En mi colaboración anterior intenté poner de manifiesto la importancia y la vigencia que el concepto de crisis general del capitalismo (acuñado por el marxismo), tiene para comprender en su profundidad y en su amplitud la crisis actual provocada por el coronavirus. Las consecuencias económicas, sociales, políticas e ideológicas de la crisis actual; evidentes a los ojos de todos y que han afectado al mundo entero y a millones de mexicanos en particular, pierden su carácter parcial aparente y configuran una totalidad al que el concepto de crisis general hace referencia. Es necesario analizar a la luz de este concepto, algunas de las tendencias en el capitalismo moderno que hicieron posible la desastrosa situación en la que nuestro país se encuentra y que el virus sólo vino a agudizar.
El neoliberalismo, forma actual del capitalismo y manifestación acusada de esta crisis se impone en nuestro país y en el mundo entero en la década de los 80´s y 90’s. La financierización de la economía a nivel mundial como consecuencia de la saturación de capitales y la consecuente disminución de la tasa de ganancia en los países capitalistas más desarrollados vuelve necesario encontrar los mecanismos adecuados como es el caso de los instrumentos financieros de deuda para colocar capitales en los países subdesarrollados que permitieran márgenes de ganancia mayores. La impagable deuda externa contraída por muchos países del tercer mundo como México durante la década anterior(70´s), trajo como consecuencia al estallar la crisis de la deuda la imposición de medidas unilaterales por parte de organismos como el FMI y el Banco Mundial. Dichos organismos impusieron una serie de políticas de corte monetarista (popularmente llamadas "neoliberales"), con el pretexto de "recuperar" los préstamos otorgados a numerosas naciones, empleando como principales instrumentos de política económica coercitiva (cuasi delincuencial), la drástica reducción del déficit fiscal y la obtención de la estabilidad macroeconómica a toda costa. Se obligó a los gobiernos a privatizar las paraestatales y la prestación de diversos servicios tradicionalmente en manos del gobierno como la banca, la Seguridad Social y el Sistema Educativo se fueron privatizando o abandonando de manera deliberada con el pretexto de disminuir la carga sobre las arcas estatales. La magnitud del despojo que supusieron estas medidas en los países subdesarrollados durante las décadas de los 80s y 90s, constituyen según Erick Hobsbawm una especie de "segunda gran fase de acumulación histórica del capital" a favor del capital internacional.
Este proceso resulta complementario a otras tendencias que terminan imponiéndose como la globalización de la economía. Esto se hace patente en aspectos como el crecimiento del número de empresas transnacionales/multinacionales; la configuración de las "cadenas globales de valor"; y el uso extensivo e intensivo de los llamados "paraísos fiscales". El desplazamiento geográfico de los tradicionales centros de producción industrial de los países "avanzados" hacia la periferia capitalista (piénsense en el desplazamiento de la industria automotriz de Detroit a México), provoca un reacomodo en la división internacional trabajo y el abandono del modelo de sustitución de importaciones por el modelo exportador. La deslocalización de fábricas y centros de producción a otros países, donde por lo general enfrentarán menores costos en mano de obra, menor presión en leyes laborales, menor cantidad de normativas gubernamentales, y reducción de otro tipo de costos, u otros beneficios cualesquiera obedece a la misma lógica del capital de obtener mayores márgenes de ganancia y trae consigo una elevada concentración de capitales y jugosos dividendos.
Las consecuencias sociales y económicas de este proceso son también notorias: Expansión y desconcentración de la producción industrial (generando desempleo en los países con fuerza laboral calificada y precariedad laboral en los países con mano de obra barata, receptores de la industria desplazada),ampliación de la brecha entre los muy ricos y los muy pobres, así como persistencia y agudización del hambre y la extrema pobreza, aumento de los flujos migratorios fuera y dentro de las fronteras nacionales, expansión urbana descontrolada (a diferencia de lo ocurrido en los países desarrollados, en la periferia este fenómeno de urbanización se produjo sin planificación y sin industrialización),decrecimiento de la producción, contaminación y deterioro ecológico generalizado, ampliación de la brecha de recursos invertidos en investigación y desarrollo (I+D) entre los países ricos y la periferia capitalista.
Como se puede observar, las condiciones económico-sociales sobre las que se asienta el neoliberalismo hoy en día no han variado en lo fundamental. Al contrario, con la 4T se han agudizado estas condiciones y el neoliberalismo se ha profundizado a pesar de su patético intento de declararlo muerto. La pandemia nos agarró con el neoliberalismo a cuestas: un sistema de salud abandonado y sin recursos, millones de mexicanos con trabajos precarios, sin prestaciones y sin acceso a la seguridad social, etc. y la respuesta ante la misma está fuertemente condicionada por las políticas neoliberales de la 4T y la subordinación de nuestra economía a la economía norteamericana. La falta de apoyos sociales mínimos para las familias más humildes y de los insumos médicos necesarios por parte del gobierno, los recortes en educación, ciencia, cultura, etc.; todo en aras de la "austeridad republicana" son medidas consistentes con las políticas neoliberales. El endeudamiento reciente con el Banco Mundial por un monto de mil millones de dólares, la reapertura de nuestra economía en pleno auge de contagios como acatamiento vergonzoso del gobierno mexicano a la reapertura de la economía norteamericana, etc. son muestra de esta situación excesivamente dependiente de nuestra economía y obedecen a la misma. Lo mismo sucede con la falsa expectativa de que la firma del T-MEC vendrá a solucionar en automático la crisis económica que se avecina sin necesidad de implementar medidas complementarias como apoyos fiscales, créditos suficientes a las pequeñas empresas, etc. En resumidas cuentas, el pésimo manejo de la pandemia por parte del gobierno, no se explica sólo por razones subjetivas como la falta de preparación, desidia o simple ineficiencia; obedece también a causas estructurales más profundas, inercia a la que el gobierno parece incapaz de escapar. Las consecuencias y manifestaciones políticas e ideológicas de la crisis las abordaremos en nuestra próxima colaboración.
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