MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Despidos injustificados, dogmatismo y acumulación de capital

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Las consecuencias de la pandemia provocada por el coronavirus están golpeando al pueblo en general incluidos aquellos trabajadores que mantienen o mantenían un empleo formal. Se ha desatado un verdadero tsunami de despidos de obreros en todo el país. En las diferentes empresas, fábricas, maquiladoras y centros de trabajo, se preparan los representantes patronales para terminar con los contratos individuales de trabajo de miles y quizá millones de obreros que después de muchos años de servicio se verán privados de su única fuente de ingresos. Estos despidos son ilegales ya que la Ley Federal del Trabajo (LFT) no contempla la emergencia sanitaria, fase en la que actualmente nos encontramos, sino la contingencia sanitaria, señalando que en este periodo se deberá pagar un salario mínimo diario hasta por 30 días, para posteriormente hacer convenios -dependiendo de la capacidad económica de la empresa- para suspender temporalmente las relaciones de trabajo incluso sin goce de sueldo. Pero la LFT no señala la terminación de las relaciones laborales, por tanto, las empresas que en estos días disminuyan el salario o despidan a un trabajador estarán en la ilegalidad y el trabajador podrá proceder con la demanda correspondiente.

En el mundo la cantidad de despidos es verdaderamente sorprendente. Un periódico digital que no tiene nada de izquierdista publicó el pasado 8 de abril que "se perderán 195 millones de empleos en solo tres meses" por la pandemia, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (www.bbc.com). En Estados Unidos han sido despedidos más de 17 millones de trabajadores según fuentes oficiales del Departamento del Trabajo en prácticamente 21 días (publicado por www.efe.com de fecha 9 de abril). Y en nuestro país, apenas el 8 de abril "la titular de la STPS informó que entre el 13 de marzo y el 6 de abril se han perdido 346,878 empleos, en plena contingencia por la pandemia". La clase patronal, sin miramientos, ha echado y echará a la calle a miles y millones de trabajadores, sin observar las consecuencias que esto genera. Al despedir a un trabajador se generan dos privaciones; por un lado, se le priva de su actividad productiva diaria y, por otro lado, se le priva de la retribución de su fuerza de trabajo. En el primer caso, el hombre puede enclaustrarse temporalmente en su hogar, pero en el segundo caso, se le priva de lo indispensable para vivir, es decir, de la alimentación de él y su familia. En consecuencia, despedir a un trabajador privándolo de recibir un salario significa que el trabajador y su familia no podrán adquirir los productos mínimos de la canasta básica y, por ende, se le condena a sufrir las peores tragedias, entre ellas la propia muerte.

¿Qué hará la clase trabajadora sin pan y sin trabajo? En su lucha por la supervivencia, para no morir de hambre contraerá deudas con los familiares, con el tendero, con el banquero, con el usurero y en algunos casos con el gobierno. Aquellos que no cuenten con estas alternativas caerán en brazos de la delincuencia organizada y no organizada. Pero los efectos de esto no solo serán a corto plazo, sino a mediano y largo plazo: en el futuro, en caso de aplazamiento del problema sanitario, la clase obrera no tendrá para pagar deudas, no podrá pagar intereses y toda esta situación degenerará, como muchos pronostican, en una crisis económico-social que ya se vive ahora, que se agudizará en los meses venideros y se convertirá en una verdadera catástrofe nacional en los próximos años.

¿Y qué hace el gobierno ante dichos despidos? El pensamiento dogmático del presidente de México ante el fenómeno de los despidos no difiere mucho de su discurso ante todos los problemas del país. Por ejemplo, al preguntarle hace algunos días qué opinaba sobre la pandemia contestó que no nos debíamos preocupar tanto, que con solo sacar de la bolsa el escapulario y mostrárselo al coronavirus y decirle "Detente enemigo, el corazón de Jesús está conmigo", éste se detendrá y no nos hará daño. Al señalarle que las empresas están despidiendo obreros contesta "hago un llamado a todos los comerciantes, los empresarios para que se porten bien". Y cuando la prensa internacional le cuestiona ante el problema de la pandemia y que sus políticas no están dando resultado y que la sociedad mexicana debería de unirse y hacerle propuestas al presidente para enfrentar la pandemia, contesta que él no lee esos periódicos amarillistas como lo son también El Universal o Reforma, que son la prensa fifí. El dogma es la piedra angular de la religión pero en política también es muy frecuente, y consiste en que la persona no admite crítica o discusión alguna sobre sus afirmaciones, discursos, dichos, o en sus conversaciones. Esto lleva al autoritarismo, a la imposición y a la dictadura. Si esto es peligroso en un individuo común, se agrava mucho más cuando se trata del mandatario de un país. Pero el asunto se potencia y se vuelve peligroso a grado superlativo, cuando se trata de enfrentar una crisis económica, una pandemia o las dos cosas a la vez. Estas frases huecas sin la aplicación de medidas concretas, nos están llevando a una verdadera pandemia de despidos injustificados sin que la autoridad laboral tenga mecanismos de intervención y solución del problema. La Secretaría de Trabajo y Previsión Social y las Juntas de Conciliación y Arbitraje, se están convirtiendo en cómplices de las empresas al tolerar estas arbitrariedades y los sindicatos charros solo confirman su lealtad patronal y gubernamental al quedarse con los brazos cruzados.

Mientras el gobierno se lava las manos, la clase empresarial debería valorar la importancia fundamental de la clase trabajadora como generadora de la riqueza social, y antes de despedirlos deberían aquilatar a los trabajadores que han dejado su juventud en las diferentes fábricas y que ahora se verán privados de su única fuente de ingresos. Son los trabajadores quienes han producido las inmensas fortunas que hoy conocemos en nuestro país y en el mundo entero. Con el despido masivo de obreros la clase patronal demuestra que no le interesa la suerte de los trabajadores; demuestra que no está dispuesta a compartir la riqueza que las manos de los obreros han producido. Si a la clase obrera se le deja a su suerte estaremos ante una verdadera crisis que afectará no solo a la clase obrera, sino a los patrones y a la sociedad en su conjunto. ¿Quién comprará los productos acumulados en los almacenes si se priva del salario al obrero? Pero los grandes magnates parecen ser que no les importa esto. Hoy 16 de abril, la revista Forbes de México publica en su sección internacional "Jeff Bezos aumenta su fortuna tras incremento del 5 por ciento en acciones de Amazon" (gracias al incremento de ventas por el Covid-19, señala el cuerpo de la nota). En las desgracias de los pobres, los ricos del mundo se hacen más ricos. Mientras a unos se les priva de la única fuente de ingreso, otros acumulan más y más riquezas.

Vivimos pues en un mundo irracional dividido entre poseedores y desposeídos. Hegel dijo que "todo lo real es racional y que todo lo racional es real" pero también, por su propia esencia, lo racional deviene y se transforma en irracional. La acumulación de capital se está convirtiendo en algo irracional y se vuelve una necesidad su transformación en algo racional, en una sociedad donde la riqueza producida por los trabajadores sea también distribuida equitativamente en favor de éstos. En este sentido, los obreros de México debemos conocer las causas de la desigualdad económica y social para proponernos luchar para conseguir un verdadero cambio de modelo económico.

El día de ayer observé a un trabajador de los servicios públicos de limpieza que, afuera de una iglesia, se mantenía sentado en la banqueta. En sus manos sostenía abierta una Biblia, mientras sus cansados ojos miraban hacia el cielo como pidiéndole a Dios que terminara con la pandemia y no lo despidieran de su trabajo; o quizá le rogaba a Dios que cuidara de él y su familia. Pensando en los miles de trabajadores que hoy se han quedado sin pan y sin trabajo, recordé los versos de Salvador Díaz Mirón que dicen:

"Ha mucho tiempo que fui al bohío
y me parece que ha sido ayer.
¡Desventurados! Allí sufrían
ansia sin tregua, tortura cruel.
Y en vano alzando los turbios ojos,
te preguntaban, Señor, ¿por qué?
¡Y recurrían a tu alta gracia
dispensadora de todo bien!

¡Oh Dios! Las gentes sencillas rinden
culto a tu nombre y a tu poder:
a ti demandan favores lo pobres,
a ti los tristes piden merced;
mas como el ruego resulta inútil
pienso que un día ¡pronto tal vez!
no habrá miserias que se arrodillen,
¡no habrá dolores que tengan fe!"...

Al obrero que hoy despiden o mañana despedirán, no le queda otro camino que unirse para defender sus derechos como clase social, es decir, organizarse y luchar para defender sus derechos inalienables. Pero aún más, debe pensar en organizarse y luchar para construir una sociedad más justa, un México donde se distribuya equitativamente la riqueza y donde no haya más miseria. Ese futuro cada día se acerca más y su realización será inevitable.

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