Un singular mutismo engalana sus acciones; un aire clandestino e indiferente "de valle en valle y de otero en otero" se respira en su actuar; el donaire de ayer, hoy luce por su deserción; la antaño omnipresencia estentórea hoy es invisible; ¿dónde están quienes corren en las calles en periodos de campaña para saciar su hambre electoral?, ¿dónde se ocultan los seductores políticos cuyas promesas recitan a la menor provocación? Hoy que el pueblo sinaloense clama por su ayuda, simplemente no aparecen.
El terrible virus se esparce aceleradamente en México y en nuestra entidad, pero con particular encono en la capital culichi. Hasta hoy, domingo 19 de abril, el número de infectados suma 247 y llevamos hasta el momento 45 defunciones, cifras que nos colocan como la segunda ciudad más contagiada del país. Esto, de suyo grave, seguramente es peor, a sabiendas que esas cifras oficiales no son de fiar, por dos motivos: 1.- tanto por el Modelo de Vigilancia Centinela, que estima el total de los datos oficiales por ocho, o sea, que de ser cierto esto, en Culiacán debe rondar la cifra real por los dos mil contagiados y 360 defunciones y, 2.- Por la terrible cloaca recién abierta por el gobernador morenista de Baja California, Jaime Bonilla, quien acusa al gobierno federal de manejar tendenciosa y malintencionadamente las cifras con el afán de ocultar la verdad o, en el escenario menos peor, de diferirla lentamente.
Empresarios, artistas, políticos y una pléyade de hombres de mundo, versados sobre el tema, aparecen detrás de la televisión y en las redes sociales, cual coro monumental para lanzar un grito de guerra sin precedentes contra el Covid-19, ¿cuál es su bélica estratagema?, ¿cómo pretenden convencer a la gente hambrienta y sedienta literalmente hablando, de que guarde con entusiasmo la cuarentena? Con una gran campaña de persuasión visual, oral y casi gustativa, QuédateEnCasa, es la consigna. El gobierno en todos sus niveles, al unísono, desde López-Gatell hasta Encinas Torres, desde Obrador a Ferreiro, se ha lanzado en Santa Cruzada para propagar la temeraria consigna. Muy bien, decimos nosotros, ¡mejor dicho, excelente! Pero la gente no come tacos de aire, ni tampoco lloverá maná del cielo.
Datos estadísticos del Coneval (muy sospechosos, por cierto), afirman que en Sinaloa existen, algo así como 946,900 personas en situación de pobreza (30.9 por ciento de la población estatal) y; aproximadamente 82,300 personas en situación de pobreza extrema, según esto, sólo 2.7 por ciento de los sinaloenses (¡¿?!), personas que en una situación normal, sin pandemia, su ingreso no les alcanzaría para solventar la canasta alimenticia, imagine amable lector si muchos de ellos ahora no tienen trabajo, o si lo mantienen aún ante el inminente riesgo de contagio, y por ejemplo, comercian ambulantemente, es indudable que sus ingresos han disminuido drásticamente. Una exploración empírica sólo en Culiacán, demostraría fácilmente que esos datos se quedan muy cortos. El número de pobres en nuestra entidad es mucho mayor y su pobreza es todavía más aguda.
Espere, aún hay más. Otros indicadores del mismo consejo advierten que, 260,000 sinaloenses, habitan viviendas de poca calidad y espacio ¡viven hacinados!, ¿cómo guardar ahí la sana distancia?; 457,400 personas no cuentan con los servicios básicos de luz, drenaje o agua en su vivienda, pero, ¿es que aún sin agua se pueden lavar las manos?; 403,600 personas no cuentan con acceso a los servicios de salud. Aquellos que nunca han procurado su bienestar, ¿ahora sí lo harán?, y; finalmente, 752,000 personas, casi el 25 por ciento de los sinaloenses tiene carencias alimenticias, sufre de hambre ¿qué comerán hoy?, solo platos vacíos y miradas melancólicas servirán a la mesa.
Ante esta terrible realidad de pobreza y marginación, el clamor popular comienza a caer en la desesperación y la angustia, con mayor razón cuanto más que la cuarentena se ha vuelto ochentena. El pueblo exige que el gobierno apoye con despensas, que destine recursos para apoyar a cientos e incluso miles de hogares que hoy por hoy temen más al hambre que al coronavirus, es su obligación dado que ellos son quienes cobran los impuestos, el dinero que es de todos deben destinarlo ahora más que nunca al menesteroso.
¿Qué está haciendo nuestro flamante gobernador priista, Quirino Ordaz Coppel o nuestro presidente municipal morenista, Jesús Estrada Ferreiro? Absolutamente nada que no sea salir en la televisión, la radio y las redes sociales a proclamar su "máxima teórica": QuédateEnCasa. ¿Y los apoyos alimenticios, para cuándo? Ahí nuestros políticos guardan sepulcral silencio, ese es el singular y perverso mutismo.
Cuenta la historia que cuando Napoleón Bonaparte atravesaba el desierto del Sinaí, prueba inmensamente difícil, la fuerza de sus tropas mermó a falta del vital líquido y, cuando llegado el momento de sorber el último trago que un soldado acercó reverencialmente al gran conquistador, éste tomó el recipiente con sus dos manos, lo levantó al cielo y en lugar de inclinarlo rumbo a sus sedientos labios, las tropas estupefactas contemplaron la increíble escena: Bonaparte regó el agua. Luego dijo: o todos nos morimos o todos nos salvamos. Finalmente, vivieron para contarla. Los antorchistas hoy como siempre, estaremos en corazón y mente con los de abajo, no les daremos la espalda, compañeros, como no lo hemos hecho nunca, mucho menos ahora, prepárense para defender nuestro derecho a la existencia. Vale.
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