En la mayoría de las escuelas de nivel preescolar y primaria de todo el territorio nacional, padres de familia y maestros se preparan llenos de entusiasmo para celebrar el Día del Niño. Lo niños merecen ser celebrados porque son ellos el tesoro más preciado de los hogares y, por supuesto, un elemento valioso para México, empero, la realidad que vive el país nos obliga a reflexionar sobre esta fecha. ¿Basta un día para llenar de atenciones a los niños?
México es el país que tiene mayor número de niñas y niños huérfanos; actualmente son 131 mil 325 menores que perdieron a alguno de sus padres. Cabe señalar que estas cifras son las más altas entre países como Argentina, Brasil y Estados Unidos (EE. UU.) ¿Quién se hará cargo de estos niños?, ¿quién los cuidará, alimentará y educará?
Hasta febrero de este año, la Secretaría de Salud reconocía que habían muerto más de mil niños; los menores de 5 años son el sector de la población infantil en el que se registran más defunciones.
A pesar de la evidencia que existe sobre los riesgos en materia de salud a los que están expuestos los niños, hasta el momento el Gobierno federal sigue sin vacunarlos contra la covid-19, mientras ellos están propensos a contraer la enfermedad. En el contexto de la pandemia, los niños son víctimas de la covid-19 y de la indiferencia del gobierno morenista porque el presidente, Andrés Manuel López Obrador nada hizo para evitar que el coronavirus dejara en la indefensión a los niños, dado que miles de padres perdieron la vida por ese mal.
Aunque la Ley Federal del Trabajo prohíbe el trabajo a menores de 15 años y a los mayores de 15 y menores de 18 años que no hayan concluido su educación básica obligatoria, lo cierto es que el INEGI reconoce que del total de niñas, niños y adolescentes en condición de trabajo infantil, 1.8 millones se desempeñan en una ocupación no permitida; asimismo, que 262 mil realizan alguna ocupación no permitida y quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas, y que 1.3 millones realizan exclusivamente quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas.
Todos los eufemismos que usa el INEGI para categorizar los trabajos que desempeñan los niños solo son un disfraz para no hablar abiertamente de que los niños no deben trabajar, sino estar ocupados en su educación y sano desarrollo, pero no pasa así; por ejemplo, vemos a aquellos que hacen malabares en los semáforos o aquellos que trabajan en el tiaguis cargando cajas o vendiendo.
Está claro que si los niños se emplean es debido a las muchs carencias que viven en sus hogares, sobre todo en estos tiempos en los que cada vez se requiere más dinero para comprar la canasta alimetaria que ronda los mil 900 pesos.
En lo que respecta al acceso a la educación, los niños no solo han sido afectados por la deserción escolar; 5 millones 200 mil abandonaron la escuela obligados por las carencias económicas, junto con ello, las escuelas se encuentran con aulas sin mobiliario o talleres sin computadoras, sin tomar en cuenta el bajísismo nivel educativo con el que egresan.
A las calamidades antes señaladas hay que sumar una más que cada día se torna peligrosísima: de acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia (Redim), en 2021 se registraron más de 994 homicidios dolosos de personas de entre cero y 17 años; de estos 728 fueron asesinados con armas de fuego y, a las muertes violentas, hay que sumar la desaparición diaria de 12 menores.
Como se puede observar, el país en el que viven los niños y sus familias, no es el mejor. Cada una de las desgracias antes descritas son el resultado de una política que hoy se niega discursivamente pero que en los hechos sigue funcionando.
El neoliberalismo nunca será capaz de enfrentar los efectos más negativos de la economia capitalista; por el contrario, en muchos casos, los ha profundizado. Es evidente el aumento incesante del desempleo y del empleo informal que ha provocado que los niños tengan que trabajar para ayudar a la economia familiar; la creciente pobreza urbana y el creciente deterioro de la capacidad de los gobiernos para procurar el mantenimiento e incremento de la infraestructura escolar y su imposibilidad de garantizar las seguridad de los ciudadanos y sus bienes.
Se requiere de manera urgente que se implemente un modelo económico que garantice a los padres de familia trabajos dignos y salarios de calidad para que todos los niños tengan buena alimentación, vestido y techo digno.
Se necesita que se instrumente un modelo económico que destine recursos más que suficientes para que los niños tengan escuelas, parques recreativos, áreas verdes y todo tipo de sevicios que les permitan tener un vida digna; es necesario entonces cambiar el modelo económico para que todos los días sean de felicidad para los niños; para lograrlo, hace falta que padres de familia, maestros y estudiantes se eduquen políticamente y se organicen para que se comporten como el gigante que son, gigante que es capaz de transformarlo todo.
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