Ante la aparición de la pandemia del SARS-CoV-19, la OMS advirtió la necesidad de destinar recursos extraordinarios a los sistemas de salud en cada país, y el Banco de México alertó sobre una inminente crisis económica global. Conforme avanzaron las diferentes fases, hemos visto sus efectos devastadores sobre los sistemas de salud, rebasados en su capacidad ante el número de contagios, enfermos graves y muertes, y en la economía, provocando millones de desempleados. También hemos visto ejemplos de países, como China, tomando medidas adecuadas, enfrentando con relativo éxito la pandemia y reactivando su economía. Desafortunadamente los mexicanos no podemos decir lo mismo, estamos ya en fase tres y las advertencias de los organismos internaciones no fueron tomadas en cuenta por el Gobierno Federal.
Esto se demuestra en primer lugar, por los insuficientes recursos destinados a fortalecer el sistema de salud público ante la pandemia, tan solo tres mil quinientos millones, muy poco comparado con los 8 mil 300 millones de dólares que autorizó el gobierno de Estados Unidos. Por esta razón, los insumos llegaron a los hospitales públicos en cantidades y calidad inferiores a las requeridas, esto obligó a trabajadores del sector salud, desde médicos y enfermeras, hasta trabajadores administrativos y de limpieza, a luchar por equipos de protección adecuados para atender enfermos de covid-19 y, al mismo tiempo, evitar ser contagiados para no convertirse en potenciales víctimas del virus. Desde la fase 1, a lo largo y ancho del país, prensa y redes sociales se inundaron de llamados desesperados de médicos y enfermeras, denunciando falta de insumos y pidiendo a gritos, se les dotara de cubrebocas N95, googles, caretas, mascarillas, gel, pruebas de laboratorio para detectar el virus, respiradores y demás equipo de protección.
Por temor a represalias, comenzaron haciendo denuncias anónimas; ante la indolencia de las autoridades y conforme se desarrollaba la fase dos, efectuaron mítines fuera de sus centros de trabajo, como el que efectuó personal médico que trabaja en el Hospital La Raza y del Regional 1 del IMSS, apenas hace unos días; para elevar el tono de su lucha, han realizado paros activos como forma de presión, por ejemplo, el del Hospital Regional Gabriel Mancera, en la Ciudad de México. Las autoridades del sector salud, lejos de mostrar preocupación, darse prisa por resolver sus demandas, han minimizado dichas protestas y manifestado, en boca del Subsecretario de Salud, "no hay porque preocuparse, somos de los países que mejor ha manejado la contingencia por la covid-19". La realidad lo contradice al momento de escribir estas líneas hay 16,752 casos confirmados y 1,569 decesos; entre el personal de salud al declararse la fase tres se reconocían oficialmente en el IMSS nueve muertes y 535 infectados, a la fecha seguramente estas cifras siguen creciendo.
Los trabajadores del sector salud, levantaron su voz a tiempo, para advertir las terribles carencias en sus centros de trabajo, su lucha, en la mayoría de los casos, se ha enfrentado a los oídos sordos de sus superiores; en otros, sufren hostigamiento, amenazas de despido y hasta de acciones legales en su contra. Si cuando comenzó era necesaria, ahora, es mucho más necesaria y urgente, porque estamos en la etapa más álgida de la contingencia, necesitamos a todo el personal en condiciones idóneas. Necesitamos que se salven los que van a salvar vidas. Los trabajadores del sector salud, son parte del pueblo trabajador y lo que suceda con ellos afecta directamente la capacidad del país para superar la pandemia, por eso los mexicanos debemos manifestar nuestro respeto por su trabajo y el enorme esfuerzo que realizan aun sin tener todos los insumos y equipo que demandan y, sobre todo, solidarizarnos con su lucha.
En segundo lugar, el gobierno de la llamada la 4T, han intentado por todos los medios, negar la crisis en esta sumida la economía del país, afirmando que "vamos bien", pero el crecimiento del PIB estimado por algunos bancos oscila entre 0.6 y 0.8 por ciento y la Secretaria del Trabajo reconoció que tan solo en los primeros días de la pandemia se habían perdido 346, 800 empleos, más de los creados en el primer año de gobierno de AMLO, esto datos no son nada optimistas. Se vuelve particularmente preocupante el aumento del número de desempleados porque si antes de la pandemia quienes tenían trabajo, no ganaban lo suficiente para garantizar la canasta básica, y los que ejercían el empleo informal, vendiendo toda suerte de objetos y baratijas, tenían que trabajar 10 o hasta 15 horas, ganando cada día apenas para alimentar a su familia. Ahora con la pandemia, la restricción de la movilidad social, el confinamiento, primero voluntario y ahora obligatorio en muchos lugares, ha llevado al cierre negocios considerados no esenciales, dejando sin empleo a cientos de miles en todo el país, tan solo en Quintana Roo, de los estados más afectados, por depender su economía un 80% del turismo, más 600 mil trabajadores han sido despedidos y se estima que otros 400 mil perderán su empleo en mayo. Respecto a quienes trabajan en la economía informal la situación no es mejor, porque si sus posibles compradores se han quedado sin trabajo y sin dinero, o no hay turistas que adquieran sus productos, como en el caso de Quintana Roo, ese conjunto de trabajadores también ha quedado desempleado y sin ingresos para llevar alimentos a su familia.
Los más conscientes de esta gran masa de desempleados, ha decidido unirse al llamado del Movimiento Antorchista Nacional, exigiendo al gobierno federal implemente un programa nacional de distribución de alimentos para todas las familias que lo necesiten, en tanto persista la pandemia del Covid-19. Están llevando a cabo una lucha en prensa, redes sociales, enviando cartas a los gobernantes, mítines simbólicos, poniendo trapos blancos y carteles en sus domicilios, pronunciamientos a través de videos, etc., todo lo que sea posible para llamar la atención de quienes tiene el poder para destinar recursos y organizar la logística de distribución de los alimentos a través de las estructuras de gobierno. Hasta el momento han recibido como respuesta los oídos sordos del gobierno, y en los últimos días amenazas de encarcelamiento de los dirigentes antorchistas por delitos prefabricados por la UIF de lavado de dinero, entre otras lindezas, como represalia por encabezar esta lucha.
Para acallar a los demandantes, el presidente de la república, repite diariamente en su conferencia mañanera que, ya se tomaron medidas para paliar la crisis y apoyar a los más pobres; pero organismos como Oxfam México afirma lo contrario "si el gobierno federal no atiende la crisis económica generada por el Covid-19, tres millones de empresas se verán afectadas en el corto plazo y se pondrán en riesgo a 28 millones de trabajadores" y por si fuera poco en otro documento de análisis sostiene "el 60 por ciento de todas las personas en situación de pobreza no cumplen con los requisitos para ser beneficiadas de los proyectos prioritarios del gobierno", y en otra parte del análisis agrega "no están diseñados para apoyar a muchas personas en situación de pobreza en esta coyuntura de la pandemia, que trabajan día con día y subsisten con ingresos precarios", y concluye "la crisis económica impactará especialmente a este grupo, y programas como Sembrando Vida, las Tandas para el Bienestar o el millón de créditos no será suficiente". Si el gobierno de la república no quiere prestar atención a miles y miles de mexicanos que levantan la voz, bien haría en hacer caso a las advertencias de la Oxfam, porque de lo contrario a los muertos por el virus habrá que sumar los muertos por hambre.
La lucha de los trabajadores del sector salud para garantizar los insumos, medicamentos, test y equipos de protección para cumplir con su misión de salvar vidas en esta contingencia, y la emprendida por quienes han perdido sus fuentes de ingresos al quedar desempleados, exigiendo un plan nacional de distribución de alimentos, es una misma lucha, se enfrentan a la misma indolencia, a los mismos oídos sordos, a los mismos hostigamientos y hasta a la misma represión de los gobernantes de la 4T, quienes la pandemia ha desnudado ante los ojos del pueblo como lo que realmente son, representantes de quienes siempre han tenido el poder económico en México (Salinas Pliego por ejemplo), a quienes no les interesa la salud ni el bienestar de médicos, enfermeras, trabajadores de limpieza de hospitales, obreros, campesinos, comerciante ambulante, etc., en pocas palabras, no les preocupa la suerte del pueblo trabajador; para ellos la frase "primero los pobres" es solo un slogan de campaña, si los desamparados luchan para hacerla realidad, les enseñan los dientes como perros rabiosos. Los trabajadores del sector salud y los desempleados, deben tener la convicción de que su lucha es justa y absolutamente necesaria, porque es favor del pueblo pobre; quien además de ser mayoría, es el que genera con su trabajo diario, los recursos que se necesitan para atender sus demandas. Quienes somos testigos de estas luchas además de solidarizarnos, debemos unirnos y organizarnos, para lograr en el futuro que nos gobiernen representantes salidos de la clase trabajadora, cuyas prioridades sean la salud y bienestar de toda la población. Adelante, ningún paso atrás, la lucha del pueblo trabajador está condenada a la victoria.
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