MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

12 días de gran lección

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Me llenó de asombro mirar a mucha gente con trajes regionales y a la vez escucharlos hablar una lengua que no entendía; supuse que eran compañeras y compañeros de lucha y que iban a realizar algún bailable, y lo hicieron, es así como me enteré que eran un pueblo purépecha organizado en Antorcha, y que habían viajado de su lugar de origen para exigir al gobierno federal obras y servicios para sus comunidades.

Niños, mujeres y hombres veía que de forma ordenada se formaban para el desayuno, comida y la cena y cada uno lavaba el plato y vaso que utilizaban. No había motivo para la tristeza. La música, las obras de teatro y los bailables con los trajes coloridos, adornaban un ambiente de unidad, de empatía, de solidaridad; sabíamos que hacíamos lo correcto, sabíamos que no podíamos callar un día más nuestras carencias, que teníamos que gritar para decir basta ya de tanta humillación, de tanta burla, de tanta mentira. Aquí estábamos para recordarle a nuestros diputados y a nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador, en sus narices, para que nos vieran y nos oyeran, y que la fuerza que nos quedaba sería para gritarle, con la sonora voz de miles de mexicanos, que cumpliera con su compromiso de primero los pobres.

Mi esperanza a la solución de las demandas muy pronto se disipó, cuando llegaron a formarse en tres filas los granaderos en todas las entradas y salidas aledañas a la Cámara de Diputados. Esa era la respuesta del gobierno federal de Morena. Sentí miedo y coraje a la vez por no haber gritado antes a los cuatro vientos las propuestas de Antorcha Revolucionaria; la represión estaba en puerta.

A las 4:30 de la mañana del día 11 sonaba fuerte, muy fuerte, el Himno de Antorcha y sonaba diferente el vaivén de la gente apresurada, porque algo andaba mal, intuí, y sentí más frío aquella mañana.

Y una lágrima mal disimulada la borré de inmediato, cuando una compañera del estatal de Guanajuato con las faldas bien puestas nos conminó a ser valientes, a no bajar la guardia, y que este pinche gobierno una vez más nos mostraba su verdadero rostro; que no era el gobierno esperado, el gobierno de los pobres, y que teníamos ahora el compromiso de gritar con argumentos reales que teníamos un gobierno fifi, de esos que tanto criticaron.

Doce días de gran lección, doce días para una definición; en doce días cambió mi forma de ver las cosas materiales que me rodean. Ahora ya nada es igual. ¡Que viva Antorcha Revolucionaria!

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