MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El Prometeo de la modernidad 

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De acuerdo con la mitología, “Prometeo era hijo de Jápeto y la oceánide Asia o de la también oceánide Clímene; era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia y engaños. No tenía miedo a ninguno de los dioses, ridiculizó a Zeus y a su poca perspicacia: urdió un primer engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa, dejó elegir a Zeus la parte que comerían los dioses; Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, y comen la carne.

Indignado por este engaño, Zeus prohibió a los hombres el fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo, lo cogió del carro de Helios y consiguió devolverlo a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse y utilizarlo para llevar a cabo sacrificios de animales. Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad.

Para vengarse por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y la envió por medio de Hermes al hermano de Prometeo, Epimeteo, en cuya casa se encontraba la jarra que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con ella para aplacar la ira de Zeus por haberla rechazado una primera vez (a causa de las advertencias de su hermano de no aceptar ningún regalo de los dioses; en castigo Prometeo sería encadenado). Pandora terminaría abriendo el ánfora, tal y como Zeus había previsto.

Tras vengarse así de la humanidad, Zeus se vengó también de Prometeo e hizo que lo llevaran al Cáucaso, donde fue encadenado por Hefesto con la ayuda de Bía y Cratos; Zeus envió un águila (hija de los monstruos Tifón y Equidna) para que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo este inmortal, su hígado volvía a crecer cada noche y el águila volvía a comérselo cada día. Este castigo había de durar para siempre, pero Heracles pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo, de camino al jardín de las Hespérides, y lo liberó disparando una flecha al águila y rompiendo las cadenas que lo sujetaban. Esta vez no le importó a Zeus que Prometeo evitase de nuevo su castigo, ya que este acto de liberación y misericordia ayudaba a la glorificación del mito de Heracles, quien era hijo de Zeus. Prometeo fue así liberado, aunque debía llevar con él un anillo unido a un trozo de la roca a la que fue encadenado.” (Mitología Griega, Gredos). 

Antes de decir otra cosa, quiero externar mi más sincera disculpa, a mi amable lector, por el abuso que hago al citar el mito de Prometeo, lo cierto es que, no es posible cortar o resumir tan importante mito, que si lo leemos con profundidad veremos que nos trae grandes enseñanzas y lecciones para la vida individual y social.

En el país entero y, obviamente, en el estado de Hidalgo, vivimos la mayoría de los hidalguenses, bajo el yugo y castigo de los dioses del Olimpo, privados de las cosas elementales para vivir lo más cercano o parecido a seres humanos. Por ejemplo, un millón 570,600 ciudadanos somos pobres, (el 50.8 por ciento de la población hidalguense). Hay que agregar que 252 mil paisanos viven en pobreza extrema, o sea, que puede que hoy coman, pero mañana quién sabe (8.1 por ciento de la población total); datos escalofriantes, pero oficiales, de acuerdo con el CONEVAL 2020 sobre la medición de pobreza en el país. 

Quiero sumar un dato más, lo que en estudios técnicos llaman persona “vulnerable por carencias sociales”, que no es otra cosa que pobreza por carencias, como: agua potable, drenaje, pavimento, caminos, electrificación, etc. Este rubro representa el 26.8 por ciento de la población total; es decir, que 830 mil 600 de personas carecen de al menos alguno de los servicios elementales ya mencionados.

Hay que poner los punto sobre las íes: si hablamos de alimentación nutritiva y de calidad, 882 mil 200 hidalguenses no tienen acceso, según estos datos estadísticos, pero, seguramente, durante la pandemia este dato se duplicó; ya no hablemos de los “alimentos nutritivos y de calidad”, sino simplemente del abasto de alimentos como el maíz, base principal de la dieta de los mexicanos, que escasea y por lo mismo su precio ha aumentado. 

En salud 833 mil 300 ciudadanos no tienen acceso a los servicios; en materia de vivienda, 244,000 no cuentan con techo de ningún tipo, donde, después de las largas y estrujantes jornadas de trabajo lleguen a descansar y tengan la seguridad de que sus hijos no estén a la intemperie. ¿Qué podemos decir del acceso a la seguridad social? Que para 2 millones 61,900 hidalguenses de 3 millones 84 mil que somos, es simplemente inalcanzable.

Por último, la cuestión educativa: 583 mil 400 niños y jóvenes presentan rezago educativo por falta de cobertura escolar. Si estos datos, que son aparentemente números fríos, causan indignación, para los habitantes de las comunidades de la Huasteca, Sierra Otomí-Tepehua y Valle del Mezquital, las condiciones son peores todavía.

Son estas las razones, fundamentalmente, por las que los Antorchistas no hemos dejado de luchar, a pesar de que poco hacían caso los dioses del Olimpo; al parecer Zeus, amante de los humanos, está en cautiverio y gobierna Hades en su lugar.

Los antorchistas, somos el nuevo Prometeo de la modernidad, nosotros hemos luchado y conquistados miles de paliativos para nuestro pueblo sufrido y sometido a la oscuridad. Seguros estamos de que, con nuestro esfuerzo, tesón en la educación política que llevamos a cabo y con esa chispa encendida en cada rincón de los pueblos, comunidades y colonias, prenderá la llama de la libertad para sacudirse el yugo de los opresores, de los dioses tiránicos que hoy se sienten intocables. Tuercen las leyes para detener nuestra tarea titánica, digna de Prometeo, así lo han consumado con nuestro compañero Domingo Ortega, preso político en Hidalgo, que cumple 50 días de cárcel gratuita, ¿Cuál es el delito que paga? El de querer iluminar, mostrar el camino a la liberación del pueblo hidalguense, exigir mejores condiciones materiales para que la gente viva de manera digna. 

Por tanto, no hay que amedrentarnos, ahora con más razón, con valentía y firmeza debemos tomar la antorcha, llevar ese fuego de bienestar y alivio para nuestro pueblo, aunque por ello se nos prive de la libertad. El pueblo organizado y educado será nuestro escudo, será nuestro abogado implacable, sabrá defendernos. Adelante.

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