La vida de los guerrerenses se complica en este tiempo de la pandemia, pues la gran mayoría de los trabajadores se desempeña en la informalidad, y esta circunstancia los obliga a salir diariamente de sus hogares en busca del sustento económico que cubra los gastos de alimentación de su familia. 8 de cada 10 trabajadores están en esta situación. Todavía se recuerda la última visita del presidente López Obrador a estas tierras surianas, en la que aseguró que la pandemia del covid-19 no nos haría nada. Pero hoy, a un mes de aquellas declaraciones irresponsables frente a los habitantes de Marquelia y Ayutla, en el estado se registran 119 contagios, 11 muertes, y un número indeterminado de migrantes fallecidos y contagiados en los Estados Unidos.
Aún no hay vacuna ni medicamento que combata al covid-19, solo escondiéndose de él se evitará el contagio y la muerte a causa del virus, por lo que se ha llamado a los guerrerenses, como a todos los mexicanos, a encerrarse en sus hogares, hasta que la Secretaría de Salud indique que el peligro haya pasado. Sin embargo, mientras el tiempo pasa, los gobiernos anuncian medidas más drásticas para que la población acate el encierro; los efectivos de la guardia nacional, las policías estatales, las policías municipales y hasta las comisiones de guardia de los comisarios municipales de muchos poblados, se declaran listos para hacer cumplir la orden de quedarse en casa. Toques de queda en municipios, zócalos cerrados con vallas, inflexibles retenes y amenazas de fuertes multas en las comunidades, son parte de las medidas para lograr que los guerrerenses se queden en casa. Sin duda, la medida de no salir de casa es la más aceptada, pues el virus solo pasa de persona a persona mediante diminutas e invisibles gotas de saliva que emite una persona contagiada a otra y mediante el contacto de una persona con un objeto infectado por el virus. Sin embargo, esta medida al parecer efectiva, uniformiza arbitrariamente la vida de los mexicanos, pone en igualdad a ricos y pobres, y esto es un disparate. Los pobres, con pequeños trabajos y con trabajos informales, no pueden darse el lujo de quedarse en casa, pues tienen que trabajar hoy para alimentarse mañana, el mísero salario no les permite hacerse de ahorros que les permitan adquirir los alimentos que satisfagan el hambre durante los meses que durará la pandemia, de tal manera que los guerrerenses pobres, que son la mayoría, están condenados a mayores sufrimientos.
Pero no solo el fantasma del hambre amenaza al pueblo de guerrero, también el sistema de salud pública no ofrece la seguridad de atención y curación si se contrae el coronavirus, dado que las condiciones materiales de los hospitales locales no son diferentes a las de los del resto del país, a todos les hace falta infraestructura, equipos médicos, medicamentos e insumos de protección. Y preocupa aún más cuando las declaraciones de las autoridades estatales dicen que para enfrentar la pandemia, se alinearán con todo lo que indique el gobierno federal, como si este estuviera a la altura de la gravedad del problema. Lo que distingue a la secretaria de salud federal son, datos falsos de contagios y muertes, adquisición mínima y de mala calidad de los equipos médicos, y una seguridad petulante de que en el país todo está bien. No hay duda, como siempre en los grandes problemas el pueblo se encuentra casi huérfano.
Y sin embargo, hay que resistir y vencer al covid-19, aún y cuando se cumpla hasta el límite el confinamiento obligatorio, se debe protestar y exigir que las autoridades, grandes y pequeñas, apoyen a todos los trabajadores con alimentos para que puedan superar el periodo de la pandemia, pues no deben olvidarse que la energía que pone en movimiento todos los instrumentos y mecanismos con que se producen los satisfactores que usa y disfruta la sociedad, está en el del cuerpo de los trabajadores del campo y la ciudad, en los obreros y campesinos de nuestra patria y del mundo, y si ellos faltan a causa del hambre y enfermedad, entonces sí, el problema será mayor.
Un programa nacional de distribución de alimentos para los trabajadores mexicanos sin ingreso fijo, es lo menos que debe dar al pueblo el gobierno federal en estos tiempos de aislamiento, tiene mecanismos para hacerlo, cuenta con la dirección de seguridad alimentaria (segalmex) que administra 27 mil tiendas Diconsa en todo el país con productos básicos y 600 centros de acopio de maíz, no hacerlo o seguir empecinado en el discurso de que en México vamos bien y que por tanto solo debemos escuchar y obedecer los discursos artificiosos, es poner en riesgo la vida de miles de mexicanos.
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