MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Contra la estulticia, arte del pueblo, por el pueblo y para el pueblo

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“La obra de arte crea un público sensible al arte y capaz de gozar la belleza, La producción no produce, pues, sólo un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto.”

C. Marx


Invito a todos a quienes alcance esta humilde colaboración, a que participen y disfruten del XXII Encuentro Nacional de Teatro que realiza el Movimiento Antorchista Nacional, en estos días, en la sala de conciertos Elisa Carrillo del Centro Cultural Bicentenario Mexiquense, ubicado en Texcoco, Estado de México, y los invito pensando en su bien y en el de todos los mexicanos.

No, no es exageración. Nosotros los antorchistas estamos plenamente convencidos de que el buen arte, como en este caso el buen arte dramático, es un instrumento fundamental en nuestra tarea de vida: sobre un México desigual e injusto, que ya está destrozado y en ruinas en muchos de los principales aspectos, construir de pies a cabeza una nación más orgullosa, más poderosa y más justa para todos.

Trataré de argumentarlo, aunque a grandes brochazos. Como resultado del desarrollo del pensamiento en las llamadas ciencias sociales, hoy sabemos que todas las manifestaciones del espíritu humano, sea el pensamiento, la educación, la misma ciencia, la filosofía, la política, y el mismo arte, que es de lo que estamos hablando, así como todas sus creaciones sociales e instituciones, tales como los sistemas de leyes, ideas éticas y estéticas, las religiones, las relaciones familiares, las creaciones artísticas (las bellas y las manuales), el estado y sus normas, etc. todo esto que conforma la estructura social, tiene sus fundamentos y explicaciones en la estructura económica de la sociedad, que ha permitido su desarrollo hasta su situación actual y la determina también en su futuro.

Por eso, se dice que su evolución siempre va a la zaga del desarrollo de la estructura económica, que puede avanzar la capacidad productiva de la humanidad, pero la estructura (superestructura) social tiende a desarrollarse como si la jalara aquella. Aunque también se señala que esta superestructura social juega un papel activo, no solamente para ayudar a producir y reproducir a la base económica que la determina, sino a mantenerla y protegerla.

Por eso el surgimiento de nuevas ideas que rebasan el estado del desarrollo de la base económica, que se elevan por encima de este y van más allá, se convierten, para esa misma base, en ideas subversivas, rebeldes, antisistema, dicen ahora; y son perseguidas, a pesar de lo cual surgen, como un grito de rebeldía, que no es sino un reflejo de las contradicciones que se están desarrollando precisamente en la base económica y que auguran una explosión social que la trastocará.

Todo este argumento pareciera indicar que, entonces, no tiene caso destinar tiempo y esfuerzo a transformaciones en la superestructura social, puesto que esta depende de la base económica y que, luego, lo que se debiera hacer es transformar la base económica y con ello, por efecto, se desarrollará también la nueva superestructura social.

Traducido al tema, pareciera que entonces, los revolucionarios, los que quieren transformar a la sociedad por una mejor, no deben perder el tiempo en actividades como estas del Teatro, el Canto, la Danza, la Ciencia, el Deporte, etc., pues se deben dedicar en cuerpo y alma a transformar la base económica.

Pero esto no es así, sino, más bien, como lo dijo Carlos Marx en su Contribución a la crítica de la economía política, que es la cita al inicio de este escrito "la producción no produce, pues, sólo un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto", es decir, que toda la sociedad capitalista, tanto en su base como en su superestructura, ahorita, tiene la tarea de crear los sujetos que su base económica necesita, y los crea: sujetos productivos pero dependientes del sistema, ávidos consumidores de lo que al sistema le conviene, ignorantes, perdidos en los vicios y las trivialidades, ilusionados con dinero fácil que nunca van a tener, para gastar en lujos que no están a su alcance real, envidiosos, egoístas, y sumisos, conformes con su salario de hambre y con la superestructura social que el sistema les da.

Si le queda la duda, pregúntese, amable lector, ¿acaso cree que es casualidad que los gobiernos no quieran promover el buen arte entre las masas trabajadoras?, ¿será casualidad que estos y los grandes capitalistas del planeta gasten chorros de dinero para promover y elevar a la estatura de artistas a verdaderos mastines de la estulticia y la enajenación, cantantes que loan a la droga, el alcohol, el sexo desenfrenado y sucio, el crimen y el abuso, el despilfarro y la lujuria?, ¿es accidente o fruto del desarrollo espontaneo que las redes sociales estén llenas de necedad y lubricidad?, ¿es casualidad inocente que los programas de telenovelas y comediantes estén llenos de groserías y dobles sentido, e historias fantásticas y ridículas que parecen destinadas a destruir neuronas? No se engañe, eso no es espontaneo, esos no son artistas emergidos del pueblo, ni es libertad de pensamiento, sino imposición y manipulación de los grandes poderes económicos que los promueven y patrocinan, porque necesitan un pueblo dormido, ignorante vicioso, desunido y sumiso.

Quienes quieren un mejor futuro deben luchar hoy y aquí contra esa estulticia promovida, contra la mediocridad e ignorancia impuestas por la fuerza de las clases dominantes, sobre todo porque en ese derrotero hacia el futuro, se necesita la participación multitudinaria de ese mismo pueblo que hoy está idiotizado, pero no así como está, sino elevado por encima de lo que el capitalismo quiere de él, educado, organizado, unido en torno a una causa común, conscientes de ella y entregados a ella, pero primero debe verla, debe elevar su mirada y su pensamiento por encima de su simple realidad de mexicano pasivo, sentirse iluminado y motivado por ella para que se levante y ande a buscarla.

Para crear esos hombres que del cambio, se necesita ya (sin esperar a que cambie la base económica) transformar su mente, su espíritu, y el mejor modo de hacerlo es el arte, el buen arte, el que le abra la mente y lo convierta en un ser de pensamiento universal, capaz de ver más allá de su realidad inmediata, desear una realidad mejor y disponerse a lograrla mediante su acción decidida.

Los revolucionarios de hoy, debemos producir primero al sujeto de la revolución con esas mismas masas que hoy están adormecidas por la cultura y el arte capitalista. Y para esto no necesita crear un nuevo arte, sino llevarle el que ya existe, el buen arte, llevárselo a donde sea y como sea, a pesar y hasta en contra de los poderosos que se oponen y que habrán de perseguir, como siempre lo han hecho, a los prometeos del arte de todos los tiempos.

¿Quiénes lo van a hacer? Los que quieran y puedan. Y quienes ya lo están haciendo son los mexicanos que han entendido el mensaje de Antorcha, es ese mismo pueblo que va despertando, y se ha dado a la tarea de rescatar el buen arte, el buen teatro en este caso, para llevárselo a cambio de nada (ni siquiera de las gracias), a sus hermanos del pueblo.

Vea usted, amigo, que no exageraba al decir que este XXII Encuentro Nacional de Teatro, y toda la labor cultural del Movimiento Antorchista, no es otra cosa, en estricto sentido, sino el pueblo haciendo arte, es el arte del pueblo, por el pueblo, y para el pueblo, luchando contra la estulticia.

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