El pasado fin de semana San Luis Potosí fue sede del Encuentro Regional de Voces, rumbo a la Espartaqueada Nacional que realiza cada año el Movimiento Antorchista en Tecomatlán, Puebla, “La Atenas de la Mixteca”.
El evento resultó un éxito, no sólo por la nutrida participación de intérpretes de los ocho estados que conforman el regional norte, sino sobre todo por la composición del grupo, formado por integrantes de la clase trabajadora (obreros, campesinos, colonos, estudiantes pobres, etcétera), o sea, por lo que rigurosamente se define como pueblo. Asimismo, los asistentes presenciaron una altísima calidad interpretativa y el compromiso mostrado por quienes, con justicia, pueden ser llamados artistas.
?Sin tratarse de un concurso de música académica, destacaron las interpretaciones de música popular mexicana como La Llorona, El Rey, Cielo Rojo, etcétera. También hubo canciones un poco más “modernas” que, sin embargo, revelaron cierta selección al dejar fuera ritmos y letras poco edificantes; más emparentadas con “sonidos” y “significados” que apelan a las sensaciones más básicas y primitivas de la especie humana.
La cultura y la creación artística representaron, como asegura Federico Engels, un grado superior de los seres humanos que venían de un desarrollo de miles de años desde que el mono antropomorfo, el ser más “desarrollado” y “social” de todo el reino animal, bajó de los árboles para adoptar permanentemente la posición erguida y diferenciar más la función de las manos con respecto de los pies. Esto le permitió la elaboración de objetos para tomar de la naturaleza su alimento y luego, conforme se desarrolló gracias al trabajo, transformar la naturaleza.
Con esa transformación, satisfacía sus necesidades, tal como la domesticación de especies comestibles mediante la ganadería y la agricultura por ejemplo, que fueron posteriores al consumo de pescado, y que ya lleva implícito el uso del fuego, o el recolectar y cazar. Con esto no solamente cortó la cadena alimenticia que lo ataba a los bosques tropicales, sino que lo llevó a expandirse por toda la tierra, enseñoreándose de ella.
Con tal producción, el hombre transformó la naturaleza, al tiempo que se transformaba a sí mismo y a los suyos mediante la organización con base en sus lazos de parentesco y el desarrollo de la familia.
Transformaba también a la sociedad entera, hasta que dio origen a lo que conocemos como la historia antigua de las grandes civilizaciones, surgidas de la descomposición de la comunidad primitiva con sus ciudades Estado, su familia patriarcal, las clases sociales esclavistas y esclavos, la religión, el derecho, la filosofía, el arte, la ciencia, etcétera.
Todo lo que antes era común, se convirtió en propiedad privada de la clase social poseedora de los medios de producción, incluidos otros seres humanos a los que puso a trabajar a su servicio, terminando así la edad de oro de la humanidad.
Entonces emergió en ese tiempo el divorcio de lo que había sido hasta entonces unidad, floreciendo la contradicción entre el trabajo manual y el trabajo intelectual; separación que se desarrolló aún más en la edad media con la mistificación casi absoluta de la realidad.
Antorcha promueve el arte porque este devuelve un poco del trabajo intelectual del que se privó al pueblo hace miles de años con las clases sociales y el sometimiento al trabajo manual para producir riqueza.
En ese periodo, todo se atribuía, según la filosofía, a la idea universal, siendo la iglesia la rectora, casi absoluta, de la vida todo ese tiempo.
Con el modo de producción capitalista, el arte adquirió, como todo, las características de una mercancía que busca producir ya no elevación espiritual, sino ganancias para sus creadores, porque para eso se invierte: para sacar ganancia.
El caso de la música es ilustrativo porque apareció como emisión de sonidos hechos por el hombre de manera acompasada para hacer menos tediosa su labor manual y, posteriormente, como expresión natural de los sentimientos inherentes al género humano.
Ahora, la música se halla transformada en un producto “para escucharse”, para consumir todo cuanto tengan a bien los dueños de los medios proporcionarnos; siempre y cuando les produzca ganancia económica e ideológica. Por eso es importante el arte de Antorcha, porque Antorcha es pueblo pobre organizado.
Pero Antorcha no sólo hace arte para sí: lleva el arte a las colonias pobres, a las comunidades y escuelas marginadas, a las fábricas, etcétera. No sólo con presentaciones sino con la formación de grupos culturales, para que el pueblo trabajador vuelva a hacer arte y recobre lo que se le niega: el recurso efectivo para que lo aprecie y lo produzca.
Desde mi punto de vista, el arte no sólo es bello sino también útil, pues eleva el espíritu, desarrolla la imaginación, brinda concentración, desarrolla la inteligencia, aguza la memoria, aguijonea la creatividad y estimula la abstracción. Es decir, devuelve un poco del trabajo intelectual del que se privó al pueblo hace miles de años con la aparición de las clases sociales y el sometimiento al exclusivo trabajo manual para producir riqueza.
Por tanto, devolver el arte al pueblo no sólo es un acto de justicia social para que el ser humano pueda expresar libremente sus ansias de infinitud, sus anhelos, sus tristezas, sus sueños. También es una condición necesaria para imaginar, desear y materializar una sociedad mejor, más bella, justa y equitativa para todos los seres humanos.
En esa sociedad posible, los hombres pueden volver a ser hermanos, sin los horrores de la guerra impulsada por el insano afán de dominio sobre la humanidad entera de algunos cuya desmedida ambición los ha hecho ser, todavía, “lobos” de otros hombres.
Como dice la canción “Sueño imposible”: soñar con un mundo mejor, “al mal combatir sin temor”, y luchar hasta el último aliento. Esa es a mi juicio, la relación actual del arte con la lucha de clases.
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