La Ley General de Asentamientos Humanos define como asentamiento humano "el establecimiento de un conglomerado geográfico con el conjunto de sus sistemas de convivencia, en un área físicamente localizada considerando dentro de la misma los elementos naturales y las obras materiales que lo integran”.
Con apoyo en la definición anterior, se concluye que un asentamiento humano, irregular, resulta ser de igual forma el establecimiento de un conglomerado demográfico, pero desordenado, carente de un proceso de planeación y regulación en su fundación y, principalmente, con problemas jurídicos de regularización respecto de la tenencia de la tierra por sus actuales poseedores.
Es necesario explicar desde el enfoque del materialismo histórico el problema de los asentamientos humanos irregulares, las colonias populares, conocidos como los cinturones de miseria de las grandes ciudades.
La base objetiva de la separación de la ciudad respecto del campo, son las necesidades del desarrollo de la producción material, que en determinada etapa origina obligatoriamente la división del trabajo en la sociedad: la separación de la industria de la agricultura al comienzo interviene como separación de la artesanía con relación a la agricultura y la separación del trabajo intelectual respecto del manual. El carácter concreto de las relaciones entre la ciudad y el campo es distinto en las diferentes formaciones socioeconómicas. En las comunidades de tipo asiático, que no segregaron aún la producción artesanal, las ciudades aparecidas eran principalmente centros burocrático-militares, administrativos y religiosos, organizadores de los trabajos sociales y explotadores supracomunitarios del campo. En la formación esclavista, la ciudad, como concentración de la clase de los esclavistas, se forma, al mismo tiempo, no sólo como centro administrativo, militar y cultural, sino, también, como centro de producción artesanal, que domina sobre el campo. Al surgir el feudalismo, el centro de la vida económica se traslada al campo. Una parte considerable de la clase dominante se concentra en las haciendas y bienes patrimoniales del campo. Ahora bien, esto no suprime el papel de la ciudad como eslabón que los enlaza. A medida que se desarrolla el feudalismo, va aumentando cada vez más el papel de la ciudad no sólo como centro administrativo, sino, también, artesano, comercial y cultural. Al mismo tiempo, crece numéricamente la población de las ciudades. Se intensifica la explotación del campo por la ciudad mediante el establecimiento de los precios de monopolio de los artículos de la producción artesana gremial, el sistema de impuestos, el engaño directo por parte de mercaderes y la usura. En la formación capitalista, la contradicción entre la ciudad y el campo se convierte en base de sus interrelaciones, y en la fase imperialista adquiere un carácter particularmente agudo. El devenir y desarrollo del capitalismo estaban enlazados en todas partes con el arruinamiento del productor directo.
Ahora bien, debido a lo anterior se da la migración del campo a la ciudad generalmente de gente joven (mano de obra) que demandan las actividades laborales en la gran urbe que ha desarrollado cierto nivel de la división del trabajo. Este proceso es muy antiguo y se aceleró con la Revolución Industrial y, sobre todo, a partir de la segunda mitad del siglo XX. Se suele considerar como un tipo especial de migración porque en ella, no solo se cambia de lugar de residencia, sino también de profesión, por motivos más que evidentes, dadas las diferencias geográficas tan grandes que existen entre las oportunidades, número y características de los diferentes tipos de empleo que existen en el campo, con relación a la ciudad, además de los cambios en los aspectos sociales, culturales y medioambientales de la vida urbana.
Es evidente que tal migración a las ciudades obedece a necesidades económicas, surgidas de la contradicción ya expuesta entre el campo y la ciudad. Así entendemos la necesidad de fundar colonias populares en las periferias de las ciudades industrializadas más importantes, la mayoría de las veces estos son asentamientos irregulares por las facilidades económicas que estos significan. Así pues, este tipo de asentamientos no obedece a un mero capricho de la gente trabajadora.
En México este fenómeno se ha venido agudizando, sin embargo, está claro que no se conoce a fondo el problema. Lo siguiente demuestra lo que digo. En junio del 2020 La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) realizar censos y mediciones sobre un tema específico, en este caso, la identificación de asentamientos irregulares en situación de pobreza.
A pesar de que el Instituto alegó ante la Corte que no tiene obligación para generar estos informes específicos, ya que la Ley de Asentamientos Humanos señala que los estados y municipios del país tienen la facultad de prevenir, controlar y remediar los asentamientos irregulares está claro que no hay una estadística puntual sobre este grave problema.
Y como no se conocen los datos concretos, mucho menos se puede hacer un buen diagnóstico y proporcionar una solución, así como cuantificar los recursos necesarios para proporcionar a los trabajadores certeza jurídica de su asentamiento y por consiguiente condiciones mínimas para una vida saludable y digna.
El diputado federal poblano de Morena, Alejandro Carvajal Hidalgo, informó el 11 de septiembre a través de un comunicado derivado de la presentación del Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) para el Ejercicio Fiscal 2021, que en el caso del Programa para Regularizar Asentamientos Humanos (PRAH), indicó, que el Ejecutivo Federal propone etiquetar 71 millones de pesos, lo que significa una disminución respecto del ejercicio fiscal anterior, -21.65% para el PRAH en términos reales.
Así se entiende que la asignación del presupuesto se hace de manera arbitraria, y contraria a la línea que marca el desarrollo del fenómeno.
Finalmente se cumple una de las tantas sentencias de Marx, el capitalismo defensor de la propiedad privada, deja sin propiedad privada a la mayoría. Frente a este panorama, a todos los colonos desposeídos nos queda organizarnos y luchar. No hay más.
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