MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¡Entonemos cantos agradables y llenos de alegría!

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Con letra de la “Oda a la Alegría” de Schiller, la Novena Sinfonía en Re menor, Op. 125, de Ludwig van Beethoven, es una de las obras más emblemáticas y trascendentales de la historia de la música clásica y que abre la puerta al periodo romántico. Compuesta entre 1822 y 1824, esta sinfonía marca el punto más álgido de la creatividad y la genialidad de Beethoven, y se ha convertido en un símbolo de esperanza, hermandad y humanidad en el repertorio sinfónico mundial, fenómenos que, en el Movimiento Antorchista, practicamos y difundimos. Para comprender la grandeza de esta obra maestra, es imprescindible explorar la vida y el legado del genio detrás de la música: Ludwig van Beethoven.

Beethoven nació en Bonn, Alemania, en 1770, y desde temprana edad demostró un talento musical excepcional. A pesar de las dificultades de salud que enfrentó, Beethoven desarrolló una pasión por la música que lo llevó a convertirse en uno de los compositores más influyentes y revolucionarios de su época.

El mensaje de esperanza, hermandad y redención, inspirado en la Novena Sinfonía, sigue siendo relevante en la actualidad, recordándonos la capacidad del ser humano para elevarse por encima de las adversidades.

Su estilo innovador, su expresividad emocional y su profunda conexión con el hombre mismo (renunciando a la forma ordinaria y cuasi eclesiástica que, en la época, imperaba) marcaron su trayectoria artística y lo consagraron como una figura icónica en la historia de la música, revolucionando no solo su forma, sino también la manera en que se concebía la intención de hacer música.

La vida de Beethoven estuvo marcada por una serie de adversidades que moldearon su carácter, su arte y su visión del mundo. A lo largo de su obra musical, Beethoven experimentó la pérdida de su audición, lo que lo llevó a aislarse socialmente y a enfrentar una profunda crisis emocional, mismas que durante su obra se expresan con una acuarela de sentimientos tan profunda pasando por los matices más oscuros y duros, hasta los más sutiles y encantadores.

Su determinación, su pasión por la música y su espíritu indomable lo impulsaron a seguir componiendo y creando obras que desafiaron las convenciones de su tiempo y las barreras del lenguaje musical.

La Novena Sinfonía de Beethoven es un testimonio de la grandeza y la profundidad de su genio creativo. Conocida como la “Sinfonía Coral”, esta obra rompe con la formalidad de la sinfonía clásica (sólo tres movimientos y sin incluir la voz) al agregar un coro y solistas vocales en el cuarto movimiento, que interpretan el famoso “Himno a la Alegría” inspirado en la obra antes mencionada de Friedrich Schiller.

Esta incorporación de voces humanas en una sinfonía simboliza la búsqueda de la fraternidad, la libertad y la unidad entre los seres humanos a través del arte. “Amigos, dejad los viejos cantos y entonad estos nuevos, llenos de alegría” es el llamado de Beethoven, como una renuncia al canto estrictamente religioso y volviendo al antropocentrismo musical.

Esta es una obra de una riqueza extraordinaria, que abarca desde la melancolía y la introspección del primer movimiento hasta la exaltación y la celebración de la vida en el cuarto movimiento. La combinación de elementos sinfónicos, vocales y poéticos en esta sinfonía es un ejemplo de la maestría compositiva de Beethoven y de su capacidad para comunicar emociones universales a través de la música.

El estreno de la Novena Sinfonía se llevó a cabo en 1824, siendo un acontecimiento sin precedentes en la historia de la música. A pesar de su precaria salud y de su sordera creciente, hay pruebas de que fue Beethoven quien dirigió personalmente la interpretación de la sinfonía (hay algunas otras versiones que apuntan que algún instrumentista le ayudó desde una parte discreta del proscenio), conmoviendo al público y a la crítica con su audacia, su originalidad y su profundidad emocional.

La reacción entusiasta y emocionada del público al final del concierto, cuando Beethoven no podía escuchar los aplausos, es un testimonio conmovedor de la trascendencia y el impacto de su música en la humanidad que se dice, se mantuvo durante muchísimos minutos, pidiendo la repetición del 4º movimiento.

Esta pieza ha perdurado a lo largo de los siglos como un testimonio de la capacidad del arte para trascender las barreras del tiempo y del espacio, y para conmover, inspirar y unir a las personas en un sentido de comunidad y humanidad compartida.

Aun cuando el arte puede provocar una revolución de sentimientos en cualquiera de los extremos (cosa parecida pero en su opuesto ocurre con la pintura “Guernica” de Pablo Picasso), el mensaje de esperanza, hermandad y redención, inspirado en la Novena Sinfonía, sigue siendo relevante en la actualidad, recordándonos la capacidad del ser humano para elevarse por encima de las adversidades y encontrar la belleza y la trascendencia en medio de la oscuridad y la desesperanza. 

Esta obra es un himno a la alegría, fraternidad y esperanza, que resuena en los corazones de quienes la escuchan con una fuerza y una intensidad inigualables. Es cierto, pero también es cierto la renuncia que hubo hecho Beethoven sobre el arte que solo era ornamentación para las clases poderosas, siendo un acto de humanismo total el poder escribir para el pueblo.

Así, dejó un legado duradero en la música y la cultura occidental. Su influencia se extiende a lo largo de la historia de la música de concierto, inspirando a compositores, intérpretes y amantes de la música de todas las épocas.

Esta es mucho más que una obra de música “clásica”, es un monumento a la creatividad, la pasión y la humanidad de uno de los compositores más grandes de la historia y, al mismo tiempo, de la lucha de la humanidad por dejar fuera los grilletes que la oprimen, haciendo suyo no solamente el arte, sino la redención de los menesterosos que buscan, a todo momento, la emancipación de su clase y buscando un nuevo mañana luminoso “sobre bóveda celeste en dónde, tal vez, exista un padre amoroso”. 

Yo creo que es más grande el cielo que forja el hombre con su trabajo, como un nuevo Canaán terreno que emana leche y miel aquí, en este suelo.

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