Tal parece que al gobierno de la cuarta transformación que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, así como a entes emanados del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ya se les ha hecho costumbre medrar con el dolor humano con la única finalidad de ganar adeptos, situación que se puede percibir tras la tragedia ocurrida en la mina ocho de Pasta de Conchos, en Coahuila, donde el 19 de febrero de 2006 se presentó una fuerte explosión debido a las condiciones deplorables en que se encontraba ese lugar y en el que 65 de los 73 obreros que se encontraban trabajando en ese turno, quedaron atrapados.
Han pasado los años, donde los familiares ya se han resignado, sintiendo que ahí están sus seres queridos, pero el gobierno federal insiste en llegar a remover los sentimientos de la gente, sobre todo cuando se acercan tiempos electorales, haciendo creer a los deudos que darán con los restos de los mineros caídos, sabiendo de antemano que esa simple versión, les generará votos en las urnas a las y los abanderados del partido del mandatario mexicano, Morena.
De acuerdo a los datos proporcionados por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el lugar tenía reportes de fallas de seguridad desde el año 2000. En la última inspección, realizada el 12 de julio de 2004, se asentaron 43 violaciones directas a la norma de seguridad e higiene y se ordenaron 48 medidas, muchas de ellas de extrema urgencia. Sin embargo, las autoridades omitieron supervisar que se subsanaran las fallas detectadas.
En la Recomendación 26/2006, la CNDH determinó que “los servidores públicos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social toleraron que la referida empresa funcionara en condiciones que no garantizaban íntegramente la salud y la vida de los trabajadores”.
Inexplicablemente, las labores de rescate quedaron a cargo de la propia compañía responsable de las condiciones de trabajo: Grupo México, propiedad del multimillonario Germán Larrea. El 4 de abril del año 2007, después de rescatar únicamente dos cuerpos, y en una decisión inédita, la empresa decidió suspender el rescate argumentando que se ponían en riesgo las vidas de los rescatistas. Solamente se tiene registro de dos tragedias en las que se haya negado el rescate de los atrapados: en 1973, la de un ingeniero, y Pasta de Conchos; en ambos casos, la parte patronal es Grupo México.
Cabe destacar que tanto las familias como sus representantes legales han señalado que el gobierno federal es responsable por la inefectividad de las inspecciones laborales realizadas en su momento y aportaron pruebas para demostrar la demora injustificada y falta de debida diligencia en esclarecer y sancionar estos hechos.
O sea que no se actuó con prontitud, se dejaron pasar los años y ahora López Obrador viene con la novedad de que habrá de reabrir la mina para dar con los restos de los mineros sepultados en Pasta de Conchos.
Fue hasta el 30 de septiembre de 2021, que el presidente de México aseguró que ya se había aplicado la “reparación de daños” a las familias afectadas, destacando que se destinaron 2 mil millones de pesos para las acciones de búsqueda y rescate de los cuerpos. Cosa que no es del todo cierta ya que hay familiares que aún se encuentran sin recibir nada de dichas promesas.
Se suponía que se compraría el terreno de la mina para edificar un mausoleo en memoria de los fallecidos o seguir trabajando para rescatar los cuerpos. Ambas opciones incluían reparación económica de los daños, construcción de viviendas y aplicación de un programa de desarrollo, lo cual tampoco se ha hecho.
En contraparte, siguen las promesas del gobierno federal, así como de la Comisión Federal de Electricidad, como encargada de realizar las acciones de rescate de los mineros, a 16 años de ocurrida esa tragedia, todo ha quedado en palabras y anuncios que únicamente generan mayor tristeza en las familias mineras.
Traficar con el dolor humano de esa manera no tiene nombre, máxime cuando las promesas se intensifican por parte de los morenistas cada que se habrán de celebrar contiendas electorales, situación que debe terminar ya para tranquilidad de la gente que aún sufre lo indecible por la pérdida de sus seres amados, que ya no quieren saber nada de promesas incumplidas y donde muchos siguen pensando que los mineros salieron a trabajar y que habrán de regresar en cualquier momento de sus labores diarias.
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