Desde la fundación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921, el objetivo principal ha sido el desarrollo y mejoramiento gradual de la educación general en el país, tarea que sería realizada bajo la dirección de docentes preparados, investigadores y pedagogos conocedores de los mecanismos y políticas educativas que, en coordinación con la política nacional, convertirían al país en una nación progresista y con gente capaz de enfrentar los retos de la nueva modernidad que se presentaba. 98 años después, y tras diversas modificaciones no sólo a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, sino también a los mismos objetivos y planteamientos básicos de la SEP y la Ley de General de Educación, se han hecho múltiples reformas a la educación, con las cuales se pretende elevar la calidad de la formación de los mexicanos, misma que se ha visto mermada por diversos intereses políticos y sindicales, y que más que aportar al mejoramiento sólo han perjudicado. Es en este contexto que los gobiernos mexicanos le han apostado por establecer nuevas líneas de acción que mejoren los aprendizajes en los estudiantes, fortaleciendo para ello las áreas básicas del conocimiento, sin embargo, una de las partes elementales sigue rezagada y cada vez hay un mayor rechazo a su estudio, me refiero a las matemáticas.
No es difícil entender el porqué del rechazo a una de las ciencias más importantes, básicas y elementales que el hombre ha creado, en una sociedad en la que el pensar y razonar dejó de ser actividad primordial es claro que el estudio por las matemáticas se vuelve tedioso, aburrido y hasta innecesario para la población. El problema tiene diversas variantes, pero la principal es que no se le ha dado el impulso necesario para comprender la utilidad de la misma, su verdadera aplicación a la vida social y el impacto que tiene al ser entendida como una herramienta de estudio de la realidad objetiva; basta tan sólo con analizar los resultados que México obtiene en pruebas internacionales como el Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos de la OCDE (PISA por sus siglas en inglés), la cual revela que el desempeño de México se encuentra por debajo del promedio mínimo establecido por la OCDE (500 puntos), donde se obtiene en ciencias 416 puntos, lectura 423 puntos y matemáticas 408 puntos, en estas tres áreas menos del 1% de los estudiantes en México logran alcanzar niveles de competencia de excelencia, nivel 5 y 6 (Informe de Resultados PISA 2016). En promedio, el rendimiento de México en matemáticas ha aumentado 5 puntos cada tres años, pero los resultados del 2015 están por debajo al obtenido el 2009 (419 puntos); de los países que integran la OCDE, casi uno de cada cuatro estudiantes (23%) no al alcanza el nivel básico de competencia (Nivel 2) en matemáticas, los estudiantes que no logran este nivel pueden de vez en cuando realizar procedimientos rutinarios, tales como operaciones aritméticas en situaciones donde todas las instrucciones les son dadas, pero tienen problemas identificando cómo una simple situación del mundo real puede ser representada matemáticamente, por ejemplo, comparar la distancia total entre dos rutas alternativas, o convertir precios a una moneda (OCDE 2016). En México, 57% de los estudiantes no alcanzan el nivel básico de competencias y la proporción de estudiantes mexicanos que no logran este nivel mínimo permaneció estable entre el 2003 y el 2015; también uno de cada diez estudiantes en los países de la OCDE (10.7%) alcanzan un nivel de competencia de excelencia en matemáticas, en México sólo el 0.3% de los estudiantes lo logra.
Como se observa, querer revertir los resultados en esta área no es nada fácil, primero por la dirección política, económica y social que se tiene en el país y que se encuentra lejos de querer hacer algo en este terreno, segundo porque ese contexto diluye la atención de quienes son responsables de atender y vigilar los procedimientos y avances de la educación, ya que están más preocupados por intereses personales y políticos que se encuentran fuera del área que deben estimular.
Es por eso que el antorchismo, a través de Antorcha Magisterial y en coordinación con el Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (CEMEES), han impulsado la Espartaqueada Nacional de Matemáticas, un encuentro académico dirigido por el Dr. Romeo Pérez Ortiz, Doctor Físico-Matemático de la Universidad de Lomonosov de Moscú, Rusia, que pretende cambiar ésta realidad y con ello los resultados que México obtiene en pruebas académicas de este tipo. Este año se celebró la VII Espartaqueada Nacional de Matemáticas, que convocó a estudiantes de los niveles secundaria, medio superior, superior y profesionista de todo el país, para posteriormente ser ellos quienes, junto con Antorcha, le den ese impulso que le hace falta al estudio de la matemática entre el pueblo.
Desde hace 45 años el antorchismo se ha preocupado por resolver los males que aquejan al pueblo pobre, pero más que preocuparse ha emprendido diversas actividades empleando métodos y estrategias adecuadas a la realidad y que han dado resultado para revertir las condiciones en que se mantiene sumida a la inmensa mayoría, una de ellas es el desarrollo de un proyecto académico dirigido por el magisterio Antorchista, mismo que, desde su trinchera, también hace su papel por elevar la calidad académica de miles de jóvenes en edad de estudiar, es por eso que desde el 2013 se realizan las Espartaqueadas de Matemáticas. Este evento que tuvo lugar el fin de semana en Tecomatlán, Puebla, es para que el pueblo en general se acerque, conozca y compruebe que el trabajo de Antorcha no es sólo el de hacer marchas, sino una tarea más noble y clara, hacer de esta patria un lugar mejor, más justo y equitativo para todos.
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