La muerte ha tocado nuevamente la puerta de los luchadores sociales; sin embargo, ahora ha sido abrumadora y brutal. No es que antes haya sido menos cruda. En un país cuya riqueza se disputa entre seres impíos, la muerte de aquellos que luchan por una verdadera justicia social es una constante, pero eso no quiere decir que no nos duela la muerte de nuestros compañeros, que no nos ardan las venas al sentir en nuestra sangre, cómo la suya fue derramada, injustamente, atrozmente…
A Conrado Hernández y Mercedes Martínez siempre los caracterizó su alegría, su entusiasmo y la forma tan noble que tenían de acercarse a la gente, por eso hoy son recordados. Fueron luchadores sociales enteros que a diario trabajaban por un mejor futuro para su hijo y para los hijos del pueblo. A su hijo, la vida apenas le era conocida, con sus escasos seis años empezaba a aprender de esta vida sus formas y, sin embargo, tenía muy bien grabado en la mente, que el día de mañana emprendería la misma labor de sus padres.
“¿Qué puede un cisne dulce
guardar sino ternuras en el alma?
¡Cuán doloroso es ver que cada ensayo,
para volar, provoca una pedrada,
un insulto mordaz, una calumnia!…
¿Por qué será la Humanidad tan mala?”
La existencia del Movimiento Antorchista ha sido marcada también por varios ataques que son solo equiparables a su fuerza de convocatoria y masa que el día de hoy suman a casi tres millones de mexicanos. En todo el país, de un lado a otro de la república, la sangre de los inocentes se ha derramado y, sin embargo, esta muerte, la muerte material, ha hecho que la sangre fecunde el suelo, un suelo del que ahora brotan las ideas en botón que, al abrirse, con sus enervantes aromas harán que los nuevos hombres, con ellas, sigan con la lucha que sólo la muerte ha detenido a estos otros grandes hombres.
Cada año, en junio 6, el Movimiento Antorchista conmemora a sus muertos, a sus mártires, y les rinde un sentido homenaje para recordar que su muerte no ha sido en vano y que continúan aquí, en la vida que ahora es eterna para ellos en el mundo de las ideas que hemos cosechado en cada rosa fecundada por sus cuerpos que han vuelto a la tierra.
Este día conmemoramos a los muertos que dieron su vida por liberar a nuestra clase proletaria. Y a nivel nacional, el nombre de nuestros caídos vuelve a resonar y hacen resonar las entrañas de la tierra en la que hoy descansan. Este año la cita sigue siendo la misma únicamente con sede en otro sitio, uno que ahora es el epicentro de una de las injusticias más terribles que ha sufrido el pueblo pobre de México. En Chilpancingo Guerrero, el antorchismo nacional hará acto de presencia y exigirá justicia por la muerte de Conrado, de Mercedes y de Vladimir.
Este acto no es más que otra medida, plenamente legal, que se suma a las acciones nacionales para exigir justicia, la justicia que el Estado prometió darnos y que como ciudadanos de este país, de esta patria, tenemos pleno derecho a recibir.
Es por esto que invito a todos nuestros compañeros y a todo aquél a quién pueda dolerle la muerte de tres personas nobles y humildes a que se sumen a las acciones del Movimiento Antorchista, pues la lucha de Antorcha es la lucha de todos los pobres de nuestro país. Luchar por Antorcha es luchar aún por aquellos que de lejos nos ven, pues nunca hemos privilegiado nuestros logros para aquellos que con buenos ojos nos ven, sino para todo aquél que los necesiten.
Hay que unirnos como lo que somos, una sola clase social, un solo hombre y un solo pueblo que, unido y fraterno, podrá lograr arrebatar de las manos de unos cuántos, lo que entre todos hemos logrado. De frente pues, compañeros, que nadie haga triunfar el desánimo o el cansancio en uno mismo y a luchar por nuestra patria que el día de mañana deberá ser gobernada por los hijos del pueblo.
¡Por todos los caídos, nosotros estamos de pie!
¡Morir por Antorcha no es morir; morir por Antorcha es vivir!
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