La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el trabajo decente como: “un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para todos, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres”.
El siete octubre, pero de hace 23 años, fue lanzado por primera vez este concepto por Juan Somavía, entonces director general de la OIT; desde entonces ya se advertía que la generación de oportunidades para que todos los hombres y mujeres accedieran a un empleo en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana era impostergable.
Vale la pena analizar la situación actual del país. México cuenta con una Población Económicamente Activa (PEA) de 58.2 millones, de acuerdo con datos oficiales el 60 por ciento de esta población no cuenta con un trabajo decente.
Si aceptamos y damos por buena la cifra de la población ocupada, aún así las cosas para la inmensa mayoría de los trabajadores mexicanos no están bien, pues 34.9 millones de personas ocupadas no tienen acceso a una institución de salud; 13.3 millones no tienen acceso a las prestaciones de ley, esto quiere decir el 34 por ciento; 18 millones 640 mil carecen de contratos estables, el 52 por ciento; 31 millones 230 mil (87 por ciento) de los trabajadores carece de una organización sindical que los represente en la defensa de sus derechos laborales.
Al respecto el director de la OIT para México y Cuba, Pedro Américo Furtado de Oliveira dijo: “Empieza con una remuneración justa. Pero puedes cobrar bien y sufrir de discriminación, eso ya no es un trabajo digno. Es un combo, si no tiene todo, no es un trabajo decente”. Por lo tanto, se puede decir que una persona tiene un trabajo digno cuando cuenta con todos los pilares, la ausencia de uno sólo implica no contar con un trabajo decente.
En México hay muchas variables que impiden que esto suceda, por ejemplo, es sabido que de los países de América Latina el nuestro es el país con menos días de vacaciones; sólo 6 días mientras que Cuba, Brasil y Perú tienen un total de 30 días de vacaciones al año.
Por su parte la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) a través de su programa sectorial, reconoce que el trabajo decente en nuestro país “enfrenta desafíos enormes y retos de gran calado”.
Ante esta pobreza laboral, es necesario insistir una vez más que el reto para la clase trabajadora, tal como ha sucedido a lo largo de la historia consiste en desarrollar y fortalecer su propia organización política que les permita generar las condiciones para construir una sociedad más justa que genere empleo para todos los mexicanos en edad de trabajar, que todos tengan un salario digno que alcance para cubrir las necesidades más elementales de la familia, que el gasto social se aplique en la construcción de infraestructura y servicios médicos, de educación, cultura, deporte, así como una mayor inversión en la productividad agrícola, entre otros; pero para poder lograr todo esto es indispensable la aplicación de una política fiscal progresiva, es decir, que pague más impuestos el que tenga mayor ingreso.
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