Martes 17 de octubre de 2023, apenas iba a ser la 1:00 de la tarde, cuando mis colegas y yo tuvimos que abandonar la reunión en la que nos encontrábamos para salir al auxilio de los compañeros de “La Obrera”, como le llamamos de cariño a la Unidad Habitacional Antorcha Obrera, en Cuautlancingo.
La unidad tiene capacidad para poco más de 2 mil 500 habitantes, pues cuenta con 450 departamentos. He tenido la oportunidad de asistir a algunas actividades organizadas por los activistas del Movimiento Antorchistas que encabezan el trabajo en esa región y tengo muy buenos recuerdos de ahí. Cientos de niños, jóvenes y adultos disfrutando de juegos, de programas culturales, de obras de teatro, de círculos de estudio, clases de regularización, entre otras. En armonía, disciplinados, participativos.
El recuerdo más bonito que tengo de la obrera es de un domingo cualquiera, eran las 07:45 am y el viaje de mi hogar a la unidad fue tranquilo, calles desiertas, todo apagado, sucio por las parrandas que se llevaron a cabo en los diferentes centros. Sin embargo, cuando entramos a la colonia, parecía que era medio día. Hombres, mujeres y niños, con escobas, palas, machetes, haciendo faena. Unos chapoleaban, otros limpiaban las entradas de su tienda “SuperMass”, las escaleras de sus edificios, la oficina central.
Para las 09:00am de la mañana del domingo, la unidad estaba resplandeciente y los colonos se disponían a realizar su reunión semanal, en la que leen artículos de opinión sobre la situación política actual y brindan su opinión (como amas de casa, obreros, estudiantes, etc.), al respecto
Ese 17 de octubre, al arribar a la colonia, a diferencia de lo que uno se encuentra en la obrera cotidianamente, fuimos recibidos por amas de casa llorando, pidiendo agua para lavarse la cara porque les seguía ardiendo a consecuencia del gas lacrimógeno que los elementos de la Guardia Nacional les había rociado. Algunos varones (como don Benigno o el biólogo Fernando Figueroa, por si a alguien se le ocurriese creer que lo estoy inventando), tenían heridas abiertas, en cara, brazos y golpes con moretones por brotar en el resto del cuerpo.
Parálisis. No sabías qué hacer, cumplir con tu tarea y evidenciar hasta el más mínimo detalle o auxiliar a tus compañeros. Los niños lloraban, estaban asustados, sabías por la expresión de su rostro que no entendían que pasaba, pero se sentían en peligro. Y con justa razón, lo estaban.
Ese día fueron más de 4 camionetas de la Guardia Nacional con elementos uniformados con equipos antimotines, las que resguardaron a elementos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), para cortar arbitraria y violentamente, la luz de la unidad. Y aunque a muchos les resulte sencillo creer que después de tal represión los colonos se irían a esconder a sus departamentos, con orgullo les escribo que no fue así.
Emprendieron la lucha, todos. Salieron a las calles, se manifestaron. Esto no se quedaría así. Cerraron la autopista México-Puebla (que colinda con su hogar) y emprendieron una marcha hacia las oficinas de la CFE ubicadas en la 25 Poniente. Los más de mil asistentes recorrieron durante 6 horas y media, varios kilómetros exigiendo al unísono justicia.
Para la noche se encontraron en dicha ubicación con sus compañeros antorchistas de la región sur de la ciudad y los grupos culturales nacionales de la organización. Fácil unas 4 mil gentes se concentraron en la CFE de la 25pte la noche de ese 17 de octubre.
Tras una larga jornada de lucha y varias mesas de diálogo, se tomaron acuerdos. Nada de cortes arbitrarios, nada de rondines en la madrugada hostigando a la gente, nada de cobrar 5 pesos para entregarles su recibo de luz; nada de chingaderas. Basta ya de querer enriquecer sus bolsillos a costa de la clase trabajadora de la ciudad.
A casi 5 meses de que se adquirieron compromisos, la CFE realizó durante la madrugada del sábado 2 de marzo, un corte de luz arbitrario a la unidad. Otra vez, con elementos de la Guardia Nacional.
Los antorchistas capitalinos nuevamente emprendieron manifestaciones y nuevamente fueron recibidos por elementos de la Guardia Nacional. ¿Es que acaso para eso están? ¿Su tarea es reprimir al pueblo y no protegerlo de la inseguridad desbordada que los aqueja? La Guardia Nacional funge ahora como aparato represor de la CFE. Y nadie dice nada. Nadie hace nada.
Sin embargo, aunque el paisaje se lea triste, la tarea que han emprendido con valor los colonos de la unidad habitacional Antorcha obrera, debe persistir. Deben cerrar filas, no deben desistir de su lucha, porque su derecho a los servicios básicos y su obligación de pagarlos, están estipulados en la constitución misma.
Todos aquellos que han sido víctimas de atropellos por parte de la CFE, deben sumarse de manera inmediata a la lucha de la obrera. Toda la energía y coraje que portan y de la que hemos sido testigos aquellos que hemos sido parte de su vida, debe ser inyectada a esta lucha tan importante.
Y si has tenido la suerte de no padecer atropello alguno, recuerda el poema de Martin Niemöller:
«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
ya que no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
ya que no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
ya que no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
ya que no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar».
Compañeros antorchistas, hermanos de clase ¡no desistan! Entreguen en esta y en todas las luchas venideras, su más grande esfuerzo, porque el resultado, la victoria misma, será el júbilo de todos nosotros, de nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros nietos. ¡No desistan, porque la razón asiste nuestra lucha, y sin lugar a dudas ¡saldremos avantes!
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