Unos meses antes de las elecciones federales, cuando se veía ya como algo seguro el triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), una buena parte de la intelectualidad mexicana echó las campanas a vuelo, debido a que según ellos, en México se avecinaba una coyuntura política parecida a la que vivió el país durante la época del Gobierno de Lázaro Cárdenas, y según esos mismos intelectuales, se podría dar otra vez la posibilidad de realizar grandes e históricas transformaciones sociales.
Comentaristas y articulistas de diversas tendencias políticas decían que por primera vez en el país gobernaría la izquierda mexicana, y en diversos foros organizados por la intelectualidad, se daba por hecho que al triunfo de AMLO, se verían en el país grandes cambios.
Ahora ya casi para terminar el sexenio, ¿dónde han quedado esos cantos triunfales?, ¿esos vaticinios de grandes transformaciones? Pues han quedado en simples expectativas. Mientras más se acerca el final de este gobierno, se ve más claro un panorama desolador en todos los horizontes sociales del país.
La reciente tragedia ocurrida en Acapulco y otros municipios de Guerrero ha quitado nuestra atención de los otros aspectos de la tragedia nacional. Por eso aquí quiero referirme a uno de esos aspectos trágicos que padecemos y que es uno de los más importantes para la vida de cualquier nación. refiero a la cuestión educativa, la cual se encuentra por decirlo con suavidad, en una situación deplorable.
Como se sabe, en los primeros días de septiembre, fue turnado al Congreso el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF), donde se hace de manera oficial la propuesta de cuantos recursos económicos se destinarán para atender las necesidades en materia de salud pública, seguridad, infraestructura y entre otras las de la educación pública durante el siguiente año en todo el país.
Casi la totalidad de los medios informativos, tanto impresos como digitales, se han referido al tema en términos idénticos, con algunas variantes en las cantidades y porcentajes que manejan. Todos coinciden en que el dinero destinado a la atención de la educación en el país es insuficiente para afrontar los retos y rezagos que en este rubro tenemos. La mayoría de los medios afirman que con respecto a sexenios anteriores, en el caso de la educación pública no solamente no avanzamos sino que hemos retrocedido.
Se dice por ejemplo que en 2022, el gasto para educación registró su nivel más bajo en los últimos diez años, pues de acuerdo con datos de la SHCP, los egresos destinados representaron apenas el 2.9 % del PIB, mientras que el presupuesto del 2015 rebasó el 3 %. Diferentes medios coinciden que 2015 fue el año que más recursos económicos se destinaron a la educación pública en la última década.
El Financiero publicó el 21 de septiembre de 2023 un artículo abordando el tema, titulado: “El presupuesto educativo es insuficiente”. La revista Nexos también publicó un análisis detallado del tema y apoyándose en declaraciones del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), apunta lo mismo: “El presupuesto educativo para 2024 es insuficiente”.
En una publicación digital de Vanguardia se afirma que si tal presupuesto fuera una moneda de diez pesos, 6.3 irían a educación básica preescolar, primaria y secundaria; 3.0 a educación media superior y superior (1.4 y 1.6 pesos respectivamente) y los 7 centavos restantes irían a posgrado, educación para adultos y otros servicios educativos.
Tomando en cuenta la matrícula total de alumnos que atiende la educación pública, el presupuesto considera un gasto promedio de 33,192 pesos por estudiante. Enfocándose sólo en la educación básica, se destinará el 62.5 % del total del presupuesto, equivalente a 637 mil 503 millones, los cuales repartidos entre 21.5 millones de estudiantes, será de alrededor de 29 mil 666.3 pesos por estudiante.
En el total del presupuesto no se consideran recursos para apoyar la formación del personal educativo, atención a la infraestructura y mucho menos a las actividades científicas. Insisto, el panorama educativo en México es catastrófico, igual que el panorama de hoy en Acapulco.
Si el huracán “Otis” destrozó una parte importante del país, el huracán AMLO de la 4T está devastando toda la nación pues, tomando en cuenta lo que ocurre con la educación, debemos afirmar que no es posible construir un país próspero con analfabetas funcionales, con cero producción tecnológica y con cero desarrollo de la actividad científica.
Los que ya sabíamos quién es AMLO y lo que representan él y su partido Morena, no estamos sorprendidos por los resultados de su gobierno. Los resultados del actual sexenio se corresponden de forma lógica y congruente a los intereses que realmente representa el presidente, pues AMLO no es representante como dicen muchos, de la izquierda mexicana; él es representante de la falsa izquierda o, dicho de otro modo, de la derecha disfrazada de izquierda, y todas sus acciones como gobernante así lo confirman cada día.
Todas las acciones de gobierno de López Obrador demuestran que realmente los pobres no le interesan, o que le interesan solamente como botín electoral.
Todas las acciones de gobierno de López Obrador demuestran que realmente los pobres no le interesan, o que le interesan solamente como botín electoral, pero no le interesan como clase social a la cual se debe ayudar en su emancipación.
Hablando históricamente, la educación en México ha tenido un devenir y evolución tal como ha ocurrido en todo el mundo. Aníbal Ponce, en su brillante obra Educación y lucha de clases, dice que desde que desapareció la comunidad primitiva y apareció la primera sociedad dividida en clases, conocida como “esclavismo”, la educación pasó a estar controlada por las clases explotadoras.
La escuela, tal como la conocemos hoy día, es producto del surgimiento del capitalismo, la clase explotadora de los capitalistas, y cuando esta tomó el control político del Estado, también tomó el control de la educación.
La escuela obligatoria, laica y gratuita nació como una bandera revolucionaria de la burguesía mundial en ascenso y como uno de los derechos del hombre. Pero una vez que se consolidó en el poder la clase capitalista, se cuidó de que en las escuelas no surgieran mentes críticas, científicas o rebeldes y entonces diseñó los planes de estudio para que las escuelas generen únicamente trabajadores capacitados y obedientes.
En el México revolucionario, como en el mundo, con el ascenso de la burguesía mexicana al poder, la educación pública recibió un fuerte impulso en el que participó la inteligencia mexicana con personajes como José Vasconcelos, primer secretario de educación durante el gobierno de Álvaro Obregón.
Vasconcelos se afanó en llevar cultura y literatura universal a todos los rincones de nuestro empobrecido país y antes el maestro Rafael Ramírez, durante el fugaz gobierno de Francisco I. Madero, ya estaba actuando en la creación de las escuelas rurales con el claro propósito de redimir y hacer más humana la vida del campesinado.
Años después, vino el Gobierno de Lázaro Cárdenas, que apoyándose en las masas marcó el auge de la revolución burguesa y la consolidación definitiva de la burguesía mexicana en el poder. En el periodo cardenista se impulsa la educación socialista, que había comenzado desde el Gobierno de Calles, como un intento de consolidar el laicismo en la educación.
Pero es con Cárdenas con quien el proyecto de educación socialista toma mayor auge, con lo cual no se intentaba desaparecer la propiedad privada de los medios de producción, sino simplemente, digamos, se pretendía modernizar a las masas populares que habían permanecido durante décadas bajo el dominio del oscurantismo y fanatismo de la religión. Como resultado de ello, en el México del periodo cardenista, se logró alfabetizar a más de millón y medio de personas, se incrementaron las escuelas de todos los niveles y sobre todo las secundarias técnicas; también se creó el Instituto Politécnico Nacional, seguramente con el propósito de formar obreros preparados, así como los técnicos e ingenieros que requería la industria capitalista nacional en su desarrollo.
Después de Cárdenas, la educación pública se estancó, los diferentes gobiernos que le sucedieron no le dieron la debida importancia y las escuelas poco a poco se fueron elitizando, a tal grado que en nuestros días, los estudiantes pobres, hijos de las clases trabajadoras no tienen muchas posibilidades de ingreso para su formación profesional.
Pero esto se debe a que la nueva clase explotadora, la clase capitalista, ya es dueña absoluta tanto del poder económico como del poder político.
Actualmente, los negocios marchan viento en popa y así marcharán, mientras no existan maestros o estudiantes que amenacen la tranquilidad y estabilidad social. Por eso desde la Secretaría de Educación Pública se impulsa no la educación sino el adiestramiento, de tal forma que no surjan en las escuelas mentalidades críticas, científicas ni humanistas, que pudieran poner en riesgo los negocios y las ganancias del gran capital.
En la farsa del gobierno izquierdista de López Obrador, donde como él mismo afirma, los ricos no han dejado de enriquecerse, últimamente se ha tratado de poner en práctica una seudoreforma educativa, mal diseñada, mal orientada y que no responde a las actuales necesidades sociales e históricas del país. Tal reforma educativa desde su nacimiento está condenada al fracaso más estrepitoso, porque nació con los lentes distorsionados de la demagogia.
En conclusión, siguiendo el hilo de nuestro desarrollo histórico, el panorama educativo del país habrá de mejorar sustancialmente cuando gobierne la verdadera izquierda que, afortunadamente, sí existe en México, y que no es otra que la corriente espartaquista que surgió en el seno del desaparecido Partido Comunista Mexicano, alentada con la crítica política de José Revueltas hacia las deformaciones y envilecimiento teórico y práctico en que cayó el PCM.
El antecedente del cual habrá de surgir el verdadero cambio y la superación de la crisis en que hoy se encuentra la educación pública ya existe y está escrito en el proyecto que dio origen a la Universidad de Chapingo. Ese documento contiene un verdadero enfoque científico, popular y democrático para el quehacer educativo, y en su momento podrá hacerse extensivo a todo el sistema educativo nacional.
El documento se llama “Proyecto Uach” fue escrito por uno de los espartaquistas más consecuentes, a principios de la década de los años setenta; documento que han tratado de mandar al olvido, pero que habrá de reaparecer en el momento más necesario, como el espíritu pensante al que se refería Engels en las palabras últimas de su introducción a la “Dialéctica de la naturaleza”.
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