-¿Por qué llegas tarde, Raúl? Preguntó la directora de nuestra institución al joven que lleva 15 minutos de retardo y la camisa con un botón de más que no ubica la cuadratura normal.
-No, profe, lo que pasa es que… -se queda pensando- subí rápido a ver lo de mi desayuno, pero no me alcanzó, entonces me tuve que regresar para pedirle más dinero a mi mamá y por eso llegué tarde.
La figura de Raúl no es cotidiana, ni en los jóvenes que llegan tarde ni en aquellos quiénes encontramos cada día más altos los precios de la canasta básica, que hace muchos años dejó de serla, ahora parece un elemento solo alcanzado por unos cuántos privilegiados.
Llegan las diez de la mañana, el júbilo es generalizado y todos los jóvenes corren y gritan, van por sus loncheras y comparten lo que hoy tienen para desayunar. Raúl pide permiso para salir de la escuela e ir a su casa a desayunar, argumenta que como no había podido comprar los huevos a tiempo, no le había dado tiempo para comer antes de la hora de entrada.
Al abrirle la puerta para bajar a desayunar, descubrimos la verdad: no, no alcanzaba en la mañana para comprar y tampoco alcanzaba durante las primeras tres horas de la jornada escolar; a las 10 de la mañana doña Rosi, la abuelita de Raúl, había conseguido lo suficiente para darle de desayunar a él, a su esposo y ella misma, el dónde o cómo consiguió el dinero es un misterio a medias.
El precio del huevo ha subido, el de las tortillas, el de las cebollas, jitomates, chiles… lo que significa que aquellos alimentos humildes que antes encontrábamos en la mesa de cada hogar, ahora se encuentran con mayor dificultad y en menor cantidad que antes.
Es la hora de entrar del receso, y el cuarto módulo inicia, Raúl no ha llegado, los jóvenes de su salón empiezan la clase que se presta para poder hablar de lo cotidiano. ¿Ustedes cuánto creen que deben trabajar sus papás para conseguir lo suficiente para comer durante el día? (La población general de la colonia es de escasos recursos, dedicados en su mayoría al comercio y las labores de construcción, por la mañana el centro educativo resuena de energía y alegría, pero la población en edad de trabajar, marcha a la capital o zonas aledañas a trabajar).
Élmer levanta la mano, es un joven de escasos 13 años, pero con una comprensión enorme, -yo no sé cuánto es que tienen que trabajar, pero por ejemplo aquí mi mamá trabaja, yo trabajo y mi hermano el más grande con su moto, porque si no, no nos alcanza para comer-. La otra vez cuando se enfermó mi mamá sí la pasamos mal.
En casa la historia cotidiana, en cada afirmación de los jóvenes se dan pinceladas del cuadro general que sacude a nuestro país, el poder adquisitivo cada vez es menor y la afectación llega a todos los sectores. Mientras el presidente se engrandece en el alza que ha tenido el peso en comparación con otros años, la realidad abofetea su rostro monofacético y de letargo perpetuo para mostrarle la verdad del país.
Millones de jóvenes este día, marchan a la escuela con el estómago vacía y, en sus casas, el panorama no es distinto. Y es cierto aquello de que no podemos exigir un rendimiento cabal de los jóvenes cuando se encuentran en esta situación, y menos cuando el modelo educativo actual, no termina de definirse, antes podíamos ver, con cierta precisión, los fallos de los modelos anteriores, hoy solo podemos ver la obra negra de algo que es de principio insuficiente para satisfacer las necesidades de los jóvenes y niños del país.
Las 10:45 son ya, Raúl espera en la esquina de la puerta que le de autorización para entrar al salón, sus botones ya están alineados y la camisa deja ver qué ha desayunado al fin, la clase continúa, pero seguro estoy que en cada pequeña cabeza de esos jóvenes hay un espíritu empático por los demás que busca salir para poder tomar partido por los semejantes de su colonia, cuando menos.
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