costos de las materias primas, de la fuerza de trabajo, y del dinero. Los costos bajos, a su vez, permitieron aumentar el volumen de la producción y de las ganancias en los países centrales. 

La independencia política de las colonias no cambió prácticamente nada las relaciones de dependencia económica. Por el contrario, trajo consigo un nuevo mecanismo de coacción: la deuda pública. Los nuevos países independientes continuaron siendo exportadores de bienes de consumo popular y materias primas baratos e importadores de bienes industriales de consumo de lujo para quienes podían pagarlas: terratenientes y políticos, esencialmente donde se diluía el excedente de las exportaciones. Así pues, los intentos por ganar independencia económica se tradujeron en estrategias de industrialización para disminuir el nivel de las importaciones, en las que los bienes manufacturados tenían un importante peso relativo. Sin embargo, esta estrategia no detonó la acumulación de capital al interior de las periferias, quienes siguen dependiendo del flujo del capital extranjero que viene y va de su territorio sin mayor huella de desarrollo al interior de las fronteras nacionales que no sea la de unos cuantos empleos precarizados y una población agotada, empobrecida y enferma de las llamadas “enfermedades profesionales”.

La renegociación del TLCAN, de la que resulto el nuevo T-MEC y una política comercial más restrictiva a fin de contener la competencia de China, ha puesto a México en el disparadero de tener que revisar su industria manufacturera de exportación porque, como en el caso de la industria automotriz, la mayor parte de sus insumos se importan y aquí solo se ensamblan.  La defensa de los grupos de capital exportadores sin medidas adicionales que les obliguen a desarrollar la industria al interior del país, sin medidas para la innovación y el desarrollo tecnológico, tal y como está obrando la Secretaría de Economía, solo beneficia a los intereses privados de esos capitales y no al país en su conjunto. Esta política de defensa unilateral y a ultranza de estos sectores exportadores equivale a hacer más fuertes las cadenas de dependencia que ha tiempo arrastra nuestro país. 

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