Hoy por hoy es un clamor de toda la sociedad la atención que debe prestar el gobierno a la educación en general; es un clamor popular el regreso a las clases presenciales, para impulsar una educación de nuevo tipo. Una educación que sirva para ir creando a los científicos y sabios del futuro, que hagan de sus conocimientos una forja de inventos y de creaciones que tiendan a la modernización del aparato productivo, con la finalidad de hacerlo fuerte, competitivo y por tanto no dependiente de las potencias extranjeras; es decir, una educación que tenga como propósito producir la riqueza material en cantidad y en calidad suficientes para toda la población, pero poniendo a salvo la soberanía nacional.
Con una educación así los estudiantes pueden convertirse en personas educadas y formadas integralmente portadores de todos los valores necesarios para una convivencia social armónica: respeto, libertad, tolerancia, bondad, justicia, igualdad, amor a su pueblo y al trabajo, responsabilidad, honradez, nobleza, solidaridad, verdad, valentía, amistad, honor y paz, entre otros. Los alumnos deben cultivar el amor a la disciplina, a la limpieza, a las bellas artes. Para ello es necesario que en las escuelas, aparte de los conocimientos científicos, se enseñen todo tipo de actividades deportivas y artísticas; que se fomente el futbol, voleibol, el basquetbol, etc., así como la música, el baile, la danza, la poesía, el teatro, la oratoria, el canto, la pintura, entre otras; para ello es necesaria la estancia de tiempo completo de los educandos en las escuelas; los estudiantes deben convertirse en ciudadanos críticos y conscientes, políticamente activos y partidarios de los grupos más desprotegidos de la sociedad y dispuestos a participar en la lucha por una sociedad más justa, y en la solución de los grandes problemas de la humanidad como la pobreza, la desigualdad social, la contaminación, la discriminación, etcétera.
Todo muy bien en la teoría de la llamada por la 4T, con su “nueva escuela mexicana”, pero veamos si los datos duros nos pueden dar alguna esperanza de poder conseguirlo. Según informes de 2018, de cada 100 niños que nacen en México, solo 87 se inscriben en secundaria, solo 66 llegan a educación media superior y 17 logran entrar a la universidad. De acuerdo con la última prueba PISA, resulta que 45 de cada 100 estudiantes no entienden lo que leen y, según el Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea) 61 de cada 100 no aprenden lo suficiente en matemáticas. En cuanto a la infraestructura educativa, de un total de 145,704 escuelas de educación básica, 45% no están conectadas al drenaje y 20% no están integradas a una red de agua potable. Las peores condiciones las tienen las telesecundarias y escuelas comunitarias, así como los telebachilleratos comunitarios, de los que el 99.4% carece de laboratorios de ciencias y 84% no tiene una biblioteca.
Con el gobierno de la 4T el panorama es más crítico. Para muestra, dos botones: México invierte aproximadamente el 5.37% del presupuesto total, muy por debajo del 8% que recomienda la UNESCO y que se estipula en la Ley General de Educación. Invierte un 0.40% del Producto Interno Bruto (PIB) para ciencia e investigación y con este gobierno, el porcentaje va a la baja, lejos de incrementarse y lejos del 2.5% del PIB que en promedio invierten otros países en desarrollo.
Ahora con la pandemia, que a la 4T le “cayó como anillo al dedo”, las cosas en materia educativa han empeorado. Las escuelas están en pleno deterioro, los alumnos interrumpiendo realmente su aprendizaje, aislados, estresados, expuestos a una mayor violencia intrafamiliar, sin contacto social con sus maestros y compañeros, casi sin actividad física ni artística; los alumnos que acudían a escuelas de tiempo completo ya no comen igual, ha aumentado el abandono escolar; los padres, que no están preparados para desarrollar el papel de maestros, sufren y se angustian, porque, además, a veces no tienen televisión o computadora, o se ven ante la disyuntiva de comer o comprar datos para internet, etc. De las consecuencias más graves de la mal manejada pandemia, por el encierro, el estrés y la crisis económica, son los embarazos de adolescentes que han aumentado 20%, mientras que los suicidios en México, donde la población más vulnerable es la más joven, van al alza en un 20%.
Ahora, el gobierno de López Obrador, aparentando una gran preocupación por la educación, sostiene que es necesario el regreso a clases presenciales, pero no se propone, ante la falta de suficientes vacunas, priorizar a los estudiantes para ser vacunados, los deja hasta el último, hasta dentro de 5 o 6 años, de acuerdo con el ritmo de vacunación que se lleva. Regreso a clases sí, dice el gobierno, pero sin proteger a los niños y jóvenes que acudirían a las aulas, exponiendo al contagio y a la posible muerte a millones de jóvenes y a sus familias.
Los estudiantes del país entero deben alzar la voz, organizarse, unirse, protestar, exigir y demandar al gobierno la vacunación inmediata de todos, absolutamente todos los alumnos y la totalidad de maestros y trabajadores de las escuelas, para el regreso a clases presenciales tal como lo ha manifestado la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” por todo el país.
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