MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El 1 de mayo y las tareas pendientes

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En el sistema capitalista hay dos grandes clases sociales: burguesía y proletariado. Los primeros son los propietarios de los medios de producción; es decir, son dueños de fábricas, transportes, bosques, minas, máquinas, medios de comunicación, cuerpos de agua, etcétera.

Se apropian de toda la riqueza que se produce; por su parte, los proletarios, tan sólo dueños de su fuerza de trabajo, se ven obligados a venderla para poder obtener los bienes y servicios que necesitan para vivir.

Mientras los medios de producción sean de propiedad privada, la mayor parte de la riqueza beneficiará a unos cuantos.

Como el patrón quiere ganancias exorbitantes, suele ofrecer salarios miserables y jornadas de trabajo extenuantes. De este hecho da fe la historia de cualquier país capitalista del mundo.

La voracidad del burgués lo llevó a que la jornada de trabajo fuera de hasta dieciocho horas y más todavía: debido a los salarios de hambre, los trabajadores estaban obligados a cubrir esas largas jornadas, y hasta niños y mujeres se empleaban durante extensas horas, en las que sufrían pésimas condiciones de trabajo. 

Federico Engels, fundador del socialismo científico, describe así la situación de los obreros ingleses: […] “Todo obrero, incluso el mejor, se halla, por tanto, constantemente expuesto a la miseria, o sea, a morir de hambre, y buen número de ellos sucumben. Las viviendas de los trabajadores son, por regla general, mal agrupadas, mal construidas, mal conservadas, mal ventiladas, húmedas e insalubres. En ellas, los ocupantes son confinados al espacio mínimo, y en la mayoría de los casos, duerme en una pieza por lo menos una familia; el moblaje de las viviendas es miserable, en diferentes escalas, hasta la ausencia total incluso de los muebles más indispensables. El vestido de los trabajadores es igualmente mediocre (mísero), por término medio, y un gran número de ellos viste andrajos. La alimentación es generalmente mala, con frecuencia casi impropia para el consumo, y en muchos casos, al menos en ciertos períodos, insuficiente, si bien en los casos extremos hay gente que muere de hambre”.

En nuestro país las cosas no eran distintas. De acuerdo con el texto titulado Condiciones de vida y de trabajo en la ciudad de México en el siglo XIX, los obreros tenían que cumplir jornadas de trabajo de quince horas; además, recibían salarios bajísimos en monedas de níquel y vales.

Para exigir mejores condiciones laborales, los trabajadores empezaron a movilizarse y, particularmente en Estados Unidos, el 1 de mayo de 1886 tuvo lugar una huelga en la que participaron 350 mil trabajadores que tenían por consigna: “8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 para la recreación”.

La primera respuesta que obtuvieron fue la represión más cruel: los organizadores de la huelga, ocho de los obreros más valientes, recibieron condenas de muerte y prisión perpetua. A propósito de este suceso, el poeta y revolucionario José Martí, quien presenció el juicio de estos valientes hombres, escribió: “Spies grita que la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”… luego lo ahorcaron.

Las palabras de este obrero fueron proféticas, pues, a pesar de la represión, muerte y castigo de muchos que lucharon por mejorar la vida de los obreros, se volvió realidad la jornada de ocho horas. Y no solo eso: también se mejoraron los salarios y se hicieron realidad prestaciones como el seguro social, las utilidades y el aguinaldo, entre otros derechos. De esto debemos concluir que sólo la lucha organizada traerá consigo mejores condiciones para los trabajadores.

Sin embargo, hay que decir que, a pesar de las mejores condiciones en la venta de la fuerza de trabajo, los obreros siguen siendo explotados. ¿Por qué? Porque mientras los medios de producción sean de propiedad privada, la mayor parte de la riqueza beneficiará a unos cuantos. 

Entonces, la tarea que sigue pendiente es lograr que la riqueza se reparta entre quienes la producen. Para lograrlo, debemos concientizar a los obreros; es decir, debemos hacer que ellos sepan que, aunque algo han mejorado su situación laboral, aún hay mucho por hacer.

Por ejemplo, sigue haciendo falta que los trabajadores y sus familias tengan acceso a una vivienda digna; sigue haciendo falta que los barrios en los que viven los trabajadores gocen de todos los servicios, como agua potable, parques, transporte, etcétera; sigue pendiente que los trabajadores tengan una jubilación digna. Y la única manera de lograr una vida digna para los trabajadores es haciendo que la riqueza se distribuya de manera social.

Por tanto, se hace imperiosa la necesidad de educar y organizar a los trabajadores, y para ello necesitamos que todos los estudiantes y profesionistas asuman el papel de educadores que hagan toda clase de esfuerzos para que la clase trabajadora sepa que en ella existe la fuerza para impulsar la profunda transformación que México requiere.

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