A raíz de la pandemia por el Covid-19 que ha dejado aproximadamente cinco millones de muertes debidas al virus y unos 249 millones de casos confirmados en todo el mundo (4 de noviembre de 2021), hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre la destrucción del planeta, de la fragilidad de la vida humana y de la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene ante la catástrofe sanitaria.
Esto lo hemos experimentado inmediatamente después de los incendios forestales, de los sismos de gran magnitud o del paso de los huracanes destructivos, entonces nos invade el sentimiento de culpa. Esto sucede porque la propaganda oficial nos hace responsables a todos por igual pero esto es un engaño, es una forma de repartir la responsabilidad de quienes han sobreexplotado los recursos naturales y obtenido grandes ganancias económicas sin importarles nada más que el dinero.
No hay duda que la actividad humana ha contribuido a la modificación del entorno derivado de la necesidad de sobrevivencia, en los últimos tiempos el hombre ha aprovechado los mares para la navegación y tránsito de mercancías, ha desviado los ríos para canalizar el agua a sus tierras de cultivo, ha modificado la genética de las especies vegetales y animales dotándolas de características específicas que le reditúen mayores beneficios; el hombre ha cavado grandes túneles en busca del preciado oro y otros metales con el único fin de apropiarse de ellos, convertirlos en mercancías y hacerse de dinero.
En consecuencia la especie se encuentra en grave riesgo debido al cambio climático ocasionado por el modelo económico capitalista que en su afán de obtener mayores ganancias ha impulsado la producción y consumismo agotando los recursos naturales y el aumento gradual de la temperatura.
Con esta preocupación, desde el 31 de octubre y hasta el 12 de noviembre, México participa en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, en su edición número 26 (COP26) que se realiza en Glasgow, Escocia, en el Reino Unido, allí se buscan medidas globales para detener el fenómeno que pone en riesgo a todos.
Sin embargo, la “Conferencia de las Partes” es la reunión número 26, es decir, ya se han celebrado 25 anteriormente y la elevación de la temperatura del planeta sigue adelante lo que demuestra el fracaso porque se dice tener mucha voluntad, pero no están dispuestos a perder un peso en esta loca carrera de la acumulación.
Al respecto, en su mensaje semanal del 4 de noviembre, el Secretario General del Movimiento Antorchista Nacional, Aquiles Córdova Morán, afirmó que nada cambia a pesar de estos intentos, “pues el mal del sistema capitalista es orgánico, la enfermedad es congénita, inmanente a dicho sistema, y dentro de su ámbito y bajo sus reglas, no hay salida.
En ese sentido afirmó que de acuerdo a científicos del clima, el aumento global de la temperatura promedio de la tierra se calcula hoy en 1.1 grados centígrados, y que, según los científicos, el límite máximo es 1.5 grados centígrados. Esto quiere decir que quedan solo cuatro décimas de grado Celsius y, si se rebasa imprudentemente ese límite, la catástrofe se volverá inevitable e irreversible. Todo lo que hagamos después de cruzar esa raya roja será absolutamente inútil, explicó Córdova Morán.
Esto quiere decir que, si la temperatura de la tierra sigue aumentando al mismo o mayor ritmo que el de hoy, esos desastres también se harán más frecuentes y más destructivos, habrá sequías, tormentas y ciclones que, actuando alternativamente, arrasarán con siembras y cosechas, volverán casi imposible el cultivo de alimentos y desencadenarán hambrunas y pestes más mortíferas y masivas que la Covid-19 poniendo en riesgo la vida de casi ocho mil millones de seres humanos.
Estamos a tiempo de hacer algo que verdaderamente detenga el problema de la destrucción mundial y el remedio está en un cambio radical del modelo productivo actual, un nuevo paradigma de desarrollo social que racionalice el uso de los recursos del planeta y que produzca sólo lo indispensable y en beneficio de todos ante lo que hay que sacrificar las ganancias de unos cuantos.
Porque seamos sinceros, aunque sí ayudan, las medidas que practicamos los ciudadanos comunes tienen poco impacto en la naturaleza: el ahorro del agua, el sembrar arbolitos, el separar la basura en contenedores específicos, el reciclaje de materiales, todo eso es bueno pero de nada sirve si impera el hambre de riqueza desmedida de los grandes capitales mundiales, que son los que han intensificado innecesariamente la explotación de los recursos naturales del planeta, como los hidrocarburos, los minerales, los bosques, los mares, el agua dulce y han acelerado con eso la emisión de gases de efecto invernadero y el calentamiento global.
Así, que estamos de acuerdo con la visión del humanista Aquiles Córdova que dijo: “el cambio no llegará solo, y es tarea del pueblo organizado luchar por su derecho a un mundo mejor. Aquí tenemos una nueva y urgente tarea, una razón más, y muy poderosa, para organizarnos y ponernos en marcha en pos de una vida mejor”. Aún estamos a tiempo.
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