Apenas el pasado 30 de abril los habitantes de la mayor y más importante, política y económicamente hablando, ciudad de nuestro país, la capital de todos los mexicanos, nos enteramos una vez más de las noticias que se han convertido en la costumbre de todos los días, desgraciadamente noticias trágicas que no quisiéramos que ocurrieran ni aquí ni en ningún otro lugar: la muerte, supuestamente por una bala perdida de calibre mediano que alcanzó a la joven estudiante de 17 años Aideé Mendoza, en clase de matemáticas por la tarde en su aula del Colegio de Ciencias y Humanidades Oriente, de la UNAM, situada en la alcaldía de Iztapalapa. ¿Quién la mató? ¿Por qué tanta impunidad ante la cascada criminal que abruma a esta ciudad emblema de la nación?
Ernestina Godoy, Procuradora General de Justicia en la ciudad viene declarando a los medios de comunicación que aún no cuenta con el dictamen pericial que explique lo ocurrido, a pesar de lo escandaloso del caso.
Ciertamente, los elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana han sido desplegados, merced al trágico incidente, en los alrededores y frente a la institución educativa, más como dice el dicho común y corriente, después del niño ahogado a tapar el pozo. ¿Por qué no desde antes estuvo la indispensable policía si ya se sabe que dentro y fuera de los planteles educativos oficiales vienen sucediendo lamentables hechos de violencia?
Mal haríamos en aceptar que si la violencia criminal se ha apoderado de una manera hasta hoy incontrolable de buena parte de las ciudades y poblaciones del país, nos conformáramos y disculpar de esa manera a las nuevas autoridades de la capital y de la república de su obligación a cumplir con la demanda de seguridad, clamor por el cual también llegaron al poder.
Por todo el negro panorama que se cierne sobre la Ciudad de México, donde sus grandes problemas crecen sin freno, para nada extraña, desde luego, la reciente encuesta que coloca al gobernadora Claudia Sheinbaum, con las siguientes calificaciones, muy bajas, medidas en porcentajes: apenas 25.9 de confianza general, confianza en inversión empresarial (necesaria en la creación de empleos) 21.3, en servicios de salud 10.2 (casi al final de otros gobernadores calificados), 17.3 en combate en la corrupción, mejora en la seguridad 7, percepción de seguridad 13. 2, y, juzga igual, la calificadora Consultores Arias, que no hay obra pública en esta metrópoli.
Una vida en la plenitud del aprendizaje académico y de los sueños más prometedores, arrancada por la violencia que hace presa de una ciudadanía capitalina que se considera sí misma, ni más ni menos que prácticamente indefensa.
Urge, por principio de cuentas, una policía más capacitada y mejor educada, que devuelva a los mas de ocho y medio millones de capitalinos, la confianza perdida en décadas de descuido y de falta de genuina preocupación por la seguridad, esa seguridad a la que tenemos derecho, según la Constitución, todos los mexicanos.
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