MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

CUENTO | Libros, alas de libertad

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Cubierta por un diáfano cielo azul, rodeada de montañas y aire puro, corre descalza Iro Yuyu, una pequeña de 10 años que no sabe que, atrás de esas montañas que observa, hay lugares diferentes, culturas diferentes y un mundo que puede alcanzar con sus pequeñas y frágiles manos.

En muchas ocasiones, cansada de hacer sus tareas como ayudarle a su mamá con los quehaceres de la casa, darle de comer a las gallinas, pastorear a los chivos y correr tras un becerro que intentaba salir del camino, se sienta exhausta en una ladera, desde donde sólo observa montañas, una tras otra, hasta donde alcanza su vista, piensa quizá, que no hay nada más, que esos cerros vigías, testigos de las innumerables historias de La Montaña de Guerrero, región célebre por su rezago y pobreza ancestral…

Va en tercero de primaria, a la que acude feliz cuando van los maestros; ávida de aprender, lee y relee los textos, con una mirada vivaz y haciendo mil preguntas. Su mirada se pierde en la lejanía, mientras el frío viento ondea su amplia falda y agrieta sus mejillas.

Sabe que nació en un pueblo de Cochoapa el Grande, uno de los municipios más pobres de México y de Latinoamérica, donde no llegan los servicios médicos ni los apoyos del gobierno federal porque no hay caminos y los pocos que existen, están totalmente destrozados, empeorando la situación en temporada de lluvias, cuando prácticamente es imposible transitar, dejando a cientos de pobladores totalmente incomunicados.
Ver una camioneta volcada, remolcada por otro vehículo con una cuerda, es común en esta zona. Sabe que su mamá se casó muy joven, que su prima, de 13 años, se casó recientemente, incluso asistió a la boda que duró tres días; sabe que varias de sus amigas pronto se casarán y que sus papás también arreglarán su matrimonio.

Sin embargo, un cuento infantil (Encantada), hizo que su imaginación volara y cruzara esas montañas, se atrevió entonces a preguntar a su maestro si hay vida detrás de lo que ella ve; él respondió que sí y le explicó que es totalmente diferente, que las niñas estudian primaria, secundaria, preparatoria y hasta la universidad, también que pueden ser maestras, doctoras, enfermeras y todo lo que anhelan.

Una chispa en su clara mirada, hizo que brillarán de ilusión sus ojos y desde ese día, pidió al maestro que le llevara libros, que leía con avidez propia de una niña que acaba de enterarse que, La Montaña, es sólo una pequeña porción de tierra de un mundo que está decidida a explorar. El docente le lleva cuentos infantiles y muchos libros; a los 12 años, contrario a las y los niños de su municipio, ya lee a la perfección y habla claro, sin titubeos.

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