Cada suceso en la historia de la sociedad, que marca un punto de quiebre dentro de ella, trae consigo cambios de todo tipo (económico, social, cultural); así pasa con los traumas históricos que hacen sufrir a los pueblos; pero, dialécticamente, trae consigo siempre una parte buena, cargada de futuro; y el arte expresa también ese contenido promisorio aun en medio de los desastres.Me llamó mucho la atención el tallado en madera del artista Alfred Rether (1816-1859), quien durante la época del cólera talla su obra "La muerte tocando el violín", obra que refleja, desde una perspectiva realista, los millones de muertes que causó aquella enfermedad; el tallado en madera muestra a la muerte tocando el violín entre cadáveres, mostrando así la catástrofe ocasionada por la enfermedad que surgió en 1832.
Y me llamó la atención porque por algo similar atraviesa el mundo con la nueva pandemia del coronavirus, hace ya varios meses, misma que ha empujado a las sociedades a implementar medidas de protección, como el aislamiento, lo cual ha generado cambios en la economía y la política.Este nuevo virus ha cobrado ya, hasta el momento de escribir estas líneas, la vida de 333 mil víctimas, y tiene a 5.1 millones de personas contagiadas; en estas circunstancias es que la muerte, esa que retrató Rether, ha comenzado a tocar nuevamente sus lúgubres melodías en muchos países.
Pero el arte no es solo lamento por el dolor sufrido; ese es un aspecto, una cara de la moneda: es también, en positivo, por un lado, un vigoroso recurso de la memoria histórica de los pueblos y de la compresión más profunda de los sucesos que han marcado el desarrollo de la humanidad.Ciertamente, la ciencia expresa y estudia la realidad y el desarrollo en forma más bien abstracta, mediante, conceptos, juicios y teorías; el arte, de otro lado, nos ayuda a aprehender la realidad, a sujetarla, expresando la vida, tanto sus momentos bellos como los espantosos, en forma de imágenes, sonidos, palabras, colores, formas.Así entiende y expresa la vida el arte, pues reproduce lo que ve, lo que vive, lo que sufrimos y lo que gozamos; es la grandiosa capacidad creadora del hombre aún en medio de la desgracia.
Ya decía Miguel de Cervantes en el prólogo de su obra cumbre, "Don Quijote de la Mancha": todo arte es bueno, si es verdadero, es decir si logra reflejar objetivamente la realidad; y la historia le ha dado la razón, pues aun en tiempos de tragedia han surgido grandes expresiones artísticas; por ejemplo, y retomando el tema del cólera, surge una de las obras de Gabriel García Márquez, "El amor en los tiempos del cólera", donde, a partir del punto de quiebre en que se encontraba la sociedad, logra crear, sin ignorar la realidad que lo inspira, una obra magistral en la que se expresa el desenlace de la historia de amor entre Florentino Ariza y Fermina Daza, pero sin dejar de lado el ambiente social que la rodea: una nueva enfermedad; y por eso escribe: "La epidemia de cólera, cuyas primeras víctimas cayeron fulminadas en los charcos del mercado, había causado en once semanas la más grande mortandad de nuestra historia…"; otro ejemplo de cómo de las peores tragedias históricas dan motivo a grandes obras de arte es la obra de León Tolstoi, "La guerra y la paz", donde describe magistralmente la batalla de Waterloo, escena de horror legada a la posteridad como obra de arte.El sitio de Troya, terrible y sangriento episodio histórico, inspiró a Homero su obra "La Ilíada".Así pues, podemos decir sin temor a equivocarnos que la verosimilitud es condición indispensable del buen arte, pues si este se divorcia de la realidad deja de serlo; al arte lo inspira y da vida la realidad.
Y es de esta forma que el hombre, la humanidad, a pesar de sus desgracias, de los tormentos que sufre, las dolorosas pruebas que ha pasado y seguirá pasando a lo largo de la historia, en tiempos calamitosos como el que hoy estamos viviendo, tiene la capacidad de resistir, de abrirse paso, de ver hacia el futuro y poder plasmar sus sentimientos con la seguridad de que saldrá adelante; expresa capacidad de sacar fuerzas de flaqueza, de inspirarse y de ver al futuro con esperanza y optimismo; capacidad de sobrevivencia de la humanidad.El arte inspira y alienta a seguir en la brega, hoy por el coronavirus, y también contra la pobreza y demás lacras que el capitalismo ha traído, y que tampoco serán eternas.
Tarde o temprano serán superadas y se abrirá ante nosotros un horizonte luminoso, un futuro de felicidad para la especie humana.Llegará un día en que el violín de la muerte dejará de escucharse en millones de jacales y casas de barriada; el día en que no se escuche más, y lo sustituyan melodías nuevas, alegres.El arte verdadero nos inspirará siempre a luchar, a resistir, a no rendirnos; con el arte levantamos nuestro espíritu para no doblegarnos; es un estímulo que nos hace ver que, a pesar de todas las tragedias, el hombre deberá seguir luchando un día sí y otro también, para salir adelante.Sólo la lucha de todos, del pueblo unido, logrará, muy pronto, silenciar esa música triste de violín, que con o sin coronavirus, se ha escuchado por siglos en el mundo, atormentando a los pobres.Al tiempo.
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