MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Revolución en el sistema educativo para una verdadera transformación

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Si se quiere lograr una verdadera transformación en el país, una nueva revolución se tiene que iniciar por cambiar el sistema educativo nacional. 

No hace falta un estudio concienzudo para ver y entender que la educación en México no solo ha tenido magros resultados, sino que, además, no se han desarrollado políticas que respondan a los problemas actuales como acceso a la educación, abandono escolar, deficiencia académica, bajo aprovechamiento de los estudiantes, deserción, alto índice de reprobación, falta de programas educativos de calidad, de infraestructura, de servicios en las escuelas. 

La educación ha sido, es y seguirá siendo el pilar fundamental para el desarrollo de las naciones porque permite un conocimiento objetivo de la realidad, conocer sus leyes de funcionamiento, la forma en que, históricamente, las sociedades han evolucionado, la forma en que los elementos de esta sociedad se estructuran y se organizan para la creación de sus medios de vida.

Este conocimiento que se obtiene de la sociedad les ha permitido a grandes pensadores idear una forma de vida posible para el hombre, en la que todos tengan lo necesario para vivir una vida digna, alejados de la explotación, de la pobreza. Aunque estos conocimientos no siempre se han aplicado a una realidad concreta a voluntad de quienes dominan y controlan a la sociedad en turno; el mismo conocimiento que ofrece la educación constante de los individuos, ha hecho posible el surgimiento, al mismo tiempo, de grandes luchadores sociales, quienes, abrazando ese ideal de una sociedad más justa, hacen triunfar dicha idea de una sociedad más justa a través de las luchas sociales, aunque eso cueste la vida de muchos, pero que ha permitido un cambio en las diferentes sociedades del mundo, y un ejemplo palpable es la Revolución Mexicana, que aunque no favoreció totalmente al sector popular, si permitió un cambio estructural en nuestra sociedad; es decir, se dio una transformación real, pues abrió paso a un nuevo modo de producción, el capitalista, dejando en las páginas de la historia a la sociedad feudal.

Pero a pesar de la evidente necesidad de un impulso en la educación mexicana, de dejar de utilizar la trillada frase de que los jóvenes son el futuro, y que, para darle una mayor suntuosidad, le agregan que los jóvenes son el presente, lejos de invertir los recursos necesarios para que eso sea real y no se queden en frases huecas, el 6 de junio, del presente año, amanecemos con la noticia de que ahora hay una contracción económica en el gasto a la educación, la más fuerte hasta ahora. Se ejercerán 13.8 por ciento menos en educación durante 2022 (El Economista, 06 de junio, 2022).

En la nota del 06 de junio, publicado por El Economista, se lee: “El informe de Finanzas Públicas y la Deuda Pública de abril mostró que, en el primer cuatrimestre del año, en medio de la reanudación de clases presenciales en varios planteles educativos, el gasto en educación reportó recursos ejercidos por 240, 425 millones de pesos, lo que significó una reducción de 13.8 por ciento en comparación con el mismo periodo del año previo”.

La educación no ha dejado de ser un tema pendiente del gobierno actual, tarea urgente por resolver ante los altos índices de abandono escolar y acceso a la educación. Pues el mismo Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), expuso que el año pasado, 15.7 millones de personas de entre cero y 22 años no asisten a la escuela al nivel educativo que les corresponde. De estos, 5.5 millones corresponden a la educación inicial, 2.1 millones a preescolar, 1.1 millones a educación media superior y 6.8 millones a la superior.

Esta realidad no es fácil de ocultar, si eso pretendiera el gobierno, a pesar de querer implementar una medida al vapor para ocultar esos números, que es la de decretar la calificación mínima de 6 para evitar la deserción de los estudiantes. 

Lo anterior traerá como consecuencia un retroceso en la educación. Y ahora el reto no es solo integrar a millones de jóvenes en edad de estudiar a su nivel educativo, sino reconstruir el sistema educativo nacional como respuesta de nuestra realidad concreta.

Para que esto sea posible, se necesita que el gobierno destine mayor recurso de lo que hasta ahora se ha establecido, que atienda los problemas que arriba ya se han mencionado, pues, “de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el impacto de la pandemia en el sector educativo ante los cierres y el confinamiento que se tuvieron que implementar es una de las preocupaciones de varios de los países miembros; sin embargo, en México no se impulsaron subsidios para ayudar a los estudiantes a acceder a la educación. La proporción de la riqueza nacional dedicada a las instituciones educativas es menor en México que en promedio entre los países de la OCDE” (El Economista, 06 de junio).

La educación en México no tendrá mejores resultados con las políticas que hasta ahora se han planteado desde el gobierno federal, tan lejos se adivina el cambio si se pretende solo pasar a los estudiantes de grado a grado, más lejos aun cuando se piensa en que los estudiantes ya no tendrán grados, sino fases. ¿Qué resultados se tienen en estos tres años del sexenio para afirmar que la reforma actual es mejor? ¿Tendrá tiempo el gobierno de implantar los cambios tan ambiciosos que promete?

La educación nacional está en lo que va de este sexenio en el lugar que estuvo con los anteriores gobiernos, nunca ha sido prioridad de ningún gobierno y el resultado es que la desigualdad en el ámbito educativo es cada vez más profunda, lo que ha evidenciado, hasta ahora, la pandemia. 

Si se quiere una verdadera transformación en el país, si se quiere un verdadero cambio, en el que el sector popular tenga calidad de vida con todas sus necesidades resueltas, nada más se necesita revolucionar el sistema educativo de nuestro país, pero pensado desde los problemas reales, atendiendo sus causas, de lo contario, seguiremos golpeando a las nuevas y futuras generaciones con políticas y medidas ocurrentes y sin objetivos claros. 

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