Por supuesto que la pregunta que hago no se responde con referencias a los resultados emitidos por el INE, sino que alude a factores un poco más profundos. No es mi intención salir con la generalidad poco útil de "ganó México" (o ¿perdió?), eso lo descubrirá el tiempo; quisiera destacar aspectos del proceso que me parecen invaluables lecciones que deben servir para que los mexicanos, sobre todo el pueblo trabajador, aprendamos de lo que sucedió el 1 de julio.
Antes diré que creo exageradas e ingenuas o azas perversas, las afirmaciones de que el proceso fue una "Revolución" o una "cuarta transformación", comparándola con los 3 grandes movimientos sociales de nuestra suave Patria: La Independencia, La Reforma y La Revolución Mexicana; bastaría el más elemental y benévolo estudio comparativo para hacer evidente lo desventurado del símil, independientemente de que aún falta ver qué van a intentar hacer con el poder Andrés Manuel López Obrador y quienes con él ascienden al mismo.
También considero honesto ayudar a definir con más ecuanimidad el verdadero tamaño de estas elecciones. Fueron "las más grandes de la historia de México" pero solamente considerando la cantidad de cargos en disputa. Según el Instituto Nacional Electoral (INE) los puesto públicos votados fueron 18.311, nunca antes se eligieron tantos en un solo proceso. También ocurrió que se tuvo la lista nominal más alta de la historia: 89 millones de personas, pero cada lista, en su momento, ha sido "la más alta de la historia".
Ahora bien, hablando de la elección del Presidente de la República, ésta tampoco fue la elección más concurrida, pues votaron el 53.2% de electores, siendo que en 1994 acudió a votar el 77%; de un listado nominal de 45 millones 729,057 ciudadanos, votaron 35 millones 285,291 y la ganó Ernesto Zedillo. Tampoco se lleva el premio de ser la más contundente, pues en 1982, el candidato Miguel de la Madrid (PRI, PPS y PARM) obtuvo cuatro veces más votos que quien quedó en segundo lugar, el panista Pablo Emilio Madero.
No, la novedad del evento radica en que una buena parte de los mexicanos, se dice que más de 30 millones, el 53 por ciento de la votación total emitida, y el 35 por ciento de la lista nominal, decidieron apostar por un "cambio" que les fue prometido por López Obrador y su partido Morena, y que tal decisión tiene la apariencia de un "tsunami" que ha arrastrado buena parte de los instrumentos del poder público a las manos del recién formado partido.
Son muchas y de diferente estatura las voces que califican con menosprecio y hasta con insultos a quienes con su voto llevaron al país a esta situación. Difiero de ellos, creo que con ofensas no habremos de hacerle ver al pueblo trabajador el verdadero significado de su decisión. Además, creo que el proceso no fue precisamente un acto "insensato", sino que fueron específicas razones que pesaron más en la voluntad ciudadana, efecto del hartazgo y el deseo auténtico de buscar un cambio, dada la situación de pobreza, inseguridad, ignorancia, corrupción y todas esas lacras que reinan en efecto en nuestro País, las cuales, a su vez, son el resultado de un sistema económico que favorece a las élites del dinero nacionales y extranjeras en perjuicio de las grandes masas trabajadoras; es, pues, culpa y demostración del fracaso del mismísimo modelo económico neoliberal y de quienes han tenido el poder público en sus manos y no han intentado, con él, hacer justicia al pueblo trabajador.
No obstante que esto es cierto, el resultado de la elección no es fruto de la concientización por parte del pueblo acerca de esa culpa del modelo neoliberal, ni de la comprensión de sus verdaderos intereses, ni mucho menos resultado de la acción coordinada y pensada de esas masas organizadas y convertidas en auténtica fuerza política.
Que esto fue así lo demuestra palmariamente los casos en que se llevó al poder ejecutivo o legislativo a personajes que quizás no lo merecían: unos con antecedentes penales, otros presos y bajo proceso, o conocidos delincuentes, u otros más con historial ampliamente conocido de corruptos y tranzas, y algunos con un perfil que no se antoja como el adecuado. Y aún en los casos en que se ha empoderado a gentes sin experiencia, pero a los que se les pudiera "otorgar el beneficio de la duda", tampoco ha sido una acción meditada e intencional, sino secuela de la decisión de arrasar parejo, sin detenerse a mirar a quienes dejaba en el camino. Es decir, quien realmente ganó fue el hartazgo de la gente, audaz y decidido, esperanzado por las promesas de campaña que supieron captar su afán de justicia, poco más o menos como sucedió en el 2000, cuando el pueblo "despertó" llevando al poder a la derecha ultramontana con el ordinario de Vicente Fox.
Todavía habremos de ver qué hacen López Obrador y las diferentes corrientes incrustadas en Morena con el poder que el pueblo les ha entregado, tendrán la oportunidad de mostrarse, y el pueblo de corroborar que tan conveniente fue su decisión.
Esta es la parte que ha ganado el pueblo trabajador, al igual que aquellos que se digan representar sus intereses y de algún modo trabajen por lograr un país más justo: el pueblo ha hecho, se ha hecho a sí mismo, una demostración de poder, una lección que no habrá de olvidar y que ha servido o debe servir como una verdadera sacudida, como un recio apretón de tuercas, una advertencia para amigos y enemigos. No sólo para el gran perdedor, el PRI cuyas siglas convirtieron sus contrincantes (y algunos "amigos") en el lapidado espantajo, en el fetiche culpable de todos los males habidos y por haber, que sirvió para que "dejaran" todas sus culpas y defectos quienes lo abandonaron, para irse, limpios y virginizados a Morena, sino también para este, que aún debe mostrar en los hechos, de incorruptible e inapelable veredicto, si realmente puede hacer realidad lo que le prometió a México; y es un aviso para todos los que, con fines auténticos o inconfesables, se internen por el agreste camino del liderazgo de masas.
Pero hay otros triunfos del pueblo que son, a su vez, lecciones más sublimes e importantes: el "maremoto" no pudo arrastrar al pueblo que sí se está organizando y, valga la expresión, convirtiéndose en poder efectivo, los municipios que resistieron como verdaderas moles indemnes ante el fragor de las olas, en los que los mexicanos decidieron conscientemente otorgarle el poder al Movimiento Antorchista, pese a que lo peleó cargando la pesada loza del desprestigio de las siglas del PRI, los municipios donde gobierna Antorcha.
Lo intempestivo y sorpresivo del fenómeno general demuestra también, por oposición, lo racional, lo profundo y auténtico de estos triunfos antorchistas, demuestra que estos triunfos no fueron fruto de la casualidad o accidentales, sino fruto sazonado de un trabajo metódico, de años y constante; demuestra también que es posible educar al pueblo, organizarlo y convertirlo en real fuerza política; demuestra que ese es el camino, que eso es lo que el pueblo trabajador debe reproducir en el resto del país; demuestra que es correcta la táctica que practica y pregona el Movimiento Antorchista y que eso la está convirtiendo realmente en el pueblo organizado y en la verdadera esperanza, el verdadero cambio que le conviene y que necesita el pueblo trabajador; y demuestra finalmente, aunque no al último, que quienes la orientan, con su líder nacional a la cabeza, el Maestro Aquiles Córdova Morán, alma y guía de la acción antorchista, tienen la razón y que la bandera, la antorcha que ilumina el camino de los trabajadores, está en buenas, gallardas y triunfadoras manos.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario