MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Ante el imperialismo, urge a México un nuevo proyecto de nación

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El mundo atraviesa un cambio de era. Las estructuras que por décadas sostuvieron el orden global se resquebrajan y, en su agonía, el imperialismo muestra su rostro más despiadado: el fascismo. Este fenómeno no es ajeno a México, víctima histórica de la voracidad estadounidense y hoy testigo de una escalada de violencia contra sus migrantes.

Pero la raíz del problema no se limita a la retórica de Donald Trump; es el síntoma de un capitalismo senil que, ante su declive, recurre al proteccionismo, la xenofobia y la represión.

La persecución de migrantes latinoamericanos en Estados Unidos, especialmente mexicanos, no es un capricho de Trump: es la consecuencia de un capitalismo que, al agotar sus fuentes de acumulación, busca chivos expiatorios para ocultar su crisis.

Frente a esto, la respuesta del gobierno mexicano ha sido tibia, cómplice incluso, al priorizar el control social sobre la defensa de la soberanía y la dignidad nacional. Urge, entonces, un proyecto político que enfrente estos desafíos con audacia y visión histórica.

La persecución de migrantes latinoamericanos en Estados Unidos, especialmente mexicanos, no es un capricho de Trump: es la consecuencia de un capitalismo que, al agotar sus fuentes de acumulación, busca chivos expiatorios para ocultar su crisis.

El eslogan “Make America Great Again” es, en realidad, un intento desesperado por revertir la globalización y reinstaurar un proteccionismo económico inviable. Trump pretende repatriar industrias y empleos, ignorando que el capitalismo transnacional ya no depende de las fronteras nacionales. Su solución: expulsar a la mano de obra migrante, culpándola de la “pérdida de grandeza” de Estados Unidos.

Esta lógica, además de absurda, es brutal. Los migrantes no son el problema; son víctimas de un sistema que los explota y luego los estigmatiza. La violencia contra ellos revela la esencia fascista de un imperio en decadencia que recurre al odio para mantener su hegemonía.

Ante esta embestida, el gobierno mexicano ha respondido con silencio y pasividad. Morena, lejos de articular una defensa firme de los derechos de los migrantes o de denunciar las agresiones de Trump, se ha limitado a gestos vacíos y políticas asistencialistas.

Las “tarjetitas” de ayuda social son un paliativo que no resuelve la pobreza estructural ni la falta de oportunidades que obligan a miles a emigrar. Peor aún, el Estado mexicano parece más interesado en evitar el retorno masivo de migrantes que en garantizar condiciones dignas para su permanencia en el país.

La reciente inclusión de México en la lista de “adversarios” de Estados Unidos es una señal alarmante. Históricamente, esta designación ha sido preludio de sanciones económicas, intervenciones o incluso conflictos armados. Sin embargo, la respuesta oficial ha sido nula.

Ni el partido en el poder ni los intelectuales afines han alzado la voz para exigir soberanía y respeto. Esta sumisión no sólo avergüenza: pone en riesgo la seguridad nacional.

México no puede seguir atado a los designios de un imperio en crisis. El país requiere un proyecto político que rompa con el neoliberalismo y el colonialismo mental que lo subyuga.

Urge, por ello, un proyecto que defienda la soberanía nacional. Frente a las agresiones de Estados Unidos, México debe fortalecer alianzas con potencias emergentes como los Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y con naciones del Sur Global. La dependencia económica y política hacia el norte es un lastre que debe superarse.

Que proteja a los migrantes: la diáspora mexicana merece una defensa enérgica. Esto implica presionar a Estados Unidos para garantizar sus derechos, pero también crear empleos dignos en México para que la migración sea una opción, no una necesidad.

Que enfrente la desigualdad: el asistencialismo no basta. Se necesitan reformas estructurales que redistribuyan la riqueza, nacionalicen sectores estratégicos y prioricen la industrialización autónoma.

Además, que promueva la unidad popular: la resistencia al imperialismo requiere movilización social. Es hora de politizar a la población, de alertarla sobre las amenazas externas y de construir una conciencia colectiva en torno a la defensa de la patria.

México vive una encrucijada: seguir sometido al yugo imperial o emprender un camino de liberación. La historia nos ha enseñado que la soberanía no se negocia: se conquista. Morena, con su silencio y su complicidad, ha demostrado que no está a la altura de este desafío.

Urge un nuevo partido, un movimiento que aglutine a todos los mexicanos dispuestos a luchar por la justicia, la independencia y la grandeza de la nación.

La violencia contra nuestros migrantes, las amenazas de Trump y la pasividad del gobierno son llamados de atención. No podemos esperar a que la crisis nos devore.

Es tiempo de organizarnos, de recuperar la dignidad y de construir un México libre, soberano y justo. Como escribió José Martí: “Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. México debe aprenderla y, sobre todo, actuar.

A los trabajadores, a los jóvenes, a los migrantes y a todos los hijos de esta tierra: la patria nos necesita. Unámonos bajo un proyecto común, porque solo en la unidad reside la fuerza para enfrentar al imperialismo y forjar un futuro digno. El momento es ahora.

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