MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Fracasa estrategia “Abrazos, no balazos” de AMLO

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Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llegó a la presidencia de México el 01 de diciembre de 2018 con amplia mayoría (53.20 por ciento de los votos), esto, después de varios intentos de llegar a la silla presidencial. Los años que estuvo en campaña le permitieron aprovechar bien el hartazgo de la gente contra el viejo régimen y del partido que por muchos años gozó de la hegemonía del poder.

El problema de la pobreza, la desigualdad, la corrupción de los altos funcionarios, el crimen organizado y común, la violencia en general que imperaba en todo el territorio nacional, el mal funcionamiento del sistema de salud, entre otros muchos males, como dije, fueron aprovechados por él para hacer una campaña en la que prometía cambiar las cosas de manera que nuestro país fuera uno de los mejores del mundo.

Sin embargo, a poco más de cuatro años del gobierno de López Obrador y su proyecto denominado “Cuarta Transformación” (4T), las cosas no son como las prometió. Veamos: la pobreza aumentó de 52 millones, en 2018, a 58.1 millones en 2022, es decir, 6.1 millones de pobre más que al principio del mandato de AMLO; somos uno de los países más desiguales en la distribución del ingreso en América Latina, el más desigual del mundo. México sólo es superado por Brasil, Colombia, Chile, Guatemala, El Salvador y Honduras que representan índices de desigualdad muy altos.

Todos sabemos que también la corrupción en el gobierno de la 4T sigue viento en popa, ejemplos hay muchos: los videos escándalos de Pío López Obrador, presentados por el periodista Carlos Loret de Mola en el portal de internet de Latinus, donde se exhibe al hermano del presidente recibiendo dinero de otro funcionario; la triangulación de dinero de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), desde que la exatleta Ana Guevara asumió la Dirección General de esa dependencia.

Ítem más, el escándalo de las casas de Manuel Bartlett, que fue ampliamente conocido; el caso de las compras exprés del IMSS al asignar directamente un contrato por 98 millones de dólares a proveedores acusados de fraude; los negocios del hijo de Manuel Bartlett con el IMSS; la casa de campaña de AMLO que resultó ser de Manuel Bartlett, la súper boda de Santiago Nieto, extitular de la Unidad de Inteligencia Financiera pagada con dinero público; el saqueo de joyas y otros objetos de valor, así como los contratos leoninos en el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado (Indep), entre muchos otros, que no puedo mencionar aquí por ahorro de espacio.

Todos sabemos que la salud no es prioridad del gobierno de la 4T, puesto que así se demostró, desde antes de la pandemia generada por la covid-19 y, durante ésta, todos vivimos en carne propia la ineficacia de nuestro sistema de salud que, en campaña, AMLO prometió que iba a ser igual que en los países nórdicos, pero la mejoría no se ve ni en lo más mínimo, seguimos con graves deficiencias en la atención a enfermos de cáncer y falta de medicamentos para enfermos de todo tipo.

En cuanto a la seguridad; López Obrador dijo que iba a cambiar la estrategia de combate a la inseguridad y la violencia, que era uno de los problemas más visibles del país y uno de sus principales retos de su presidencia. Implementó la estrategia de “abrazos, no balazos” que incluía sacar al ejército de las calles y mejorar la coordinación y profesionalización de los policías a nivel nacional, entre otras.

Pero todos sabemos que esta estrategia no le funcionó a López Obrador, al contrario, las cosas se empeoraron. Bajo la estrategia de “abrazos, no balazos” ha convertido a su gobierno en el más violento desde la guerra Cristera y la revolución.

Ante este fracaso, no ha dejado de echarle la culpa a sus predecesores, que, si bien es cierto, tienen culpa de la violencia en México, también es cierto que López Obrador dijo saber el tamaño del problema y por eso se comprometió en campaña a solucionarlo “…a mitad de mi sexenio, ya no habrá guerra”, dijo en uno de sus discursos de campaña, en enero de 2018. Cosa que hasta hoy día, dista mucho del compromiso.

Estamos a poco menos de dos años de que termine el sexenio de AMLO y la violencia sigue, está peor que nunca. Las cifras no mienten. Desde que López Obrador llegó a la presidencia, la cifra de asesinatos asciende a 150 mil 861 mexicanos, según datos oficiales del mismo gobierno. Esta cifra supera los 124 mil 478 homicidios dolosos que hubo en el gobierno de Peña Nieto y superior a los 121 mil 683 asesinatos que ocurrieron en la administración de Felipe Calderón, según el conteo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

López Obrador, aunque identificó que el país tenía problemas graves respecto a la violencia, hasta hoy día no ha sabido o no ha querido detectar la causa fundamental de ésta, por lo que su política para el combate es errónea, por lo que el resultado es un país sumido en la criminalidad, con cárteles de las drogas controlando partes de ciudades y del territorio nacional, con un peligrosísimo vacío de autoridad en regiones completas y un pronóstico aterrador (el 2023 empezó mal, con do mil 585 homicidios dolosos en enero; más que los dos mil 426 que hubo en enero de 2022.) tan sólo en la Semana Santa del 1 al 7 de abril, según el reporte diario de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana del Gobierno de México, se registraron un promedio de 72 asesinatos al día, es decir, 506 personas en estos seis días.

El problema es grave, los mexicanos ya no estamos seguros, todos peligramos, independientemente de nuestro estatus social, no estamos seguros ni siquiera en nuestra propia casa. AMLO no va a ser el presidente que acabe con la violencia en México, al contrario, la historia marcará a su sexenio como el más violento del siglo.

Si queremos que la violencia y todos los males que aquejan a nuestra sociedad se acaben, hay que atacar la causa y no el efecto, es decir, cambiar el sistema en el que hoy vivimos por uno más justo, más equitativo, donde la riqueza se reparta de manera más justa, que haya trabajo suficiente y bien pagado, con una buena educación que despierte el patriotismo y nuestras ganas de salir adelante, y no una educación a modo como la que pretende la 4T. No podemos esperar resultados diferentes si la política económica y social se siguen haciendo de la misma forma, solo que con diferente color. 

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