MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Inversión Extranjera Directa, mecanismo de opresión del imperialismo (II/III)

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En la teoría marxista la minimización de costos se explica, además, porque es un mecanismo para frenar la caída de la tasa de ganancia. Esto significa, en palabras llanas, que las inversiones productivas tienen tasas de rentabilidad cada vez menores por distintas tendencias que se van configurando en el modo de producción capitalista. El mecanismo es el siguiente. La tasa de ganancia (g’) se define como la relación entre la plusvalía (pv) y el precio de costo, que es la suma del capital constante más el capital variable (cc+cv)[1]. Podemos dividir todos los términos de la fórmula g’=pv/(cc+cv) entre el capital variable (cv), sin que por esto cambie la relación. Entonces tenemos g’=(pv/cv)/[(cc/cv)+(cv/cv)]. Si lo simplificamos obtenemos que la tasa de ganancia es igual a la relación de la tasa de plusvalía o tasa de explotación (p’=pv/cv) entre la suma de la composición orgánica del capital más 1, como está en la siguiente expresión: g’=(p’)/(co)+(1). Los mecanismos que operan son dos, principalmente. En primer lugar, el aumento acelerado de la composición orgánica del capital[2], es decir, del capital constante que se emplea para adquirir medios de producción y materias primas, respecto al capital variable, que se emplea para contratar a la mano de obra. Esto se da por la misma necesidad de incrementar la producción aceleradamente, que impulsa al empresario a innovar constantemente y emplear maquinaria más sofisticada, lo que requiere de grandes cantidades de capital constante; además, conforme aumenta la cantidad de mercancías producidas, se requieren más niveles de materias primas. En la expresión de la tasa de ganancia, esto significa que el denominador es cada vez más alto, por lo que g’ tiende a disminuir (Marx, 1999). En segundo lugar, al ser cada vez menor la parte correspondiente al trabajo vivo de cualquier capital social medio, es decir, que una parte constantemente más pequeña del capital global desembolsado se emplea para contratar trabajadores, el capital global absorbe una menor cantidad de plusvalor en proporción a su valor total; esto ocurre, a pesar de que se extienda la parte no pagada (correspondiente a la plusvalía) de la jornada de trabajo[3]. En tercer lugar, aparecen restricciones para el aumento de la tasa de plusvalía, sobre todo, por los límites físicos del trabajador y por su organización como clase a través de sindicatos u organismos políticos. Esto, sin embargo, no significa que p’ no crezca, de hecho, en la acumulación histórica del capital lo hace en términos absolutos; no obstante, en términos relativos, en relación con el crecimiento de la composición orgánica del capital, sí es decreciente (Marx, 2009).

Por esto Marx (2009) enuncia como elementos para frenar la caída tendencial de la tasa de ganancia la reducción del salario por debajo de su valor; el aumento del grado de explotación; la superpoblación relativa; el abaratamiento de los elementos que forman el capital constante; y otros dos elementos más que no son tan relevantes para nuestro análisis.  Para efectos de lo que estamos estudiando, la competencia de las grandes empresas en los países desarrollados ha presionado a que, del capital invertido, cada vez creciente, se emplee una mayor porción, siempre creciente, en maquinaria más sofisticada, en detrimento de lo empleado para contratar mano de obra. Así mismo, para que la tasa de explotación crezca, es necesario que los salarios disminuyan progresivamente. Sin embargo, en los países desarrollados donde ya existe industria consolidada, los niveles salariales no pueden disminuir infinitamente porque los ejércitos de reserva no son tan grandes y los trabajadores todavía tienen poder de negociación, contrario a lo que ocurre en los países llamados de Tercer Mundo. De acuerdo con Amarante y Bucheli (2011), en la gran mayoría de los países desarrollados, los salarios estaban determinados por negociaciones colectivas. De 1970 al 2000, en general, hubo una tendencia creciente en la cobertura de negociación[4] en los países que pertenecían a la OCDE en ese periodo (que en aquel tiempo eran de los más desarrollados del mundo) pero hubo una disminución importante en aquellos países donde la negociación se daba a nivel de empresa y no entre sindicatos y organizaciones de empresarios nacionales, capaces de influir en toda la economía. En cambio, en los países subdesarrollados, principalmente después de que los países latinoamericanos renegaran de la ISI y abrazaran el Consenso de Washington, los salarios cayeron estrepitosamente, así como el poder de negociación de su clase trabajadora.

La ventaja de México se centraba en los bajos costos laborales de mano de obra relativamente joven y calificada, de quienes trabajaban en este tipo de empresas. De acuerdo con la OCDE, de 1970 a 2012, de 31 países, México estaba en el último sitio en la participación de las remuneraciones al trabajo en el valor agregado bruto. Los costos laborales en México eran, hasta 2009, seis veces menores que en EUA. La parte gerencial de México se educaba en EUA, por lo que “había un buen acoplamiento a los estilos de administración de las EMN” (De la Mora, 2017, pág. 79). En la minería, los costos de la mano de obra mexicana eran 80% menores que los de Alemania, Corea del Sur y EUA; en el sector electrónico, el sueldo promedio mensual mexicano era el 14.3% del de EUA y 17.21% el de Corea del Sur; en la producción de vehículos era 12.7% el de Alemania, 17.3% el de EUA y 19.6% el de Corea del Sur. Incluso, los costos por despidos eran muy inferiores; era 44% más barato que en China y 90% que Corea del Sur (Amarante & Bucheli, 2011).

Como diría Lenin (1975), estas enormes cantidades de capital buscan dónde obtener mayores niveles de beneficios, por lo que exportan dichos capitales a países menos desarrollados en el extranjero, donde los beneficios son más altos por la escasez de capital, los salarios bajos y las materias primas baratas. Es decir, los países menos desarrollados, donde los salarios son más bajos y las empresas utilizan tecnologías menos sofisticadas, se presentan como un jugoso terreno para frenar la caída progresiva de la rentabilidad de sus capitales de las grandes EMN y ET.

Gereffi (2013) se explica el cambio en la forma de producir de las EMN y ET de la siguiente manera:

“Cuando muchos países en desarrollo, presionados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, hicieron la transición de la ISI a la IOE (industrialización orientada a las exportaciones) durante la década de 1980, se produjo una reorientación igualmente profunda en las estrategias de las empresas transnacionales. La rápida expansión de las capacidades industriales y de las propensiones a la exportación en un conjunto diverso de economías de reciente industrialización en Asia y América Latina permitió a las empresas transnacionales acelerar sus propios esfuerzos para externalizar actividades relativamente estandarizadas a lugares de producción de menor coste en todo el mundo” (Gereffi, 2013, pág. 11). 

De acuerdo con esta explicación, es a partir de que la producción toma la forma de CGV y las EMN y ET dejan su forma vertical de producir que las inversiones de los países más desarrollados se trasladan a los países menos desarrollados, donde es más conveniente realizar sus operaciones productivas porque hay menores costos, principalmente laborales, por lo que es más rentable realizar actividades intensivas en mano de obra: “La literatura sobre ´la nueva división internacional del trabajo´ rastreó el auge de las exportaciones de productos manufacturados del Tercer Mundo hasta el establecimiento de plataformas de exportación intensivas en mano de obra creadas por empresas multinacionales en zonas de bajos salarios” (Gereffi, 2013, pág. 10). Sin embargo, la causalidad es al revés. Precisamente tuvo que cambiar la forma de desarrollo de los países subdesarrollados para que terminara de configurarse esa forma de producción de CGV, por la necesidad de minimizar los costos de producción y frenar la caída tendencial de la tasa de ganancia. Analizando el caso de México, se observó que, si bien durante la ISI se limitó la participación del capital extranjero en las empresas de algunas industrias, desplazándola así, por ejemplo, de actividades como la industria minera, servicios públicos, comunicaciones y transporte, lo cierto es que hubo algunos sectores donde se impulsó la entrada de IED, y fue precisamente en el sector maquilador ubicado en la frontera norte, que comercializaba con las empresas norteamericanas.

En 1973 se estableció la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Inversión Extranjera (LPRIE), que tenía como objetivo hacer que la IED sólo fuera un complemento de la inversión nacional y no se apropiara de los sectores estratégicos. Sin embargo, esta ley llegó a instaurarse sin una necesidad verdadera, puesto que los procesos de “mexicanización de la inversión” ya se habían dado entre 1945 y 1970. En 1960, el capital extranjero vendió la mayor parte de sus acciones de dos grandes compañías eléctricas y la mitad en las compañías mineras. El fortalecimiento de la inversión nacional benefició a los grupos empresarios nacionales, porque se eliminó de algunos sectores a la inversión extranjera. Sin embargo, si bien se le desplazó de sectores importantes, se le dejó intacta en la industria manufacturera; para 1970 la IED participaba en actividades que representaban alrededor del 20% del PIB manufacturero, principalmente en los sectores químico, maquinaria y aparatos eléctricos, y autopartes y vehículos. Durante la ISI, el sector maquilador se mantuvo intacto a las restricciones; si bien su capital estaba limitado al 49% del capital total en las empresas, en marzo de 1971 se amplió al 100%. Había leyes que establecían que tenían que exportar sus productos para no competir con los nacionales, sin embargo, más que por cumplir la Ley, ya se estaba configurando la producción de manera que, al ser parte de un proceso de producción engarzado con empresas extranjeras, principalmente de EUA, el producto tenía que ser de por sí exportado. En 1965 se puso en práctica el Programa de Industrialización de la Frontera Norte (PIF), que contenía la Política de Fomento a Industria Maquiladora de Exportación. Este programa hizo de la zona fronteriza con EUA una zona franca (De la Mora, 2017). En palabras de María de la Mora:

“El Programa permitía a las empresas importar temporalmente los insumos y maquinaria necesarios para la transformación, elaboración o reparación de productos destinados al mercado de exportación, sin cubrir el pago de aranceles y otro tipo de impuestos nacionales. Entre los objetivos que busco? el gobierno federal fue crear empleos; fortalecer la balanza comercial; promover la competitividad de la industria nacional y la capacitación de la fuerza laboral, así como la transferencia de tecnología hacia México” (De la Mora, 2017, pág. 29).

Es decir, antes del Consenso de Washington y del TLCAN (ahora T-MEC), ya se habían dado los primeros atisbos de la externalización de las EMN y ET de actividades más sencillas, como los procesos de maquila, intensivos en mano de obra y que no requerían de ingentes cantidades de capital, aunque tuvieran tecnología de punta en esa industria en particular; si se requiere de pocas máquinas, aunque éstas sean de punta, pueden seguir siendo intensivas en mano de obra.

Las empresas de la industria maquiladora (de autopartes, alimentos y otro tipo de productos[5]) tienen tres características comunes: (1) su producción está orientada a Estados Unidos; (2) se localizan principalmente en los estados de la frontera norte; y (3) son intensivas en mano de obra (García, 2001). Sus actividades están centradas en el ensamblaje, manufactura, procesamiento o reparación de materiales de importación para, posteriormente, ser exportados (Peres, 1990). Es necesario hacer la acotación de que, con excepción de la última, no son únicamente de la industria maquiladora de exportación; es decir, otras industrias no maquiladoras también las tienen. Con el desarrollo de la producción a nivel mundial, la industria maquiladora ha evolucionado mucho, de manera que han surgido unas con mayor inversión en capital que otras. Éstas pueden clasificarse en tres, atendiendo al tipo de tecnología que emplean: las maquilas de primera generación o tradicionales; las de segunda generación, con máquinas semiautomatizadas y con procesos de trabajo flexibles; y las de tercera, que realizan actividades de diseño, investigación y desarrollo. En este sentido, en México se establecieron EMN y ET con tecnología de primera y segunda generación, intensivas en mano de obra por los bajos salarios. Este tipo de empresas, por su naturaleza, requieren menores niveles de capital fijo o maquinaria con menor densidad de capital, pues el factor fundamental es la fuerza de trabajo (Morales, 2000).

 

*Con autorización del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales

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