MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Qué futuro se construye para los jóvenes?

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El programa Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF) fue ideado con el objetivo de vincular a personas entre 18 y 29 años, que no estudian ni trabajan (conocidos como “ninis”), con empresas, instituciones y organizaciones para que puedan adquirir experiencia y capacidades laborales, este es el objetivo general establecido en las reglas de operación del programa, documento publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF). Se piensa, pues, que los jóvenes beneficiarios se encontrarán con una gama de mejores alternativas laborales una vez que hayan culminado su adiestramiento. El periodo de capacitación que se considera suficiente es de un año. En este lapso, el pago de los puestos de trabajo otorgados por las empresas correrá a cuenta del Gobierno a través de “becas” mensuales (salarios subsidiados) que ascendieron a 3,600 pesos en 2019, 3,748 pesos en 2020 y 4,310 pesos en el año en curso. De un universo de 5.8 millones de jóvenes que no participan en alguna actividad productiva ni educativa, se busca matricular a tan solo 2.6 millones; en el periodo que lleva de existencia, el programa ya ha beneficiado a 1.8 millones, según las cifras oficiales, siendo 2019 el año con mayor número de afiliados (900 mil aproximadamente). Para su funcionamiento, el presupuesto asignado fue de 40 mil millones en 2019, 25 mil en 2020 y 22 mil en 2021. 

En palabras del presidente, el programa JCF es uno de los pilares de su política laboral, y tanto la titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), Luisa María Alcalde Luján, y el titular de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), Luis Felipe Munguía, han hecho coro a las declaraciones del ejecutivo sobre los resultado excelentes del programa. Han afirmado, incluso, que este éxito es mayor en el contexto mismo de la crisis económica del Covid-19. Al respecto, el pasado 24 de septiembre de este año, la titular de la STPS rindió un informe sobre los avances del programa y el papel que jugó en la pandemia. Como parte de este balance, la secretaria dio a conocer los resultados del estudio “El efecto del programa Jóvenes Construyendo el Futuro durante la pandemia”, elaborado por la (Conasami). Dicho estudio concluyó que el programa JCF ha cumplido con el objetivo de insertar a la población más joven (entre 18 y 29 años) en el mercado laboral, puesto que “en promedio, los egresados del programa tienen el doble de probabilidad de encontrar trabajo comparado con aquellos que no están en el programa (46.2% vs 23.6%). Es decir, 5 de cada 10 jóvenes que pasan por el programa encontraron trabajo durante la pandemia”. Por su parte, Marath Baruch Bolaños López, subsecretario de Empleo y Productividad Laboral, agregó que en 2021 egresaron del programa 255 mil jóvenes, de los cuales, 40% lograron incorporarse a un trabajo y 18.7% iniciaron su propio negocio.

Concediendo que el programa haya tenido dicho impacto, un análisis no propagandístico del programa debió, por lo menos, considerar relevante la otra parte de los resultados: ¿por qué los otros cinco o seis jóvenes no corrieron con la misma suerte de ser contratados?, ¿dónde están las muchas más y mejores oportunidades laborales que esperaban a esta “bolsa de trabajo capacitada y lista para las actividades productivas” (Conasami, 2021, p. 19)? Para curarse en salud se ha argumentado que el programa no tiene como objetivo solucionar el problema del desempleo juvenil, as bajo la manga que utilizan cada vez que se intenta evaluar al programa con este criterio. Sin embargo, al gobierno de la “Cuarta Transformación” no le sobra oportunidad para afirmar que dar empleo a los jóvenes es parte fundamental de su estrategia de seguridad, puesto que aleja a los jóvenes de la delincuencia organizada, y que JCF es prueba de que así se hace. La 4T se contradice al atribuirle a JCF resultados que no ha dado, para negar después que los tenga que dar. Mientras tanto, de 2019 a 2020 el número de jóvenesque no estudian ni trabajan subió 1.8% (OCDE, 2021). El ejército de reserva del crimen organizado, como le llama el presidente, creció en el mismo año en que se afirma que JCF tuvo un efecto destacable.   

Por otro lado, no es aventurado prever que esos 5 jóvenes que sí lograron emplearse durante la pandemia lo hicieron en puestos de trabajo francamente precarizados. Desde antes de la pandemia, los jóvenesenfrentaban graves dificultades para emplearse, y muchos de quienes lo lograban lo hacían en empleos mal pagados, informales y con un perfil profesional distinto al suyo. La informalidad, como mucho se ha señalado, es la válvula de escape a la carencia de empleos. En el sector informal, como ya se ha repetido hasta el cansancio, los trabajadores están expuestos a una permanente inseguridad respecto a la duración de su contrato, el monto y continuidad de sus ingresos, la posibilidad de sobresalir a la enfermedad u otras eventualidades, y de que se respeten sus derechos laborales. Incluso, la acumulación de experiencia y habilidades que puedan adquirir en este sector no implica necesariamente la mejora de sus oportunidades laborales, puesto que tales oportunidades no existen. En 2018, 8.9 de los 15 millones de jóvenes en la población ocupada eran informales y la tasa de desempleo en este sector (5.8%) era casi el doble del nivel nacional (Inegi, 2018). Para 2020 la situación empeora. La tasa de desempleo de losjóvenes es de 6%, la tasa nacional es de 3.4%. Además, el 95.31% de los trabajadores entre 15 a 18 años son informales, lo mismo que el 60.16% de los jóvenes de 18 a 25 años empleados (Animal Político, 21 de enero de 2021). 

La crisis económica de covid-19 vino a empeorar las cosas, no solo por las restricciones económicas, sino principalmente por la completa inacción del gobierno. Luisa María misma dijo que “4 de cada 10 empleos que se perdieron en la pandemia eran ocupados por jóvenes menores a 30 años”. Hasta agosto del año en curso, “todavía un millón de jóvenes entre 20 y 29 años no han podido volver a trabajar. Es la población en el país con mayor número de desempleados por la covid-19” (El Economista, 12 de agosto de 2021). Respecto al trabajo formal, “entre marzo y diciembre del año pasado, 440 mil 047 jóvenes de 15 a 29 años perdieron su empleo formal y no lograron recuperarlo” (Animal Político, 28 de enero de 2021). La pandemia, pues, aumentó de manera importante la exclusión de los jóvenes del mercado de trabajo, al tiempo que dejó un rastro duradero de trabajo precario para ellos (OIT, 2020).   

La falta de oportunidades laborales para los jóvenes va más allá de la falta de experiencia y de preparación educativa, único problema que rescata la 4T para eludir su responsabilidad ante la carencia de empleos. Entre los desempleados de 15 a 29 años el 81% cuenta con experiencia laboral (El Universal, 11 de agosto de 2021); por otro lado, la Encuesta Nacional de Egresados de la UVM, advierte que el panorama laboral para los egresados universitarios es de menores salarios y menos vacantes en 2021. Así mismo, la OCDE (2019) señala que los trabajadores jóvenes con estudios universitarios han visto sus condiciones laborales deteriorarse debido a la informalidad. Así, JCF ha contribuido a “elevar” la capacidad productiva del ejército de parados para los cuales no hay empleo, tengan o no experiencia, estén o no capacitados. Ante el tamaño del problema, no nuevo, pero sí agravado por la pandemia, el programa JCF resulta un parche poco resistente a la escasez de empleo para los jóvenes. Mientras el gobierno permanezca indolente a la mayor crisis laboral que enfrentan la juventud mexicana, mientras no se comprometa en serio a crear empleos de calidad y en suficiencia, los jóvenes continuarán viéndose obligados a rematar su creatividad y potencialidad productiva. Toca a ellos irrumpir en los destinos del país para construir un futuro más digno y cierto. 

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