Un nuevo enemigo de la clase obrera de Sonora y todas sus clases trabajadoras ha hecho su aparición en su territorio, en los últimos meses: el fentanilo, droga ilegal más potente que la heroína, con mayores márgenes de ganancia y, debido a que es compacta, se produce y se transporta más fácilmente, tiene una logística más simple, penetra más fácilmente en la sociedad. Reduce, o incluso reemplaza por completo, el suministro de heroína y otras drogas semejantes al opio.
Todas las terribles consecuencias del consumo de esta droga entre las clases trabajadoras sonorenses harán más difícil sus luchas por acabar con la pobreza, obstaculizarán su mejor organización de mil maneras distintas, entorpecerán su adquisición de más conciencia política y, simultáneamente, disminuirán su capacidad de lucha para conquistar el poder político de la nación, que es un requisito indispensable para que pueda construir una patria más justa, sin pobreza ni miseria.
No, no es una buena noticia la aparición del fentanilo en Sonora (ni en ningún lugar del mundo, por supuesto), salvo para quienes viven de la explotación de los trabajadores y para quienes los protegen. Los trabajadores más conscientes tienen que estar bien sabidos de los peligros que acarrea para su lucha este nuevo frente de guerra que han abierto sus enemigos y disponerse a comprender el problema, mediante su estudio científico, para combatirlo con éxito entre sus filas y en sus luchas por la transformación revolucionaria de la sociedad.
Esta terrible droga es responsable de que “casi 70.000 personas en Estados Unidos murieron por sobredosis de drogas que involucraron fentanilo en 2021, un aumento de casi cuatro veces en cinco años”, según nos cuenta la espantosa noticia del 3 de mayo pasado en cnnespanol.cnn.com titulada “Nuevo informe detalla el aumento mortal de sobredosis con fentanilo en EE. UU.”, por Deidre McPhillips. No llegan aún los datos de 2022, pero serán peores. Sin embargo, lo más malo es que estos datos son sólo la superficie del problema: los videos de calles llenas de zombis han desgarrado al mundo entero. Dos miligramos de fentanilo, que caben en una cabeza de alfiler, son suficientes para matar a una persona normal.
Pues bien, de acuerdo con la nota publicada en excelsior.com.mx, el 7 de junio del presente, por Daniel Sánchez Dórame, ya sucedió aquí algo que no pasaba antes: “Fentanilo mata a 10 jóvenes en Sonora”, la delegación de la Fiscalía General de la República (FGR) en esta entidad, informó que en autopsias realizadas a jóvenes muertos, víctimas por el delito de homicidio doloso, han detectado la presencia del fentanilo en al menos 10 de ellos, entre finales de 2022 y lo que va del presente año.
Son 10 jóvenes sonorenses que, junto con todas las demás víctimas, en otras circunstancias sociales, con trabajo bien remunerado, con educación para pensar, buena y sana alimentación, con buenos niveles de salud en su ambiente social y en ellos mismos, con ambientes culturales y científicos y con infraestructura social suficiente en sus comunidades, pudieran haber sido músicos, poetas, dramaturgos, arquitectos, ingenieros, etcétera, pero no, sus vidas se malograron en un ambiente social de perdición y degeneración que los gobiernos actuales no han sido capaces de contener, ya no digamos de cambiar. Al contrario, ahora, con ellos, ya hay fentanilo. “…hay reportes de venta y consumo de fentanilo en Guaymas, San Luis Río Colorado, Nogales y Hermosillo”, dicen las notas aludidas, y lo dicen en tono de noticia, porque antes no se vendía allí. Ya se ven adictos caminando como zombis en Guaymas y Nogales. Son preferibles 70 mil estadounidenses viviendo una sociedad de progreso y lucha social que muertos por sobredosis sólo por fentanilo. Lo mismo aplica para la clase obrera sonorense.
Sin embargo, contra las declaraciones gubernamentales actuales, la nota de radioformula.com.mx del 23 de mayo pasado titulada: “La expansión del fentanilo: Su consumo creció en México y ya llegó lejos de la frontera con EE. UU.”, por Aseneth Hernández, da cuenta de que el problema es más viejo de lo que aceptan los gobiernos actuales: “Entre 2019 y 2021, en México se reportaron 184 casos de sobredosis por fentanilo, de las cuales, casi dos terceras partes se ubicaron en tres entidades: Baja California, Sinaloa y Sonora”, lo cual, en buen español, es sólo la punta de un gigantesco iceberg de droga entre nosotros.
Dicho problema es tan grande y horroroso que los gobiernos actuales se niegan a aceptarlo y prefieren negar la realidad mediante la maniobra de no cuantificar los daños: la misma nota anterior lo dice así: “Los datos sobre el consumo de drogas en México son limitados, ya que la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas y Tabaco no se ha actualizado, la última fue de 2016 y se suspendió por falta de financiamiento”.
Nótese que el dato es de hace menos de un mes: el gobierno de la 4T no quiere gastar en investigación básica para saber qué tan grande es el problema de las drogas en general: toda la información de que disponemos es proporcionada por algunos institutos y organizaciones y está dispersa, no sistematizada acorde a las necesidades de seguridad nacional. (Lo mismo sucedió con el boicot federal, hecho en complicidad con los gobiernos estatales, a la realización de pruebas masivas de covid-19, en 2020 y 2021 que condujo al subregistro de casos, desarmando a la clase trabajadora del conocimiento necesario para la prevención científica, lo que causó más de 700 mil muertes de mexicanos, no se nos olvide).
Es decir, no sólo “abrazos, no balazos”, sino incluso taparle los ojos a la clase trabajadora para que no dimensione el tamaño del mal que se le está haciendo. Así manipula Morena.
Si de por sí, en abril pasado, el 25, la delegación de la FGR había oficializado que la metanfetamina es la droga que más se consume en Sonora, y que el consumo de fentanilo es esporádico, no han pasado ni dos meses cuando ya tenemos muchos indicios de que no es tan esporádico como nos aseguraron. (“Metanfetaminas es la droga más consumida en Sonora: FGR”. elimparcial.com, por Yésicka Ojeda)
La metanfetamina ya era de consumo habitual luego de la pandemia de la covid-19. La nota “Adicciones: Usan más ‘crystal’ que otras drogas en Hermosillo”, del 23 de agosto de 2021 en elimparcial.com, por Gamaliel González, reportaba que siete de cada diez personas que piden ayuda a los centros de atención de adicciones, consumen metanfetaminas.
Hace apenas tres meses, el 10 de marzo, la nota “Sonora: la metanfetamina es la droga que más se consume en etnias del estado” fue publicada en heraldodemexico.com.mx por Gerardo Moreno Valenzuela y afirma que siete de cada diez indígenas sonorenses que ya consumen drogas habitualmente, le entran a la metanfetamina.
Tenemos, pues, que rápidamente, en menos de tres años, se nos vinieron encima dos formidables adversarios: primero las metanfetaminas y ahora el fentanilo. Como resultado hay más jóvenes sonorenses que consumen estas drogas. Sean mestizos, blancos, mayos, yaquis, seris o guarijíos, la pobreza causa en todos depresión y ansiedad: luego de la pandemia se notó un incremento de consumo de drogas de un 10 por ciento ¿y la tan mentada Transformación? ¿Dónde quedó? No hay tal, fue un engaño electorero para seguir oprimiéndonos. Hay que registrarlo así: vil demagogia que sólo nos ha enjaretado un enemigo más para retrasar nuestra liberación.
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