Una parte de la crisis terminal del sistema capitalista de producción aparece ahora en nuestro país como un tremendo aumento al precio de la gasolina, o sea, aparece como una fuerte disminución en la deteriorada calidad de vida de los mexicanos más pobres. ¿Qué hacer? se preguntan los trabajadores. La propaganda de las clases dominantes, su ideología inoculada durante siglos en la mente de los oprimidos ha sembrado en la gran mayoría de ellos, la falsa idea de que los grandes problemas, personales o sociales, pueden ser resueltos de manera inmediata, rápida, con un golpe de mano o de suerte, mediante el cumplimiento de una manda o la sorpresa de un premio de lotería. Esta forma de control de la irritación social de todos los tiempos se entiende bien porque si en la masa se dejara crecer la idea de que los grandes problemas humanos derivados de la opresión, requieren –como en efecto requieren- de grandes esfuerzos y trabajos igual de grandes, cundiría el desaliento y se provocaría de inmediato una rebelión. Así de que, desde siempre, el mensaje desde arriba ha consistido en que la pobreza, la miseria, la enfermedad y el sufrimiento, o son incurables y nada hay que hacer ante ellos, o pueden desvanecerse y cesar como por encanto en cualquier momento, aunque sea con la muerte que abriría las puertas de la felicidad eterna.
Eso explica a mi ver que ahora, ante el agravamiento drástico de la situación, la gente se pregunte qué remedio eficaz e inmediato existe para enfrentar el deterioro del nivel de vida de los trabajadores de México. Repasemos, antes de proponer una respuesta, una apretada síntesis de los duros problemas por los que atraviesa nuestro país. Hay una gran pobreza, miseria, hambre, los niveles de vida de la inmensa mayoría de la población se vienen deteriorando sin freno desde hace por lo menos treinta años y, a ello, a fines del año pasado, se vino a agregar la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, un rico empresario que representa a un poderosísimo sector de los imperialistas norteamericanos que se han propuesto salvar al capital de sí mismo mediante la instrumentación de políticas económicas y políticas políticas diferentes a las que hasta ahora habían utilizado; se cambiará el modelo de libre comercio por el del proteccionismo y se promoverá el deteriorado empleo en Estados Unidos, consecuentemente, en México se complicará más aún la obtención de empleo y buenos salarios para la población trabajadora.
Con esas preocupaciones estábamos cuando se anunció el gasolinazo. Más carga sobre la espalda de los trabajadores. Viene del exterior -dice la explicación oficial- y no se puede seguir subsidiando el consumo de la gasolina con dinero del presupuesto público, México vende petróleo crudo y compra el 70 por ciento de las gasolinas que necesita. Pero aquí viene la cuestión: ¿y por qué? ¿por qué no somos una potencia productora de gasolinas? Pues porque desde hace años hemos renunciado a un desarrollo menos dependiente de Estados Unidos, nos hemos uncido incondicionalmente a su carro y ahí están las consecuencias. Pero no es solamente el caso del petróleo y las gasolinas, el 80 por ciento de las exportaciones mexicanas van a Estados Unidos y el país tiene una deuda gigantesca con los bancos norteamericanos, los grandes empresarios que acumulan la riqueza que produce el trabajo no pagan impuestos y, por si no fuera suficiente, los pobres de México soportan sobre sus espaldas altos niveles de corrupción de la clase gobernante. Más o menos así está la cuestión.
¿Cómo vería usted esta respuesta a la pregunta de ¿Qué hacer ante el gasolinazo? Poner a Andrés Manuel López Obrador como presidente de la república ¿Es esa la conclusión obligada ante el enorme y variado problema que he esbozado brevemente? A mi Maestro, al Maestro Aquiles Córdova Morán, le gusta ilustrar la falacia de extraer conclusiones que nada tienen que ver con las premisas, refiriendo la historia del sujeto que trataba de medir la capacidad de salto de las ranas en función de la cantidad de patas que tenían y, colocando a una rana en la mesa, le ordenaba: "salta rana" al mismo tiempo que azotaba la mesa con la mano; al saltar el animalito, el tipo medía la longitud del salto y anotaba el resultado en su libreta; así procedió cuando la pobre víctima tenía cuatro patas y luego, arrancándole una, volvió a ordenar, igual hizo cuando sólo tenía dos y cuando tenía una, pero cuando ya no tenía patas y por tanto aunque le insistía y le sonaba la mesa, la rana no saltaba, el sesudo descubridor, anotó en su libreta: "Rana sin patas, se queda sorda".
Quizá el relato haya resultado un poco largo, pero aseguro que a muchos lectores no se les olvidará. Y eso es lo que me he propuesto ilustrar, es decir, que del gran problema que enfrentan los pobres de México, no se deduce que la solución sea poner a López Obrador de presidente de la república. El camino hacia una solución implica necesariamente un pueblo organizado y consciente que respalde plenamente las medidas que se adopten. Las consignas contra el gasolinazo que atacan sólo a los políticos en turno, que simplifican el problema como si sólo de corrupción se tratara, que dicen, por ejemplo, "Políticos corruptos", son maniobras, y no porque los políticos sean inocentes, sino porque la odiosa corrupción es sólo una parte de la verdad y, ya se sabe: las verdades a medias, son mentiras completas. "Políticos corruptos" induce a creer que la solución consiste en cambiar por "Políticos NO corruptos", es decir, cae como de molde a las ambiciones electorales del político seleccionado y su corte celestial que se afaman en presentarse como honrados sin tacha, es agua a molinos personales para las elecciones que vienen.
La campaña electoral con malas artes está en marcha. Mientras la señora Rocío Nahle, coordinadora de los diputados del partido Morena en la Cámara, atacaba, mientras una parte de la prensa influyente y las siniestras redes sociales enderezaban de consuno una propaganda negra contra la Organización de los Pobres de México, el poderoso diario New York Times escribía: "Quizá el más beneficiado con la baja de la popularidad del señor Peña Nieto, sea el político populista Andrés Manuel López Obrador...con cada tropiezo del presidente, López Obrador parece volverse más popular". En política no hay casualidades. Mientras se engrandece al elegido, se combate a los que quizá puedan ser sus más grandes obstáculos: los pobres organizados. No es casual que a ninguna otra organización ni partido se le haya atacado tanto durante los días que siguieron al gasolinazo como al Movimiento Antorchista Nacional. El Movimiento Antorchista ha insistido siempre en que el éxito de la lucha contra la pobreza no es la tarea de personajes sino la tarea histórica del pueblo organizado. Esa es su gran característica y su gran pecado. Sólo el pueblo organizado y consciente es capaz de modificar el modelo económico que padecemos, sólo él es capaz de sostenerlo (por ejemplo, combatiendo la corrupción pues es evidente que la clase gobernante no se vigila ni se castiga sola) y sólo el pueblo organizado y consciente es capaz de usar la gigantesca riqueza nacional en beneficio del propio pueblo y construir una sociedad más justa. Los remedios mágicos sólo van a pasar al pueblo de la sartén a la lumbre. Desconfiemos de ellos.
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