Aquella frase que durante años, el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) utilizó para atacar a quienes lo antecedieron en la silla presidencial, hoy lo golpea en la cara, con un fenómeno que nos ha horrorizado a millones. La realidad le vuelve a decir que su Estado, ese que tanto presume que trabaja para los pobres, no es un Estado humanista, todo lo contrario, es uno basado en el terror, el hambre, la violencia, la pobreza y la muerte.
Hace cuatro días los medios de comunicación se vieron inundados con la noticia de la muerte de 39 migrantes en un centro del Instituto Nacional de Migración de México (INM), en ese centro, cuyas características son más de una cárcel, murieron quemados aquellos que buscaban una vida mejor; la falta de condiciones humanas en sus países, los obligaron a sufrir y a vivir en carne propia la inhumanidad de la que estamos rodeados.
Si bien es cierto que quienes se enfrentaron y perdieron contra la muerte no eran mexicanos, sí pertenecían a los países que durante décadas han sido explotados por los paises de primer mundo, aquellos países que gracias al desarrollo del sistema capitalista y por consiguiente gracias al desarrollo de su inhumanidad, han sido capaces de someter a aquellos que cuentan solo con su fuerza de trabajo a condiciones casi de esclavitud.
México, no se salva de esas condiciones, ya que vivimos bajo el yugo y la explotación principalmente de Estados Unidos, y nos hemos vuelto, en la práctica, el tapete del imperio yanqui, sometido a sus caprichos y amarrados completamente de las manos para accionar en defensa de aquellos que lo necesitan. El fenómeno de los migrantes no es nuevo, y en Ciudad Juárez tampoco lo es, pues ha quedado marcado en la historia, por ejemplo, el caso que se conoció como la masacre de San Fernando, ocurrida en 2010 donde se descubrió, a las afueras de la ciudad, una fosa común con los cuerpos de 11 mujeres migrantes que habían sido secuestradas, violadas y asesinadas en su camino hacia Estados Unidos.
Más recientemente, en 2021, se encontraron los cuerpos de un hombre y una mujer migrantes en un arroyo a las afueras de la ciudad, las autoridades, con esa frialdad que ha caracterizado al partido de Morena, dijeron a los medios que murieron de hipotermia por culpa de los coyotes que los abandonaron a medio camino.
Muchas historias y anécdotas más de esta índole han salido a la luz, muy a pesar de que en diferentes ocasiones, en México por ejemplo, el presidente López Obrador ha gritado a los cuatro vientos su agradecimiento a los migrantes, a esos hombres y mujeres que entregando su vida y que en los tiempos de la pandemia fortalecieron la economía de México y otros países de Centroamérica, países a los que pertenecían los hombres que ahora perdieron la vida.
“Nosotros estamos aquí para protestar por nuestros hermanos; nosotros no somos animales, somos seres humanos, tenemos derecho a vivir una vida digna”, han sido las declaraciones que quienes sufrieron y lograron salir con vida han dado a los medios de comunicación y están en lo cierto. Ningún hombre y ninguna mujer debería de enfrentarse y mucho menos perder la vida en situaciones como esta, mismas que no dejarán de existir hasta que el modelo económico en el que vivimos perezca y deje en su lugar a uno mejor y más humanitario.
Pero no solo eso, quien nos gobierne debe ser una persona sensible y que vea y atienda los problemas reales, a pesar de desarrollarnos en este sistema, se puede y se debe ser más humanitario, no puede gobernarnos un presidente que ante crímenes de lesa humanidad se conforme con declarar: 'se me partió el alma', tal y como lo han manifestado con las víctimas de huachicol, del metro, de las minas, la militarización, los incendios de Pemex, y ahora, de nueva cuenta, con los migrantes.
Urge, pues, que el pueblo se levante organizado, urge que todos nos dispongamos a adquirir conciencia de clase y defendamos no los intereses particulares, sino los intereses que nos lleven a lograr una sociedad más justa para todos.
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