MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Chiapas, entre el abandono, la pobreza y el narcotráfico

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Chiapas es uno de los estados más pobres y olvidados del país. Con la mayor parte de su población perteneciente a las razas indígenas tzotzil, tzeltal, tojolabal, chol y zoques, casi todas descendientes de la cultura maya, durante toda su vida han sido víctimas de maltrato, discriminación y desprecio de los cacicazgos, en contubernio con quienes han tenido el poder en el estado y el país.

Es una entidad con características históricas muy particulares. Hasta 1824, víctimas del abandono de la Nueva España y de la Capitanía de Guatemala, de la que era parte, por lo poco atractiva de su economía, decidió su incorporación a México, quedando acostumbrados a formas políticas y estructuras de gobierno distintas.

Según el Coneval, ocho de cada diez habitantes viven en situación de pobreza y el 40 % en situación de pobreza extrema, es decir, padecen falta de comida. 

La población indígena de casi un millón de habitantes, el 26 % del total, se ha mezclado muy poco. La distancia, entre otros factores, hizo que la Revolución mexicana no influyera en el estado, por lo que las fuerzas del Gobierno no lograron imponer criterios sociales, ni se hicieron reformas a la tenencia de la tierra.

Los terratenientes explotadores, acostumbrados a mantener un régimen de servidumbre y un poder sin límites, evitaron el reparto agrario.

Por ello, el rencor, la indignación y el resentimiento hacia las clases explotadoras sirvieron de caldo de cultivo para el surgimiento del movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

El 1 de enero de 1994, nació con el “objetivo” de derrocar al Gobierno y establecer una “democracia participativa”, que terminó en nada más que un movimiento mediático internacional, mientras los campesinos continúan en condiciones de explotación, iguales o peores.

Actualmente, según datos del portal de estadísticas alemán, Statista, el 75 % de la población en Chiapas vive en situación de pobreza, seguido de cerca por Oaxaca y Guerrero.

Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), ocho de cada diez habitantes viven en situación de pobreza y el 40 % en situación de pobreza extrema, es decir, padecen falta de comida. 

Chiapas también ocupa el primer lugar nacional en rezago educativo con 12.9 % de analfabetismo y un promedio de escolaridad de la población mayor de quince años de 7.8, equivalente al segundo año de secundaria, cuando el promedio nacional es de 9.7 grados.

De igual forma, en febrero de este año, el Coneval señaló que siete de cada diez habitantes tienen carencia de acceso a la salud, el 80 % de la población trabaja en la informalidad y quienes lo hacen de manera formal no están afiliados a los sistemas de salud del IMSS o el Issste. 

Se puede enumerar una cantidad preocupante de cifras negativas que muestran el verdadero rostro de Chiapas, con una profunda desigualdad social y económica, resultado del abandono de los “Gobiernos de la Revolución”, de los promotores de la “Justicia social y el bien común” y “Por el bien de México, primero los pobres”.

Además, cae sobre ellos como maldición el terrible mal de la delincuencia organizada, resultado de la tonta política de los abrazos, por los que en los primeros meses de 2024 se registraron 116 homicidios dolosos, que representa un incremento de 76 % en comparación con el mismo periodo de 2023.

El incremento de la violencia por una guerra entre cárteles, con bloqueos, reclutamientos forzados y decenas de muertos en las empobrecidas regiones de Frontera Comalapa, Chicomuselo, La Grandeza, Bella Vista, Siltepec, El Porvenir, Zacualpa, La Concordia y muchos otros, ante la pasividad y el contubernio de los Gobiernos, resulta un peligro inminente para la población civil que ha optado por emigrar, abandonando sus viviendas al vecino país de Guatemala en busca de seguridad, como recientemente lo acaban de hacer alrededor de 600 chiapanecos.

Y con una desvergüenza y conchudez, el líder de la bancada morenista en el Senado, Ricardo Monreal, declara ante los medios informativos que aunque es obligación del Gobierno mexicano otorgarles protección y seguridad, se trata de una “situación lamentable” y que “las fuerzas federales ya están tomando cartas en el asunto para tener mayor control de la región”.

Mientras tanto, Andrés Manuel López Obrador declara como la fresca mañana que las cifras delictivas en Chiapas van para abajo. “Vamos avanzando”, dice con cinismo. ¿Pues no que primero los pobres?

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