Es la indolencia la principal característica de la administración estatal de Hidalgo y de la municipal de Pachuca; de preocuparse por cumplir la tarea que debería atender cualquier funcionario, por qué se le niega a la población los derechos más elementales, a qué se debe la obstinada privación de acercar servicios básicos a las comunidades más necesitadas, por qué se le obliga a la población a manifestarse y a realizar plantones para exigir lo que por derecho le corresponde; una vida más digna.
La pobreza y la inseguridad son temas pendientes de la actual administración. Datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), estiman que existe una población aproximada de casi 3 millones de hidalguenses, de los que más de la mitad de la población, es decir, al menos un 1.5 millones de hidalguenses viven en condiciones de pobreza, de estos, 350 mil personas padecen pobreza extrema. Hay 343 mil hidalguenses que viven en rezago educativo, un millón 964 mil carece de acceso a la Seguridad Social, 771 mil no cuenta con acceso a servicios básicos en sus viviendas, y a 903 mil se le niega el derecho a la alimentación. En contraste, sólo el 14 por ciento de los hidalguenses no viven con carencias de ningún tipo.
En materia de seguridad, durante la administración de Olvera Ruíz, fueron denunciados 648 homicidios, 99 secuestros y 424 extorsiones. Sin embargo, el estado de Hidalgo se ubica en el grupo de entidades que presenta un grado de impunidad "alto" con el 67.9 por ciento, según datos del índice Global de Impunidad en México 2016, elaborado por la Universidad de las Américas Puebla. Debe considerarse que la cifra de delitos cometidos podría ser ocho veces mayor, pues sólo el 13 por ciento son denunciados ante las instancias correspondientes. A pesar de la aplicación de protocolos gubernamentales, el índice de feminicidios en nuestra entidad continúa a la alza. Tan sólo en el último año se registraron 38, contra 32 del año anterior, son el abuso sexual, heridas, asfixias, golpes, calcinación y estrangulamientos, los actos violentos que con mayor frecuencia se presentan en los municipios de Tula, Tepeji, Mixquiahuala, Ixmiquilpan, Progreso, Tepatepec, Tulancingo y Tizayuca.
Tan sólo en el primer trimestre de este año, la tasa de desocupación y empleo en la entidad se ubicó en 3.6 por ciento, lo que estima que al menos 50 mil 452 hidalguenses carecen de empleo. Situación que acelera la pobreza y desigualdad, pues quien enfrenta este panorama, no cuenta con los ingresos necesarios para sostenerse a sí mismos y sacar adelante a su familia.
Ante ese mar de necesidades, ¿qué esperan ambos niveles de gobierno para poner manos a la obra, qué necesitan para ver que su pueblo muere de hambre, qué no les duele la miseria? Pues no, porque los personajes que ostentan el poder político en el estado no conocen el significado de "pobreza", y mucho menos conciben la realidad en la que vive el ochenta por ciento de su población; y no la entienden porque en su entorno no hay que caminar varios kilómetros para conseguir agua, no saben lo que es ver morir a su familia porque no hay clínicas de salud para que sea atendida; o porque no existen los caminos para que sea trasladada a donde sí las hay, no duermen con la incertidumbre de saber si tendrán algo que comer al día siguiente. No viven preocupados porque se les niega la vivienda, o a sus hijos el derecho a la educación. No saben lo que es que quienes son responsables de dotar de servicios estén más preocupados por sacar adelante una elección, o viendo cuánto se echarán al bolsillo.
Estamos por cumplir los primero 50 días desde que instalamos un plantón frente a palacio de Gobierno, y si el gobierno no quiere ver la realidad de sus gobernados, los pobres organizados en Antorcha Campesina no permitiremos que los funcionarios se olviden de nosotros, a donde vayan, a donde volteen encontrarán un antorchista exigiendo cumplimiento a los compromisos pactados, estaremos en cada calle demandando lo que por derecho nos corresponde, atención a nuestra miseria y a la de nuestras familias; sencillamente porque las leyes y la razón nos favorecen.
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