Es una verdad aceptada por la gran mayoría de los mexicanos, que el sistema nacional de salud pública en México viene operando con serias deficiencias desde hace mucho tiempo. Esto, a pesar de que, a diferencia de otras áreas del gobierno federal, que año tras año sufren recortes presupuestales, a la Secretaria de Salud, en los últimos 10 años, se le ha duplicado prácticamente el presupuesto. Con este aumento de recursos económicos a las arcas de esta institución, todos esperaríamos que la atención de los enfermos fuera mejorando. El estado en que se encuentran, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) antes Seguro Popular, son preocupantes. La necesidad de modernas instalaciones, de suficiente equipo médico de buena calidad, la falta de medicamentos y el déficit de personal médico, son algunos de los problemas con los que se atiende la salud de los mexicanos.
Y es que no es necesario buscar mayores hechos para probar lo aquí escrito, pues ahora que la pandemia mundial ha llegado al país, el personal médico que hace frente al covid-19 en los hospitales públicos, lo está haciendo en condiciones altamente riesgosas, pues en la mayoría de los hospitales no cuentan con el material médico indispensable que les permita a los doctores y enfermeras atender sin riesgos a los pacientes infectados por el virus, no se les proporcionan cubrebocas, guantes, mascarillas médicas, gafas, batas, impermeables, y por otro lado, la recuperación de los enfermos también es difícil porque en los hospitales hacen falta equipos médicos para la cantidad de pacientes que requieren cuidados intensivos, como ventiladores, respiradores, filtros; y en la medida que se van saturando las instalaciones hospitalarias tienen que poner a los enfermos en los pasillos de los hospitales. De tal forma que el personal médico está padeciendo un viacrucis para realizar su labor. Y no hay exageración en esta afirmación, son ya, muchos médicos y enfermeras contagiados y algunos desafortunadamente han fallecido ante el virus letal. No se sabe de hombres o mujeres que rehúyan a su juramento Hipocrático, pero si se han puesto a protestar enérgicamente para que el gobierno federal los provea del material y equipo médico profesional para enfrentar la pandemia.
Los mexicanos de buena fe, entre los que hemos decidido estar los antorchistas, nos solidarizamos con la lucha del personal médico de la medicina pública, con los doctores, enfermeras, camilleros, conductores de ambulancias, personal administrativo y con el personal de limpieza, que exigen que se resuelvan las carencias hospitalarias, no estamos de acuerdo que por no gastar correctamente el presupuesto de salud, se envié a este importante número de mexicanos a ser víctimas de la pandemia. Nos sumamos a su lucha, porque como ellos, somos una parte de ciudadanos que consideramos que esta patria puede darles a sus hijos lo necesario para ser productivos en las actividades que nos corresponda desempeñar. ¡López-Gatell y López Obrador deben resolver las necesidades de los médicos y enfermeras!
Tampoco estamos de acuerdo en que se agreda verbal o físicamente a los trabajadores de la salud, los médicos y enfermeras arriesgan su vida para salvar de la muerte a muchos mexicanos caídos en desgracia a causa de la pandemia. Es erróneo pensar que los trabajadores de la salud sean fuente de contagio por el hecho de estar cerca de los pacientes que sufren el mal, como un soldado no es asesino por el hecho de portar un arma de fuego. Quienes agreden, deben saber que el virus no fue traído a tierras mexicanas por doctores y enfermeras con el objetivo de dañar a sus semejantes, son las consecuencias de la globalización que permite que todos los fenómenos que ocurren en el mundo, lleguen prácticamente a todos los rincones de nuestro planeta. Y corresponde a los gobiernos de cada país la responsabilidad de frenarlos o expandirlos, pues cuentan con leyes y recursos económicos para ello. Y aquí está el problema, el gobierno mexicano desdeño el grado de peligrosidad del coronavirus cuando se tuvo conocimiento de él, no se enfocó en aislar a los infectados que llegaron de otros países, y ahora que se ha extendido, pretende que el ejército de doctores y enfermeras enfrente al enemigo sin la protección necesaria. Actitud totalmente reprobable.
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