MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Enfermarse en México, es un lujo

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Con lágrimas en los ojos, sujetando fuertemente la pierna que durante casi un año la ha inmovilizado por el dolor, Agustina N., quien sobrevive con lo poco que gana de un puesto de dulces, dijo sentir que un día de estos ya no podrá levantarse más, pues su pobre ingreso no le alcanza para atenderse. 

“Al pobre no lo apoyan, no le dan nada. El gobierno no nos apoya, yo quisiera un gobierno que sí apoye a los pobres, a los que de verdad lo necesitamos”, así me dijo en una entrevista, y es preocupante porque Michoacán se posiciona en el cuarto lugar a nivel nacional donde la población no tiene acceso a la salud; solo detrás de Oaxaca, Guerrero y Chiapas. 

Pero esto es solo un pequeño ejemplo de lo que sufren millones de familias, pues cada año, la cantidad de mexicanos que no cuentan con acceso a los servicios de salud aumenta. Según datos del Coneval, el mayor incremento fue de 2018 a 2020, cuando pasamos de 16.2 al 28.2 por ciento, un incrementó de 15.6 millones de personas a las filas de quienes no cuentan con este servicio, posicionando a México como el país en el que 37.5 millones de sus habitantes no pueden darse el lujo de enfermarse. 

Pero los datos del informe del Coneval van todavía más allá. En el mismo periodo y dentro del incremento a nivel nacional, se detectó que en las zonas rurales la población con carencia de servicios de salud pasó de 13.7 al 30.5 por ciento (un incremento de 4.7 millones de habitantes), y quizás erróneamente uno podría pensar que en las zonas urbanas el panorama es completamente diferente, pero no es así, pues del 17 por ciento se pasó al 27.4 por ciento (un incremento de 10.4 millones de mexicanos). 

Vayamos todavía más a fondo. Precisamente ese 2020, en el que una pandemia, que sigue cobrando vidas, azotó al mundo entero, la cantidad de mexicanos que podían atenderse en diferentes establecimientos tuvo variaciones muy importantes: la gente que se atendía en los Centros de Salud (Secretaría de salud) disminuyó en 3 millones 450 mil; en el Seguro Social o IMSS, en 2 millones 771 mil; ISSSTE, en 479 mil 361; ISSSTE estatal, en 109 mil 226, por mencionar algunos, pero ¡ojo aquí!, pues la gente que se atendió en consultorios privados incrementó en 4 millones 177 mil; los que acudieron a consultorios de farmacias crecieron en 1 millón 470 mil y aquellos que acudieron con un curandero, yerbero, comadrona o incluso “brujos”, fueron 63 mil más que en 2018. Todos estos datos son del Coneval. 

Aquí pudiéramos creer equivocadamente que ese incremento, por ejemplo, en clínicas u hospitales privados se dio porque la gente tiene el dinero para pagar esos servicios, pero no es así; el pueblo, aquel que todavía puede permitírselo y que no se encuentra dentro de los 37.5 millones que no tienen acceso a la salud, se ha visto obligado a tener que conseguir el dinero de la forma que sea, para poder atenderse. Eso puede explicarse porque en las instituciones de salud que dependen de los gobiernos, ya sean federal, estatal o municipal, la atención médica es deficiente y muy mala, pues llegan a programar citas a los enfermos hasta dentro de cuatro o seis meses; por ejemplo, si asiste un paciente que padece cáncer, existe la probabilidad de que entre su primera y su segunda cita, pasen meses o hasta un año. 

Esto no es invento mío. Dominga N, sufrió hace unos años una parálisis que la tuvo al borde de la muerte; como secuela se encuentra postrada en una cama sin poder levantarse; ha quedado al cuidado de una de sus hijas, quien se encuentra en silla de ruedas. Ellas platicaron que cada mes deben comprar diferentes medicamentos, donde el más caro cuesta $2,800 y el más barato, $1,500; en una de las ocasiones que acudieron al hospital a solicitar el medicamento, las regresaron a casa con una caja de paracetamol y una cita para dentro de cuatro meses; nada más. 

Y este es desafortunadamente el panorama que pinta en nuestro país si de salud se habla, pero no olvidemos que no es el único rubro en el que vamos de mal en peor. Para nadie es novedad que la población que vive en pobreza y en pobreza extrema ha seguido incrementando año tras año; inseguridad, desempleo, hambre, bajos salarios, mala educación, aumento en los precios de la canasta básica, incremento en las remesas, son también síntomas de un Estado que no es de “primero los pobres”. Quien se enorgullezca de ser dependiente de un país como Estados Unidos, se enorgullece del fracaso del Estado. 

Todo esto, no hace otra cosa que demostrarnos que el sistema capitalista en su fase más rapaz que es el neoliberalismo, se encuentra ya dando sus últimos suspiros. Es momento de que el pueblo comience a levantarse, que los sepultureros de este sistema, como bien nos llamó Marx, rompamos las cadenas y luchemos, hombro con hombro, por un Estado que sea dirigido por el pueblo. 

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