Al jueves 11 de agosto, a ocho días de que 10 mineros permanecen atrapados a una profundidad de 60 metros, las noticias no son nada buenas. El pasado día 8, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, declaró que sería hasta hoy cuando los rescatistas pudieran entrar a sacar a los obreros accidentados. ¿Entrarán? ¿Estarán vivos todavía? Lo deseo fervientemente por ellos y por sus familias. Pero, aceptando sin conceder, las cuentas del propio presidente, hay pocas esperanzas: "se va avanzando en el pozo de alivio, 27.3 m; en el pozo dos 11.3 m nos faltan; y en el pozo uno, 10.4 metros. Y si se sigue avanzando, ya podemos pensar que mañana o pasado mañana el tirante de agua va a ser de un metro y medio y ya van a poder entrar buzos y rescatistas, eso es para explicar lo que está sucediendo en la mina".
?La zona de Sabinas, Coahuila, ya es mundialmente famosa por las muertes y los accidentes de mineros que ahí suceden. El 19 de febrero del año 2006, marcó para siempre la vida de las familias obreras de la región. Ese día, en un lugar denominado Pasta de Conchos, luego de una explosión por acumulación de gas, quedaron atrapados 65 trabajadores; nunca rescataron ni siquiera sus cadáveres. Ahora, la desgracia llegó a un “pocito” que, según se ha descrito en numerosos medios de comunicación, es un vil hueco escarbado sin ningún tipo de seguridad por el que los mineros descienden agarrados a cuerdas hasta más de cien metros de profundidad para sacar carbón.
Ahí, la claustrofobia es un lujo que no se puede permitir quien necesita alimentar a sus hijos. Hay que permanecer en ese lugar de espanto un mínimo de cinco horas para ganar entre 2 mil 250 y 2 mil 700 pesos, según la cantidad de carbón que se saque, porque ahí se paga a destajo, es decir, el severísimo capataz del minero, el Argos que nunca deja de vigilarlo para que no pare de laborar ni un segundo, es su necesidad y la de su familia. Así, en una carrera contra el tiempo, a una temperatura que llega a los 50 grados centígrados y protegido con un casco, una lámpara y unas botas, el minero llega a sacar hasta 6 toneladas en un día que se le pagan entre 100 y 150 pesos cada una. Ahí no existen ni se conocen las normas de seguridad laboral ni la protección a menores de edad.
La riqueza la produce la fuerza de trabajo en acción. En pocas ramas de la producción se aprecia tan claramente como en la minería este descubrimiento de Carlos Marx. Al obrero se le paga el valor de su fuerza de trabajo, es decir, lo que necesita para vivir y, lo que necesita para vivir, son 150 pesos por tonelada (ya que logra vivir trabajando 20 o 30 años, si no queda ciego, afectado de los pulmones o sepultado para siempre por un derrumbe). Pero la tonelada de carbón que saca el obrero cobrando sólo 150 pesos, se vende a un precio que es muy superior, escandalosamente superior a los 150 pesos. Veamos. La página “Minería en línea” reportó el 4 de octubre del año pasado, lo siguiente: “El carbón térmico de alta calidad cargado en barcos en el puerto de Newcastle en Australia, subió a 203.20 dólares la tonelada, rompiendo el récord anterior establecido en julio de 2008”.
Seguimos. Al día de ayer, 10 de agosto, el dólar cuesta 20 pesos con 20 centavos, de manera que 203.20 dólares, equivalen a 4 mil 104 pesos con 64 centavos. Y, no perdamos la cuenta: al obrero se le paga a 150 pesos la tonelada de carbón y en el mercado internacional se vende a 4 mil 104 pesos con 64 centavos, lo que arroja una diferencia de 3 mil 954 pesos con 64 centavos por cada tonelada extraída. La tonelada de carbón se vende, pues, a un precio que es 27.36 veces mayor que lo que se le paga al obrero. Eso es lo que Carlos Marx denominó plusvalía y explica las inmensas ganancias del capital.
¿Quiénes son los dueños de estos pocitos? Son sorprendentes los reportes de los medios de comunicación al respecto. Sobre todo si tomamos en cuenta que ya estamos en pleno régimen de la Cuarta Transformación en el que el neoliberalismo asesino y la corrupción ya son cosa del pasado. La terca, la persistente realidad, descrita, no por uno, sino por varios reporteros y varios medios de comunicación, revela que existen una serie escalofriante de trastupijes para esconder a los verdaderos dueños, a los beneficiarios de la plusvalía inmensa que generan los pocitos. Uno es el dueño de la tierra, otro es el dueño de la concesión, otro el que contrata los obreros, otro el que los registra en el IMSS, otro más el que vende, total, que el pocito de la tragedia resultó ser propiedad de un perfecto desconocido de 27 años que no tiene capital ni para comprar un carro de paletas.
No obstante, algo se ha ido poniendo en claro. En los pozos mineros del municipio de Sabinas, Coahuila, como en el que quedaron atrapados diez trabajadores, se extrae carbón que llega a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), operada por uno de los funcionarios más protegidos por la 4T y por el propio presidente de la República, pero no por compra directa, sino a través de prestanombres y de la venta a compañías que están registradas como proveedoras de esta empresa pública. Un sucio juego de manos en el que participa activamente una de las empresas del Estado que dirige la 4T.
¿Y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social? ¿Dónde ha estado? Por lo visto no lleva a cabo las inspecciones correspondientes para asegurarse que se están siguiendo las normas de protección para los trabajadores. Apenas ayer (9 de agosto) el diario Reforma publicaba contundentes declaraciones del Presidente López Obrador: "ya sabemos que no contamos con ellos, somos distintos, somos proyectos distintos y contrapuestos de nación, ellos defienden el pensamiento conservador de las élites, son clasistas, discriminan, y nosotros tenemos como ideal y como quehacer el ayudar a los pobres, a las mayorías y pensamos que debe de aplicarse el principio universal del amor al prójimo y no somos hipócritas". Todo lo cual, como lo entiende perfectamente el lector, queda plena y suficientemente refutado en el complejo minero del ejido Las Conchas, en la comunidad de Agujita, donde se dio el derrumbe que atrapó a los 10 mineros.
El Estado de los capitalistas, como queda demostrado por el papel que ha estado jugando la Secretaría del Trabajo y por la cita anterior, siempre ha pregonado que defiende a la clase trabajadora. Pero la clase trabajadora del mundo y de México, ha constatado una y otra vez que no es cierto. Precisamente por eso ha construido sus propios mecanismos de defensa: los sindicatos. Pero el neoliberalismo es enemigo acérrimo de los sindicatos. Eso quedó demostrado desde mayo de 1979 en que Margaret Tatcher fue electa como Primera ministra de Inglaterra y, el régimen de la 4T, en tanto que enemigo de toda organización popular independiente y partidario de que la gente se limite a acudir a cobrar las ayudas que generosamente le otorga, no ha modificado ni un ápice. A La Agujita nunca llegó la Secretaría del Trabajo, ni ningún sindicato ni chico ni grande hizo siquiera alguna declaración.
?Ahora, una vez más, se comprueba que los antorchistas han estado diciendo la verdad. Siempre la verdad. Hace unos días, en la reunión ordinaria de la Dirección Nacional, la Comisión Nacional Campesina, presentó su informe periódico de actividades y a la cabeza de ese documento, los compañeros tuvieron el acierto de incluir unas palabras muy importantes y muy actuales de nuestro Secretario General, el Maestro Aquiles Córdova Morán. Juzgue el amable lector si no son dignas de que las conozcan los sobrevivientes de La Agujita y todos los pobres de México: “Nunca, jamás en la historia del mundo, los males de los pobres fueron curados por la misericordia o el sentido de justicia de las clases ricas; por el contrario, éstas se vuelven más crueles y agresivas mientras más miserable y abatido ven al pueblo. Su idea es que, aumentando el terror y la opresión, lograrán evitar reclamos, rebeldías y riesgos de revuelta social. Fue esto lo que llevó a Marx a formular su lapidaria sentencia: ‘La liberación de las clases trabajadoras sólo puede ser obra de las clases trabajadoras mismas’”.
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