Casi 48 años han pasado desde que surgió en la escena el Movimiento Antorchista Nacional, desde entonces hemos promovido una distribución más justa y equitativa de la riqueza social, para ello hemos desempeñado como tarea central, educar y organizar al pueblo trabajador para que participe activamente en la búsqueda de este objetivo.
Muchas han sido las dificultades que hemos enfrentado, desde las campañas de desprestigio emprendidas en todos los niveles de gobierno así como brutales agresiones que han costado la vida a una larga lista de luchadores sociales que hoy recordamos como mártires; y desde luego la cerrazón absoluta de las autoridades que han inventado cualquier tipo de excusa para justificar su negativa a la solución de las demandas sociales.
Los pronósticos de nuestra pronta desaparición han sido recurrentes, todos ellos han sido vinculados a gobiernos de distinto origen partidario que amenazan con no resolver solicitudes, o al menos a escuchar las demandas que hemos expuesto.
Pero a pesar de todas las adversidades seguimos aquí, firmemente unidos y dispuestos a trabajar hombro con hombro con los que menos tienen. ¿Cuál es la explicación a ello? ¿Por qué han fallado los pronósticos? La explicación es muy simple, el problema que origina nuestra lucha sigue presente: el terrible desequilibrio social que causa desempleo, pobreza, inseguridad y marginación siguen afectando al pueblo, además somos conscientes que para cambiar la realidad resulta necesaria la unidad de los trabajadores para que estén dispuestos a impulsar una sociedad más justa con todos.
En consecuencia, aunque se esfuercen en denostarnos, aunque la soberbia y el desdén sea la práctica recurrente no desistiremos jamás, pues nuestro ideal es perfectamente posible y absolutamente necesario, por tanto esperaremos una eternidad si se requiere para lograr nuestro objetivo.
Dicho lo anterior y haciendo el llamado a mis queridos compañeros a no desistir, creo conveniente hacer referencia a lo siguiente:
Primero. En junio del año pasado se celebraron elecciones donde se renovó la gubernatura, el congreso local y los 58 ayuntamientos, esto dio lugar al cambio de partido en el poder estatal y en varios de los municipios, luego se vivió la transición gubernamental en septiembre, o sea, que al concluir el año apenas habían transcurrido tres meses y medio de las nuevas administraciones.
Segundo. Un argumento recurrente de las nuevas autoridades era la falta de recursos o la programación previa de los presupuestos lo que impedía atender cualquier petición.
Tercero. En los casos en que hubo cambio de partido, la inexperiencia de los nuevos funcionarios o incluso la desmedida alegría que en ocasiones rayaba en la prepotencia, impedía saber si estábamos ante limitaciones reales o actos de soberbia oficial, por lo que una reacción igual implicaría un despropósito que en nada abonaría a la solución de los problemas.
Por todo lo anterior la prudente espera constituía la única salida razonable en aquel momento, pero las cosas han cambiado, ya ha transcurrido el tiempo necesario para el aprendizaje de los nuevos funcionarios, mientras la realidad ha obligado a muchos de ellos a poner los pies en la tierra.
Aunado a ello, el nuevo año también trajo el diseño de presupuestos y políticas públicas propuestas por los actuales gobernantes, de tal manera que ahora resulta poco creíble esgrimir argumentos que justifiquen la falta de atención a las demandas sociales, de ahí que llegó el momento de acudir ante los funcionarios de los tres niveles de gobierno, sí de manera respetuosa, serena, pero con determinación y firmeza a pedir atención.
Con estos antecedentes hago un llamado a mis compañeros antorchistas a prepararnos para la lucha, estemos seguros que en muchos de los casos es sensato exigir que pasemos del diálogo a las soluciones reales pues ha transcurrido el tiempo prudente y los problemas ya no pueden esperar más.
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