MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Quien para el recuerdo fuera eterno

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La edad de 97 años tendría hoy, si aún viviera José Alfredo Jiménez. Inmortal en cada letra, en cada nota y cada acorde que hablan de añoranzas y recuerdos tan profundos, tan humanos, en un lenguaje universal que es, indudablemente, difícil no sentirse identificado en más de una canción, o tal vez más de dos o tres. 

Cuánta pasión en sus letras. El compendio del gran José Alfredo, alcanza las más de mil canciones de las cuales apenas tenemos en el oído poco más de 100. Pero José Alfredo Jiménez no es solo recordado por sus agudas composiciones,sino por expresar en ellas la memoria del pueblo mexicano, éste el que llora y canta en la menor, el acorde casi perfecto para todas sus canciones.

Nacido en Dolores, Hidalgo, Guanajuato, cuna de la independencia, alma de nuestra nación. José Alfredo Jiménez vivió en tierras revolucionarias y de grandes artistas como Octavio Ocampo, Diego Rivera, Juventino Rosas, Flor Silvestre, Pedro Vargas, Jorge Negrete, Joaquín Pardavé, Juventino Rosas, entre otros más que, sin duda, han logrado colocar al estado en el mapa mundial.

Muy joven probó suerte en distintos oficios, llegó a ser, incluso, portero de tercera división, pero como ocurre en algunas cuántas ocasiones, hay hombres que tienen una habilidad nata que se desborda por los poros de su piel y sale a la luz en la menor oportunidad. Trabajando como mesero en el bar “La sirena”, la voz de José Alfredo llegó hasta los oídos del hombre que hubo popularizado también, la bamba en todo México. Lo cual le dio la oportunidad de grabar su primera canción y cuyo título es excesivamente amplio: “Yo”.

“Una gitana leyó en mi mano que, con el tiempo, me adorarías, esa gitana ha adivinado pero, tu vida ya no es la mía. Hoy, mi destino, lleva otro rumbo, tu corazón se quedó muy lejos. Si ahora me quieres, si ahora me extrañas, yo te abandono pa’ estar parejos”. Parece que la partitura popular dijese “espacio para soltar un grito” en cada verso después del estribillo de sus grandes composiciones.  Y otras, tocadas a tres cuartos, contrastando con el ritmo de las infinitas desgracias, tienen un golpe de guitarra y literario más sutil “No te vayas nunca, ni nunca te vayas. No me dejes nunca, ni nunca me dejes. Y, cuando te alejes, un metro de mí; prométeme, vida, que regresas pronto, trayendo en tu pecho mucho más cariño que el que yo te di”. 

José Alfredo fluctúa entre los distintos géneros, pues compuso canciones rancheras en su mayoría, corridos, boleros y un millas de letras en las que permanecen sempiternamente la memoria del pueblo que siente, del pueblo que sufre, que llora y que canta a la par de la voz de don “Feyo”. Hasta compuso varias a su tierra natal y la inolvidable “Gracias” para todo aquél que su música disfrutó. 

Sin duda, una de sus más grandes musas fue doña Paloma Domínguez con quién tuvo a José Alfredo y Paloma. Y como si se tratase de un tema casi ornitológico, hay palomas en cada canción, desde “Paloma querida”, hasta Amor del Alma en cuyo verso final se oye “tú sabes, paloma, que me haces pedazos si el día de mañana me pierdes la fe".

No, es imposible olvidar las canciones de José Alfredo, son un elemento indispensable para contar la historia de grandes acontecimientos en nuestro país y, sobre todo, la prueba irrefutable de que en nuestro país, los más pobres y desamparados, los más humildes, tienen un corazón que puede expresar belleza, convirtiendo la tragedia en un himno de su cotidianidad tocado a dos cuartos. Olvidar a José Alfredo, es olvidar lo grande que ha Sido nuestro país y la deuda que tenemos con él es a seguir difundiendo y recordando su música y mirando tan alto como hasta donde él llegó.

Así, en nuestro país, el cultivo del arte que realiza el movimiento antorchista, permite no olvidar a los grandes músicos como José Alfredo Jiménez que tradujo eternamente la memoria y las desgracias del pueblo que quedaron inmortalizada en sus canciones y que, dijo Fernando González Cortázar, brotan de nuestro labio a la menor provocación.

“Yo no sé dónde está, no pregunto por él, porque todos lo llevan por dentro. No me digan, murió; no, no me hagan reír, porque todos cantamos sus versos. Si yo canto al amor, yo me siento feliz y me pongo a cantar sus canciones, y lo veo llegar y lo veo venir... José Alfredo está en los corazones. 

Al inferno no fue eso sí lo sé yo, está cantándole a Dios sus canciones.  Se fue el rey, pero aquí se quedó, no hay dilema, porque el rey vivirá mientras dios no se muera. 

     

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